34.

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— ¿Crees qué podes ir sola?—me preguntó Gian cerca del oído. Asentí y él me empujó suavemente. Tragué y obligué a mis piernas a caminar, me di la vuelta y asintió alentándome. Respiré hondo y seguí a la doctora que me llevó por un pasillo y en la cuarta puerta blanca, la abrió.

— ¿Ana estás durmiendo?—preguntó entrando, observé cada detalle de la habitación y era completamente estéril y desolada con una cama donde mi amiga yacía acostado dada vuelta. No había nada más que paredes blancas y edredones del mismo color.

—Mmm...

—Tenés una visita.

Ella se levantó y la doctora me dio el pase, apenas vi a Ana los ojos se me llenaron de lágrimas.

— ¡Abru!—gritó y casi corrí hasta a ella a abrazarla.

—Las dejo solas.

Las dos sollozamos y yo empecé a llorar sin dejar de apretarla. La sentía muy delgada incluso mucho más pequeña de lo que recordaba un abrazo de ella, sus brazos me rodeaban débilmente a pesar de que intentaba hacerlo con fuerza.

—No puedo creer que viniste. —sollozó, nos separamos y yo la miré de pies a cabezas. Ana ya no era Ana. Estaba muy delgada y demacrada. — ¡Mierda estás embarazada!

—Sí. —me reí secándome las lágrimas, ella tocó mi panza y me miró con los ojos abiertos de par en par.

— ¿De cuánto estás?

—De cinco.

— ¡Abril!—gritó y las dos nos reímos uniéndonos en otro abrazo a pesar de su queja.

Nos fuimos a sentar al parque aisladas de todos los pacientes y ella no dejaba de tocar mi panza y sonreír mientras nos acomodábamos en el césped.

—Gian papá es... no puedo creerlo. —se rió

—Yo tampoco, pero creeme que por lo que llevamos, es perfecto.

—No lo dudo, lo fuerte es por fuera. —dijo y no pude estar más de acuerdo.

— ¿Cómo estás vos?, me dicen que el tratamiento va muy bien.

—Sí, va bien aunque es un poco difícil.

— ¿Por qué?

—No es la droga la que necesito, no es lo que quiero superar. —dijo con voz amarga, yo acomodé un mechón detrás de su oreja. —Sabía que iba a pasarme esto, lo que no pensé es que Dino iba a dejar que en serio sucediera.

—No entiendo.

—Amé y me equivoqué, él no era como pensaba.

Tragué un repentino nudo en mi garganta y en mi cabeza, entendí todo.

— ¿Por qué dejaste que él te hiciera eso?

—No sé, estaba ciega, necesitaba estar drogada, quería hacerlo por él.

—Ana...

—Nunca voy a poder pagarte todo lo que hiciste por mí, no tiene precio, nada de lo que haga va a pagarte lo que hiciste Abril, estoy muy agradecida en serio.

—Quiero que te recuperes y olvides a ese estúpido.

Ella asintió.

Dino y Ana llevaban saliendo a escondidas de todos, se suponía que se amaban o eso creyó ella. Pero él la traicionó dejando que entrara al mando de Jaime, un narco bastante pesado en el ambiente, su propósito era tener a bastantes drogadictos bajo control y algo más pero sólo eso quiso decirme. Ahora entendía cuando Gian le dijo que la había traicionado y ella había aceptado. Ella se vendió por amor y su amor, nunca le correspondió.

— ¿Gian vino con vos?

—Sí, creo que está adentro.

— ¿Puedo verlo? quiero hablar con él. —dijo. Asentí y nos levantamos para ir a buscarlo.

Él estaba hablando con un chico vestido igual que Ana y cuando nos vio, miró algo sorprendido y saludó al chico para acercarse a nosotras.

—Papá Gian Franco Trascow, eh. —bromeó ella, él hizo una media sonrisa. —Felicitaciones.

—Gracias.

— ¿Puedo hablar un minuto con vos?

Lo mire y asentí, entonces él se fue con ella. Me acerqué hasta la recepción y pedí hablar con la doctora de Ana, personalmente.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora