14.

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El viaje en auto fue insoportable, aunque sólo duró cinco horas tuvimos que parar más de dos veces porque necesitaba vomitar. No había comido nada de lo que me hiciera mal y eso era lo peor, tenía nauseas de la nada y me sentía terrible, pero no quería arruinar mi primera vez en su ciudad natal, por lo que pretendí que no fuera motivo de nada mientras él me contaba cosas de su infancia. Entramos a un barrio que parecía ser privado, todas las casas eran iguales, del mismo color y con mismo espacio físico. Él se detuvo en la quinta cuadra y frenó el auto frente a una de esas casas iguales.

— ¿Querés bajar y acostarte o querés acompañarme?—preguntó, yo lo miré y fruncí el ceño.

— ¿Pero hoy vas a ir al cementerio?

—Sí.

—Voy con vos. —dije y volvió a arrancar.

El viaje siguió por unos quince minutos más y pude darme cuenta cundo estábamos llegando al cementerio porque ocupaba toda una manzana. Dejó el auto afuera del lugar y nos bajamos, pude notarlo algo serio y un poco pálido también, lo agarré de la mano y la apreté pero él no reaccionó. Entramos al lugar y un escalofrío me invadió el cuerpo, era muy sombrío, típico lugar de películas, me daba un poco de miedo pero pensé en que lo tenía que hacer por él, respiré hondo y cambié mi postura mientras esperaba a que alguien nos atendiera en la recepción. Del pequeño cuarto salió un hombre viejo y gordo, tenía lentes y los removió en sus ojos para mirar bien hacia nosotros.

— ¿Hola?—preguntó, miré a Gian pero él no parecía querer hablar, así que me adelanté.

—Hola buenas tardes, queríamos saber en qué sector está Francisco Trascow. —dije y tragué saliva, el señor asintió y volvió a entrar a esa recepción. Miré a Gian y parecía muy tenso. — ¿estás bien?

Sólo asintió. El señor volvió a salir y desde la puerta nos habló.

—Sector ciento catorce, vayan por el camino y en la sexta vuelta va a empezar a contar desde el cien.

—Muchas gracias. —dije y estiré la mano de Gian para que avanzara y empezara a caminar, ya que parecía no cooperar. Hicimos todo el camino como me había quedado en la mente a mí y cuando llegamos al sector, empecé a buscar el ciento catorce.

No tardé mucho en encontrarlo, y apenas estuvimos parados frente a la tumba Gian se quedó estático. Suspiré y solté su mano mientras daba un paso para atrás, pero me agarró de la mano tan fuerte y rápido que me asusté cuando me arrastró lejos del lugar.

—Gian...

—Me quiero ir.

No dije nada y traté de apurarme a su paso, él no me soltaba y me estaba apretando muy fuerte la mano, intenté no quejarme pero empezaba a lastimarme, por lo que antes de llegar a la salida, tuve que decírselo.

—Amor me estás lastimando. —musité con toda la suavidad posible y él pareció reaccionar porque me soltó pero siguió caminando. Salimos del lugar, se subió al auto y cerró la puerta fuerte.

Me quedé parada quieta en el lugar y lo vi como le dio un fuerte puñetazo al volante, uno tras otro. Las lágrimas empezaron a pincharme y me apresuré a entrar del otro lado, estaba loco de la ira y mientras le pegaba al volante ya empezaba a lastimarse.

— ¡Pará Gian, pará!—le pedí, pero no parecía escucharme. — ¡Gian pará!

De repente sentía miedo de él y quise alejarme, estaba completamente cegado y eso me asustaba, no me escuchaba y yo ya estaba llorando.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora