43.

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Gian y yo pasamos el día pintando el cuarto del bebé, sólo faltaba eso ya que habíamos comprado muchas cosas para decorarlo y estaban todas abajo en el living. Desde la cuna hasta los juguetes y ropita diminuta para él, incluso tenía una campera con capucha en negro para que estuviera igual a su papá el día que naciera. Era todo en la gama del verde claro y blanco ya que así lo quería, pero no podía tenerlo más en el living y fue el día de exponer nuestro arte.

—Hey. —lo llamé y él se dio vuelta, por lo que le puse un poco de pintura verde en la nariz. Quise reírme pero apreté mis labios, él entrecerró los ojos con el rastro de una pequeña sonrisa. Mis reflejos me fallaron porque antes de que me diera cuenta, me estaba poniendo pintura en el pelo. Grité. — ¡Gian!

— ¿Qué?—se rió y entonces yo me agaché buscando el otro tacho de pintura.

Empezamos una guerra de pintura y tuve que agradecer que habíamos empapelado el suelo de parquet con diarios, hicimos un desastre pero me divertí muchísimos jugando con él y escuchando algo que tanto amaba de su parte, su risa.

Cuando miré alrededor de la habitación, las paredes que antes habíamos pintado de verde ahora tenían pequeñas manchas blancas y desprolijos del mismo color verde. No me quejé, y quise que quedara así porque me gustó, le daba otro aspecto más rebelde y divertido a todo el cuarto. Una vez terminado nuestro desastre y creación del cuarto de nuestro hijo, nos sentamos en el suelo riendo, bañados de pintura verde y blanca por todos lados.

—Dame. —me dijo y le pasé el pincel fino de los bordes. Él se estiró y lo hundió en el tacho de pintura. Volvió hasta mí y me cubrí la cara para esperar que me pintara pero a cambio de eso, levantó mi remera y sentí un cosquilleo frío cuando pasó el pincel por mi panza. Lo miré y vi que estaba escribiendo en ella.

Empezó con una N y siguió hasta que toda mi panza de embarazada estaba siendo cubierta por letras verdes que todas juntas formaron: Noah.

— ¿Te gusta?—le pregunté y él asintió. Sonreí de par en par y pasé mis brazos por su cuello para a traerlo hasta mí y besarlo. —tenés gusto a pintura.

—Vos también. —me reí pero no dejé de besarlo.

Nos sacamos una foto con nuestra panza que ahora tenía nombre y la enviamos a todos para que supieran, que nuestro hijo se iba a llamar Noah.

Me llevó al baño y nos metimos a la bañadera juntos, enseguida el agua de ésta se puso verde y tuvimos que enjuagarnos varias veces para que quedara limpia y pudiéramos disfrutar del tranquilo baño. Él estaba lavando mi panza mientras que yo me relajaba bajo del agua y le contaba por octava vez mi pequeño sueño.

—Mañana es mi último día de trabajo. —suspiré. —los días se empiezan a venir encima y tengo miedo.

— ¿Miedo de qué?

—Del parto, si voy a poder... o no.

—Vas a poder, tenes que estar tranquila y pensar que esto es algo que estamos esperando hace mucho tiempo.

—Si lo sé, me tranquiliza saber que vas a estar conmigo.

Él asintió y se levantó para besarme.

Otra vez tuve que molestarlo durante toda la noche, no me podía dormir y era porque había comido chocolate y Noah no dejaba de moverse, él se quedó conmigo por más cansado que estaba y tampoco quise ceder a dejar que durmiera porque tuve miedo y no sabía por qué, en realidad sí sabía y era porque no faltaba mucho para terminar el trimestre.

Me desperté por causa de varios ruidos de parte del cuarto de al lado, por lo que me levanté y me asomé a ver a Gian acomodando algunas cosas del bebé en el cuarto.

— ¿Por qué ahí?—pregunté por la cuna que estaba al costado de la puerta, siendo que yo quería que estuviera al lado de la ventana. Él levantó la vista para mirarme y entendí su humor de hoy.

—Porque si y apúrate que ya me tengo que ir. —dijo serio, yo rodé los ojos.

—Ni siquiera un hola o un buen día ¿cómo se levanto la mamá de mi hijo? ¿Nada de eso?—pregunté y me miró mal.

—No me dejaste dormir nada amor.

—Bueno amargado, pero no quiero la cuna ahí ya te lo dije. —me quejé volviendo al cuarto, escuchándolo bufar.

—Apurate que tengo que abrir el gimnasio.

Me apuré mientras pude, tenía un gran problema últimamente con mi ropa y era porque mi gran panza me lo impedía, mientras buscaba un suéter en mi armario completamente desordenado, Gian entró al cuarto sin remera y con la peor cara de mal humor que tenía pero más linda le quedaba. Tan enojado no podía estar conmigo, nunca terminaba de enojarse conmigo en realidad, pero preguntar no era algo a lo que me quería arriesgar. Él se acercó por detrás de mí y puso su mentón en mi hombro.

—Perdón no es con vos... buenos días. —me dijo y besó mi mejilla para apartarse.

— ¿Por quién es entonces? perdónalo si es por Noah. —me di la vuelta para mirarlo y él sonrió un poco y negó. Acarició mi panza y se agachó a besarla.

—Nunca va a ser por ustedes, aunque vos sos la que me volvés loco, no le eches la culpa a él.

—Él también. —me quejé y Gian sonrió dándome un beso.

—Vos sola. —dijo y se apartó.

— ¡Gian!


Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora