Era hermosa y perfecta. Ni muy grande y tampoco tan pequeña, tenía un jardín extenso y muy verde, dos plantas de edificios con balcón y estaba hecha de material por fuera. Era hermosa en serio y me encantó apenas la vi, el problema era el costo.
—Es hermosa amor pero cuesta mucho.
—Dejá de preocuparte por la plata, lo importante es que a vos te guste y sea cómoda.
—No dudo que lo sea, pero...
—Es una opción, no exactamente va a ser esta pero no cuesta nada mirar.
Es verdad, los dos estábamos convencidos de que era tiempo de buscar una casa porque ya no éramos más nosotros solos y pronto íbamos a necesitar un lugar donde estar en familia. La idea me maravillaba, pero el gimnasio no iba a poder sustentarnos todo el tiempo y yo necesitaba empezar a trabajar, al menos cuatro meses antes de que naciera el bebé.
— ¿Y qué otras opciones tenemos?—pregunté.
—Bastantes, ¿querés ver?
—Sí.
Pasamos la tarde mirando casas y analizando precios y espacios, quería algo que estuviera bien ubicado para que sea fácil ir a trabajar y un lugar donde el bebé pudiera jugar cuando fuera más grande, con más de tres cuartos por si algún día queremos tener más hijos o quizá sobrinos, sobrinos mejor.
El día del viaje a ver Ana llegó y antes de abordar el avión me hicieron el control por mi embarazo, me ofrecieron cambiar los asientos para que viajara más cómoda y acepté porque realmente necesitaba estar cerca del baño y la comodidad era infaltable. Había más mujeres embarazadas y Gian y yo nos sentamos en un sector de cuatro, por lo que enseguida levanté mis pies porque no había nadie enfrente y nosotros necesitábamos nuestra comodidad.
—No puedo creer que mi amiga se entere de mi embarazo recién a mis cinco meses, me va a matar. —dije pensando en la reacción de Ana. Hace tanto no la veía y ya la extrañaba muchísimo, el único contacto que tenía con ella era por medio de la doctora y aunque hace un año que estaba en la clínica, era como si siempre me dieran el mismo parte porque todos agregan que esperaban su recuperación.
Estaba ansiosa y al mismo tiempo enojada con el piloto por no empezar a volar, se suponía que teníamos que salir a las cinco y eran las cinco treinta, la gente era irresponsable. Cuando al fin el piloto se presentó y nos dieron las indicaciones yo luché con el cinturón de seguridad para que terminara de llegar a atarme.
—Después me decís que no estoy gorda. —me quejé, él rodó los ojos y se acercó a ayudarme, sólo apretó un botón y maravillosamente, el cinturón se alargó. —Gracias.
— ¡Permiso, perdón, perdón, perdón!—se escuchó, yo no miré de quien venía ese alboroto y me preparé para levantar mis pesadas piernas al extremo de los asientos desocupados.
—Señorita, no puede hacer eso, el asiento está ocupado. —me habló la chillona voz de la azafata y supuse que me lo dijo a mí. Saqué mis pies y cuando miré quien estaba ocupando el lugar, era una señora con una tenue sonrisa.
—Disculpame.
—Discúlpeme usted.
Ella se sentó y se puso de costado para ayudar al nene que tenía al lado a sentarse, lo miré bien y mi corazón se encogió. Era un pequeño nene calvo de menos de ocho años que se veía cansado y débil, sus labios estaban hinchados y sus ojos violetas, dos pequeños tubos se unían en sus fosas nasales y a su lado instalaron un tubo de oxigeno, más grande. El nene me miró y me dio una sonrisa cansada, le respondí tímidamente.
—Hola.
—Hola. —dijimos Gian y yo al unísono, él sacó su manito de adentro de su colcha y la extendió. Gian la aceptó primero.
—Soy Noé.
—Gian.
—Qué buen nombre.
—Gracias, el tuyo también. —le sonrió y me extendió la mano a mí, antes de poder aceptarla él la agarró y se levantó para besar el dorso de mi mano. Las lágrimas quisieron nublarme la vista y la señora que venía con él se rió un poco.
—Hola ¿cómo te llamas?
—Abril. —dije como si yo fuera la nena chiquita que había que tratar con cuidado.
— ¿Cuántos años tiene tu bebe?
—No son años hijo, de hecho cuando nazca van a empezar a ser meses. —le explicó su mamá y él la miró atento. La señora nos miró y nos dio una sonrisa. —felicidades, ¿de cuánto estás?
—Gracias, cinco meses. —respondí y ella me extendió la mano en saludo.
—Soy Clara.
—Un gusto Clara.
— ¿Cuantos años tenés vos?—le preguntó Gian a Noé.
—Tengo siete, ¿vos?
—Veinticinco.
—Estás viejo. —se rió el nene con todos nosotros.
El piloto anunció que estábamos por despegar y llegó el momento que le tenía miedo, pero Gian agarró mi mano y con la otra la sostuve en mi panza. Noé no dejaba de mirarnos y noté en su mirada que aún cansada brillaba con inocencia. Estuvo haciéndome algunas preguntas a mí y a su mamá sobre el bebé un buen tiempo de viaje, lo que me hizo divertirme porque pensé que iba a ser más aburrido.
Yo necesitaba ir al baño constantemente y como siempre Gian me trataba como un cristal y me esperaba afuera de la capsula, cuando volvimos después de mi sexta vez en dos horas Noé ya estaba dormido en el regazo de su mamá, quien tenía los ojos muy abiertos y miraba tiernamente a su hijo.
— ¿Se cansó de esperar?—pregunté ya que él había hecho esa promesa de esperar a que termine de ir al baño, pero la fila era interminable. Ella me sonrió.
—Ya estaba cansado.
Yo también lo estaba, cruzamos algunas palabras con ella y me acomodé en el pecho de Gian.
—Amor creo que quiero ir al baño de nuevo. —le dije en el oído, él suspiró.
—Acabamos de ir.
—Lo sé, pero vos sabes cómo es tu hijo, no me deja en paz.
—No hables así de mi hijo.
Me reí y nos levantamos nuevamente para ir al baño. Esta vez cuando volvimos, Clara tenía los ojos brillosos y noté cuando una lágrima cayó por su mejilla.
— ¿Está bien?—le pregunté y ella me miró secándose las lagrimas.
—Sí, estoy bien gracias. —me dijo dulcemente. Pero no pude dormir y Gian tampoco, los dos la mirábamos y yo estaba preocupada, algo tenía que pasar y ella no nos decía mucho obviamente.
— ¿Qué tiene?—le preguntó Gian a la señora, ella miró a su hijo y después a él.
—Cáncer en los pulmones y leucemia, si, una mierda. —dijo con una sonrisa amarga.
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Quedándose para Siempre.
Teen FictionGian había aprendido a quedarse y Abril a seguir siendo paciente con su entrometido novio. Todo cambió desde el día que esos ojos verdes se cruzaron en el camino de ella y aún así juntos, todo iba a seguir cambiando. La responsabilidad de parte de l...