22.

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Me estaba volviendo a dormir cuando mi puerta se abrió y la luz de la cocina entró cegándome por más que cerrara los ojos, me di cuenta que era Gian así que me hice la dormida.

—Ya me voy. —susurró en mi oído, me quejé un poco dándole señal a que sí lo había escuchado pero no quería moverme mucho. Él besó mi mejilla y yo corrí la cara para que me diera un beso en los labios. —Ahora jugas conmigo, mala.

Sonreí y le di pequeños besos en la boca sin mucho tacto, era incómodo para mí besarlo después de haber vomitado, a pesar de lavarme los dientes, la sensación seguía para mí.

—Te amo, suerte. —le dije sobre sus labios. Cuando se apartó de mi pensé que ya era la despedida final y él se iba a ir, pero a diferencia de eso, se agachó un poco y besó mi vientre haciendo que mi cuerpo se sacudiera en una descarga, mantuvo sus labios presionados por encima de mi ropa y yo despacio bajé mi mano para acariciar su cabeza.

—Cuídense. —dijo y se levantó hasta mí para darme un último beso en la frente. — Te amo.

Se fue y cerró mi puerta despacio haciendo que me volviera a perder en la oscuridad, sentirlo lejos ya me hacía extrañarlo y el corazón se me contrajo todavía teniendo esa sensación de él besando mi vientre. Una sonrisa se apareció en mi rostro y me acomodé para dormir definitivamente feliz.

Me desperté un poco más de las once de la mañana, mi mamá me había enviado un mensaje diciendo que para el mediodía iban a llegar, así que me apunté a preparar mi día. Entré a bañarme y mis rebeldes ojos no podían dejar de mirar mi vientre mientras me desvestía. No sabía si culpar a la comida o qué pero me gusta pensar que el pequeño montecito que apenas brotaba de mi estomago plano, podía ser mi bebé. Siempre había tenido una buena figura y aunque me gustara mucho comer, yo no creía que las grasas se concentraran en un lugar fijo como era el que tenía ahora.

Antes de entrar a la ducha me tapé lo necesario para sacarme una foto de costado al espejo, mi pensamiento me hacía sonreír pero me gustaba y me empezaba a acostumbrar de a poco a entender que dentro de mí, una vida estaba creciendo. Me metí en la bañadera y mientras envíe el mensaje a Gian con la foto.

Nuestro pequeño bebé está haciendo brotes físicos en mí, ¿no crees?

Dejé el teléfono y me acosté para atrás en la bañera, sentía mi cuerpo tenso así que de a poco fui concentrándome en el agua y pensando en blanco para no estresarme de más. Cerré los ojos justo en el momento que mi teléfono vibró con la respuesta de Gian.

¿Por qué me haces esto justo cuando estoy a kilómetros de distancia?

Sonreí y me senté mejor para responderle.

Pervertido, sólo es para mostrarte cómo estamos, te extrañamos.

Tengo ganas de volver ya, pero sería en vano si ni siquiera me vas a dejar tocarte.

Seguía resentido con lo mismo y yo era la que tenía que tener las hormonas revolucionadas por el embarazo, no él.

Sólo bastaba una mirada de papá y ya entendía todo, le quise explicar que hoy no iba a decírselos a todos porque Gian no estaba y él era fundamental, pero me costó convencerlo de que era así y de que nuevamente Gian no me había dejado. Contarles la verdad tampoco quería, porque podían ser muy crueles los prejuicios y ninguno necesitaba eso. Sólo quedaba esperar a Gian.

En la noche cuando fui a acostarme en mi cama el teléfono empezó a sonar y la foto de Gian apareció en la pantalla. Me aseguré de que no hubiera nadie del otro lado para escuchar y atendí.

—Hola mi amor.

—Hola, mañana temprano salgo para allá. —dijo y noté su voz apagada.

— ¿Cómo te fue, qué pasó?

—Nada después te cuento, ¿cómo estás vos?

—Estoy bien, ya llegaron todos y sólo por esta noche van a dormir acá, mañana van a buscar un departamento...

—Bueno, te llamo cuando llego.

—Sí, ¿estás bien?

—Cansado nada más, hablamos después.

—Bueno, nos vemos.

—Nos vemos. —dijo y cortó. No podía ser tan malo, ¿por qué cuando las cosas empezaban a salir perfectas situaciones como esas arruinaban todo? Me fui a dormir un poco enojada con la misma vida, lo que a él le pasaba a mí me afecta y no quería que sufriera más.

— ¿Dónde vas? —me preguntó Peter mientras iba saliendo, me subí los anteojos y lo miré.

—Voy a la casa de Gian, vengo en un rato.

— ¿Y dónde está él?

—Está llegando, nos vemos más tarde.

No me dijo nada pero su mirada lo decía todo, evité sentirme tan incómoda y me fui antes que dijera otra cosa. No era un camino tan largo así que me apresuré a llegar porque Gian estaba llegando también y quería estar antes que él. Le di la comida a Abner y lo subí conmigo para no sentirme tan sola y tener una compañía hasta que llegara el dueño de casa.

Me senté en su cama y en la mesa de noche había una foto de nosotros dos besándonos y al lado, el CD de la ecografía, no pude resistirme y lo agarre para ponerlo en la computadora.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora