50.

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Apenas Gian estuvo libre de las esposas, salté a abrazarlo y él me abrazó también tan fuerte pudo y mi panza le permitió. Derramé algunas lágrimas que él secó cuando agarró mi cara entre sus manos para mirarme a los ojos.

—Ya está mi amor, ya nos vamos a casa. —me dijo y yo asentí nublada de lágrimas y lo volví a abrazar.

El camino se hizo eterno y tuve un tiempo para dormir entre los brazos de mi novio. Brian manejaba muy lento porque su capot no podía trabarse y era obligatorio ir lento aunque también era peligroso. En mis sueños, escuchaba como Gian le contaba a Ema algunas cosas de la razón por la cual estuvo en prisión y porqué tenían que testificar ellos, esperaba que tuviera algún sentido para ellos porque no quería más interrogatorios por mucho tiempo.


— ¿Por qué no me lo dijiste?—me preguntó mientras pasaba el jabón por mi panza. Yo tragué. —Abril...

—No tiene importancia ya.

Él suspiró.

—Amor es muy importante para mí saberlo, yo...

—No hubiera cambiado nada Gian, de todas formas dejaste de ser su amigo.

—Abril te tocó, como...—no pudo terminar, cerró los ojos frustrado.

—Estoy muy cansada de verdad, vayamos a dormir ya por favor. —le pedí.

Asintió y terminé de enjuagarme el cuerpo rápido para salir de la bañadera.

—Pero esto no va a terminar así. —dijo.

Mis ojos ya estaban cerrados y mi conciencia se había ido, pero mi razón seguía sintiendo las caricias de Gian en mi panza, como si fuera su momento para conectarse con Noah sin que yo tuviera que intervenir. Podía entender la frustración que tenía con respecto a Dino, por eso es que yo no quise decir nada, pero él no lo entendería de esa manera, ya que Dino dejó de ser su amigo hace mucho tiempo.

En la mañana cuando me desperté, había podido evitar el tema, sólo por el simple hecho de que Noah se había levantado un poco inquieto y su papá estaba fascinado hablándole a mi panza y prometiéndole el sol, la luna y las estrellas, como si realmente el mundo al que iba a llegar fuera eso, pero me gustaba escucharlo de esa manera.

—No sé que hubiera hecho si... seguías más tiempo ahí. —dije cuando volvió a mi altura a seguir con su desayuno. Sus ojos verdes estaban un poco más claros con el sol que pegaba y eso simplemente me hacía perder, de la misma manera que a él.

—Fue horrible. —murmuró y acarició mi panza. —pero no iba a dejarlos solos... los necesito.

—Y nosotros te necesitamos a vos. —suspiré, él me miró a los ojos por un segundo y después miró mis labios, despacio se acercó y me besó, abrazándome por la cintura, apoyó su frente contra la mía.

—Los amo mucho, son todo lo que necesito para vivir. —susurró poniendo su mano arriba de la mía sobre mi panza, cerré mis ojos y dejé que él besara desde mi sien hasta mi barbilla.

—Nosotros te amamos a vos.

Noah ya se había dado vuelta en mí y podía sentirlo cada vez que se movía aunque no era tan frecuente como antes, más bien era a la noche cuando me relajaba de un día estresante. El último trimestre de embarazo, estaba en proceso y era muy sofocante para mí y para Gian. Yo, según él, me había vuelto más insoportable, no había nada que no me molestara y estorbara mis ideas. Ahora sólo había una sola cosa que esperar y era el día del parto.

Todos estaban usurpando mi espacio personal desde que entré en el octavo mes, estaban tan pendientes de mí que llegaban a sofocarme, me decían qué hacer y de repente ellos sabían más que yo de mi propio estado, desde mi ahijado hasta Abel. Me estresaban. Días antes de que mi panza explotara, organizamos juntos su ropita y bolso para el día que naciera, cada vez que Gian salía del gimnasio venía con un nuevo juguete para nuestro hijo y para el cuarto nuevo que quedó precioso según yo, tal cual lo quería, estaba tan feliz pero un poco susceptible también.

Aunque la doctora dijo que mi panza estaba perfecta y seguía siendo normalmente chica para estar en los ocho meses, a mí me pesaba demasiado para mi delgada fisonomía y eso me ponía un poco histérica la mayor parte del tiempo, pero adoraba verla crecer y saber que dentro de ella estaba mi hijo, que muy pronto iba a estar con nosotros.

Habían llegado las maderas que Gian pidió y estaba acomodándolas en el garaje mientras yo me cambiaba para ir a una cena junto a mi familia. Él estaba convencido de que iba a ser esa barca que su papá había hecho en miniatura y tenía encerrada en una caja de cristal en el cuarto del bebé. No sé por qué quería hacerla, pero era su sueño construirla y por alguna razón eligió el nacimiento. Estaba fascinado y alterado conmigo que un poco de paz haciendo eso, no le vendría mal.

Un celular empezó a sonar y sé que fue el de él. Lo agarré de la cama y vi que era un mensaje de Clara, la mamá de Noé. Hace tanto que no sabía nada de ellos que mi corazón empezó a latir con fuerza.

Hola Gian, yo sé que no querés decirle nada a Abril pero Noé está muy mal, espero que puedan venir a verlo pronto ya que los menciona seguido.

Bajé las escaleras tan rápido pero cuidadosamente pude y caminé con las piernas temblando hasta el garaje.

— ¿Por qué no me dijiste que Noé estaba mal?—le pregunté directamente, él se levantó y me miró confundido, se acercó a agarrar el teléfono para ver el mensaje y suspiró cambiando la expresión al mirarme.

—Porque por más que quieras ir a verlo, no vas a poder. —me dijo. Se me nubló la vista de lágrimas e intenté reprimir un sollozo pero fallé, mi llanto me interrumpió la respiración por un segundo y sin poder evitarlo, lloré.

— ¡Quiero ir a verlo!—le pedí y lo sentí rodearme mientras me abrazaba.

—No podes amor, no podes viajar ahora.

— ¡Gian pero está mal!—titubeé.

—Lo sé pero no podemos arriesgarnos con Noah a punto de nacer.

—No quiero que se muera. —lloré, él suspiró y me abrazó un poco más fuerte.


Fueron, literalmente, los peores días que podría haber deseado en el embarazo, ya de por sí me sentía muy mal por todo lo que conllevaba el nacimiento, y emocionalmente nada me podía ayudar porque lo remontaba a la tristeza de inmediato. Saber que Noé la estaba peleando para sobrevivir me tenía devastada, entendía que lamentablemente ese era su final, pero era tan injusto que no quería asimilarlo.

—Voy a hacer el último intento. —dije y marqué nuevamente el número de Clara. Le rogué a Dios que me atendiera y al final el cuarto tono, el teléfono se puso en línea.

— ¿Hola?


Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora