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  • Dedicado a A todas mis fieles lectoras
                                    

UN AÑO DESPUÉS.

Al mismo tiempo que buscaba mi celular por estar sonando, escuchaba los pasos en la escalera.

—Dame hijo me los vas a romper. —le dijo Gian a Noah que los tenía en brazos, sin darme atención, ellos salieron al patio y yo atendí el teléfono con una llamada desconocida.

— ¿Hola?—pregunté, pero nadie contestó del otro lado por unos segundos, fruncí el ceño— ¿hola?

Alguien se aclaró la voz, miré la pantalla para ver el número pero solo decía que era desconocido.

— ¿Hola?—volví a insistir.

—Hola. —dijo al fin la voz de una mujer, un escalofrío recorrió mi cuerpo y tragué para aclarar mi garganta.

— ¡Papá!—chillo Noah y me congelé. Fue inevitable que ella no lo haya escuchado, incluso la risa de Gian también pudo escuchar. Inmediatamente la línea se cortó y mi corazón se contrajo.

La mamá de Gian había llamado, yo sabía que era ella.

Me quedé unos minutos pensando sin poder creerlo y dejé el celular en la mesa para ir a la ventana a verlos.

Sonreí cuando vi al pequeño monstruos correr hacia su papá que lo esperaba con los brazos abiertos, los dos estaban sin remera y tanto Gian como Noah tenían gorra, la única diferente entre ellos era que Noah solo tenía un pañal y Gian un pantalón de playa. Hacía tanto calor que no sabía si resistirme a salir a reprocharle a mi marido si le había puesto protector, o quedarme observándolos como acostumbraba.

Ellos dos me enamoraban, eran el uno para el otro, desde que Noah nació logró en un segundo lo que yo tardé por dos años; cambió a Gian completamente, ahora era un hombre totalmente diferente que dedicaba su vida a su familia y nada más, ya no se juntaba con sus ex amigos, no fumaba, hablaba e incluso se reía más, admiraba profundamente en quién se convirtió, sólo por voluntad propio, la única cosa que tenía pero amaba locamente era su forma reservada de ser, con los demás. El Gian sin palabras y serio, estaba pero ese ya era su elección.

Le estaba enseñando a jugar a la pelota mientras que Noah lo corría por todos lados a él y a la pelota, cuando se enojaba Gian lo levantaba y lo besuqueaba todo.

— ¡Papá, papá!—lo llamó. Mocoso, la primera palabra que había dicho era Papá y aunque Mamá también balbuceaba, Papá parecía serle más fácil y claro. Gian se agachó con la pelota a su lado, le ató los cordones de sus zapatillas y le puso un puchero que Noah besó. No podía amarlos más, salí al patio y Gian levantó sus verdes ojos para mirarme y después bajar un poco, su media sonrisa se formó entre sus labios.

—Basta. —le dije y él soltó la pelota para atraerme de la cintura hasta su cuerpo caliente y desnudo. Se acercó a besarme mientras yo hablaba. — ¿le pusiste protector?

—Ajá. —musitó sobre mis labios sin importancia, él quería besarme y yo miraba atentamente a Noah que no nos mirara. Mordió apenas mi labio inferior y me obligó a responderle.

— ¡Mamá!—chilló Noah y tuvimos que separarnos, antes de que lo pudiera levantar, Gian lo agarró y lo subió hasta arriba de su cabeza.

— ¿Qué querés ahora, eh? ¿Qué querés monstruo?

— ¡Papá!

—Dale un beso a mami. —lo bajó hasta mis labios y Noah me dio un beso, lo que me hizo reír. —y ahora un beso acá.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora