27.

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Sentía que nadie me entendía, ya ni siquiera mi propio novio quería entenderme y eso me molestaba muchísimo. Después quería que no sea tan histérica, pero él no me ayudaba en nada tratándome como si lo que me pasaba no fuera la gran cosa. Se suponía que íbamos a ir a una ecografía para saber el sexo del bebé, pero si ese pantalón no me entraba, no sabía qué mierda ponerme porque no todos lo que tenían eran del mismo talle, y haber crecido un poco me dificultaba las salidas.

Es cierto que estaba comiendo muchísimo más desde que las nauseas se habían ido, pero no era mi culpa que existieran comidas tan ricas y mucho menos que yo las quiera comer, el bebé es el culpable y lo sabía porque una de las amigas de Ema que era obstetra, me dijo que eso iba a pasar, aumentar de peso más de lo que necesitaba el bebé.

Mi puerta se abrió bruscamente y Gian entró bufando.

—Dale Abril, ¿qué te pasa ahora?

—Lo mismo que me pasaba hace diez minutos atrás. No me entra ningún pantalón.

— ¿Podes apurarte?, ya estamos llegando tarde. —se quejó, lo sentí agarrarme de las piernas y forzarme a darme vuelta.

— ¡Dejame!

—Apurate, ¿qué parte no entendés de que tenés que apurarte?

—No quiero ir.

No lo escuché y entonces supuse que se fue, estaba por darme vuelta para ver y de repente sentí como me estaba levantando, lo que me hizo gritar.

— ¡Bajame, bajame, bajame!—empecé a chillar y a pegarle en el pecho, pero cuando me di cuenta ya estábamos saliendo del departamento y toda mi familia se estaba riendo. — ¡Bajame estúpido!

—Te cambias en el auto.

— ¡Gian no!, ¡No, no, no Gian!—grité histérica y cuando estuvimos bajando las escaleras para ocultarme del encargado, me escondí en su pecho llorisqueando histérica.

— ¿Está todo bien Gian, Abril?—preguntó el encargado preocupado.

—Sí todo bien, algunos problemitas de madurez nada más. —le contestó él y yo le pegué fuerte en el pecho. — ¡Auch!

Cuando me dejó en el suelo me miró algo asombrado, yo era un asco. Tenía el pantalón desabrochado y solamente una sandalia, mi remera estaba subida y una de las mangas se estaba cayendo, sin contar que se me veía toda la panza y el bebé que quería empezar a notarse. Mi maquillaje era terrible al igual que mi pelo, y era consciente de todo.

—Tres horas y ¿es lo mejor que pudiste hacer?—preguntó bajándome la remera, me quejé y él bajó las manos para intentar abrocharme el pantalón. Levantó ambas cejas cuando lo intentó. —era cierto.

— ¡Sí!—me quejé histérica, tenía una sonrisa en los labios que yo misma quería borrar con una piña pero me controlé porque primero estaba la seguridad de mi bebé. Lo vi acercarse corriendo a mi papá con algo en la mano y cuando se acercó hasta que pudo recuperar el aliento, levantó su mano enseñándome lo que tenía.

—Te olvidabas esto. —dijo cansado y apenas levantó su mano para mostrarme mi otra sandalia, me hizo sonreír.

—Gracias pa. —lo abracé y agarré la sandalia, se fue saludándonos a ambos y Gian rodó los ojos.

—Compras un pantalón de camino, estamos llegando tarde. —me empujó dentro del auto y me quejé pero le hice caso.

Buscar un pantalón que pudiese ser cómodo para los dos y que me quedara bien, no fue fácil de encontrar, de hecho entre la búsqueda el horario empezó a corrernos y llamé para reprogramar la cita una hora más tarde, sin embargo a Gian eso no le gustó nada y se quedó totalmente callado hasta que pude encontrar un pantalón que me entrara.

—No podes estar tan enojado, escandaloso apagá eso. —le dije mientras salíamos y él prendía un cigarrillo, pero no lo apagó y el humo me hacía mal, nunca me había molestado tanto como ahora. — ¡Gian!

—Alejate Abril, no me jodas.

Rodé los ojos e hice lo que me dijo, me alejé. No iba a afectarme su mal humor porque yo me sentía esplendida, tenía puesta ropa nueva y había comido lo suficiente como para querer más dentro de muy poco tiempo. Él había sido extremadamente tierno conmigo y con mi panza las últimas semanas que nos dimos cuenta como crecía y yo sabía que me alteraba un poco de vez en cuando, pero él era un ángel y sabía comprenderme, excepto esta vez que deduje que su enojo estaba principalmente porque la ansiedad que tenía de hacer la ecografía iba muchísimo más lejos de lo que podía imaginar, y aunque yo también estaba nerviosa y muy ansiosa, solamente era una hora que realmente necesitaba para no ir con un pantalón desabrochado.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora