47.

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Me había despertado varías veces en la madrugada, hasta que se hicieron las siete de la mañana y estuve definitivamente despierta junto con mi hijo. Me moría de sueño pero quería esperar a que Ema se despertara así podía llevarme a ver a Gian, podía ir sola pero no quería faltar a su pedido de no estar sola, podía ser peligroso y aunque me atrevía a ir a verlo, tenía que pensar por Noah.

Mi teléfono empezó a sonar y fue un número desconocido, me senté en el sillón estirando mis piernas y atendí. Mi sangre casi se heló cuando entendí el motivo de la llamada, ellos quería que testificara por el caso de Ana, y eso implicaba tener que justificar al implicado, que no era nadie que no conociera, de lo contrario era mi novio quien lamentablemente era el dueño del lugar donde los hechos habían sucedido.

Me levanté despacio del sillón después de cortar la llamada y fui a cambiarme, tenía que hacer una visita rápida hasta la delegación. Le dejé una nota a Ema y salí absteniéndome de las órdenes de mi novio. Me subí al auto y me dirigí a mi destino, sola.

La peor parte, aparte de todo el lugar en sí y caminar por los pabellones, era lo intimidante que me parecían las policías cuando me tocaban para saber si no llevaba nada hacia el preso, pero no traía más que mi teléfono y las llaves del auto, por lo que me dejaron pasar y me llevaron hasta su celda, sin embargo antes de llegar, escuché su voz en un tono elevado.

— ¡Te pido por favor, que me trasladen!—exigió su voz. Hice que el policía a mi lado frenara y me miró confundido, pero entendió mi punto.

— ¿Me puedo quedar acá? —le pregunté, y analizándolo un poco me dejó.

—Rápido, no es un salón de juegos esto.

—No, es un segundo.

Me acerqué sin que me viera y pude darme cuenta que estaba hablando con alguien de traje.

—Voy a hacer lo posible Gian, no me presiones más te pido por favor yo. —le dijo el hombre. Sus hermosos ojos verdes cansados se cruzaron con los míos y se abrieron sorprendidos.

—Abril.

Entonces me acerqué y pude reconocer al hombre, su abogado. Sólo lo había visto una vez, pero sabía que había hecho muchas cosas por él y estaba llevando todos los problemas legales de Gian, bien dentro de lo que podía.

—Hola... ¿interrumpo algo?

—Nada, le estoy pidiendo que me cambien de celda. —me dijo Gian, yo fruncí el ceño.

— ¿Por qué? no es que vayas a pasar mucho tiempo acá ¿no?

Ninguno de los dos dijo nada y eso me inquietó. Carlos, el abogado, fue el primero en hablar.

—Esperemos que no Abril, voy a pedir si les pueden dar minutos extras, enseguida vengo. —asintió y se fue por mi costado. Yo miré a Gian preocupada, me agarró de la mano por medio de las rejas y me obligó a acercarme.

—Hola.

—Hola. —dije apenas con voz audible. — ¿por qué querés que te cambien de celda?

Suspiró y bajó las manos acariciando mi panza

—Larga historia. —musitó, de todas las que nunca me contó. Lo miré con recelo y él intentó forzar una sonrisa tranquilizadora, pero ese no era su fuerte. — ¿no me vas a dar un beso, ni siquiera me extrañaste?

Tragué y agaché la mirada poniendo mis manos junto a las de él.

— ¿Va a ser mucho tiempo así?—pregunté. Tardó en contestar.

—No, no lo creo, ¿estás con Ema, con quién estás?

—Vine sola, necesito hablar con vos.

—Abril te dije...

—Lo sé pero es importante. —lo interrumpí, él bufó. Escuchamos las llaves del guardia y tuve miedo de que quisieran correrme, pero se acercó acompañado del abogado y abrieron la puerta para Gian.

—Visita autorizada, después hacemos los papeles, aprovechen. —nos dijo Carlos. Lo miré confundida pero abracé a mi novio tan pronto lo tuve delante de las rejas.

—Vamos. —dijo el guardia y agarrándolo del brazo a él, lo llevó haciendo que yo los siguiera. Nos dejaron estar en el parque central, estaba todo custodiado ya que había prisioneros también usando el lugar, pero nosotros fuimos libres por algún tiempo mientras estuvimos ahí, nos sentamos en el césped bajo un árbol y antes de acomodarme entre sus piernas, besó reiteradas veces mi panza.

—Me deprime esto. —dije con un nudo en la garganta. Él levantó la cabeza y me miró para acercarme más contra su pecho.

—A mí mucho peor, pero se va a terminar rápido vas a ver. —besó mi cabeza. — ¿qué tenés que decirme?

Me aparté un poco y lo miré secándome las lágrimas.

—Me llamaron para testificar...por lo de Ana.

Agachó la mirada y asintió.

—Sí... lo sé.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora