6.

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Cuando estuve mejor de ánimo bajé con papá y tanto Peter como mamá estaban ya preparando el almuerzo, ellos querían que yo los ayudara pero no quería ni acercarme porque últimamente había olores que no podía soportar de la cocina, ya que lograban hacerme vomitar instantáneamente por los síntomas que el embarazo me provocaba.

—Tía Abru ¿vamos al agua?

—Sí, vayan yendo que yo me voy a cambiar. —le dije a mi sobrino y se fue junto a mi hermana al patio, mientras que yo subí a mi cuarto para cambiarme y agarrar el celular, tenía un mensaje de Gian y rápidamente lo abrí expectante.

Perdoname por ser tan estúpido y reaccionar así, te prometo que nunca te voy a dejar ni a vos ni a nuestro bebé y vamos a salir adelante juntos, te amo y ya amo muchísimo a nuestro hijo o hija.

Me tomé mi tiempo de leerlo varias veces y tragué el nudo en mi garganta, el corazón me latía con fuerza y la sonrisa parecía que me iba a partir la cara, mi humor cambió rotundamente y era increíble que siguiera siendo gran productor de mis emociones.

Sé que si mi amor, te amo demasiado y sé que vamos a salir adelante juntos con nuestro bebé, yo también estoy amando a este pedacito de vos en mí.

No perdíamos esa costumbre de entendernos mejor con palabras escritas, él principalmente se sabía expresar mejor y yo lo aceptaba, porque después de alguna pelea o cualquier cosa, los hechos demostraban que realmente sentía lo que escribía y por eso lo amaba, porque a pesar de todo siempre me hacía sentir correspondida.


Al ponerme el biquini me miré por primera vez en el espejo entera y pude ver mi estomago, todavía estaba plano pero sabía que tenía a alguien dentro ahí esperando por crecer. El mensaje de Gian me había cambiado totalmente el ánimo y estaba ansiosa por volver a casa y hacerme una ecografía, quería saber todo de él, su peso, su tamaño, sus días en mí y cada cosa que conllevara tener un bebé, si bien era poquito, ya estaba conmigo y me alegraba el alma.

Bajé y apenas papá me vio me sonrió y bajó su vista a mi estomago, le hice seña para que no dijera nada y él asintió. Salí a la parte trasera de la casa y Peter estaba jugando en el agua con Santi mientras Pia tomaba sol.

—Ahí viene la tía Abru.

— ¡Metete tía!

—Si amor, ahí voy. —le sonreí y dejé mis cosas al lado de mi hermana para meterme. El agua estaba algo fría pero con el calor que hacía no me importaba, tenía que acostumbrarme.

Santi me quería mostrar todo lo que hacía en el agua y no dejaba que hablara con Peter, pero en un momento cuando se cansó de ser el rey del agua, se puso a jugar solo y yo pude hablar con mi hermano.

— ¿No va a venir Gian?

—Está haciendo muchos trámites.

—Mamá cree que se pelearon. —dijo y yo rodé los ojos.

—No sé por qué mamá cree eso, pero no, no nos peleamos y todavía no estoy casada con él como para hacer todo juntos, puedo venir a visitar a mi familia sola.

—Si lo sé, por eso le dije que no creo que pase nada, aparte Gian es....parece tu chico perfecto, no sería tan estúpido de dejarte.

Yo sonreí y asentí.

—Sería muy estúpida yo si lo dejara ir, para mí sí es mi chico perfecto.

—Sí, lo sé. —me dijo mi hermano.


Cuando me desperté en la mañana al día siguiente, ya empezaba a ser todo un caos, mamá y Peter estaban hechos dos locos y Santi estaba totalmente descompaginado, iba a venir mucha gente, desde la familia hasta amigos y amiguitos de él. Papá me había hecho mi desayuno y sacó de mi vista cualquier cosa que pudiera hacerme vomitar, me hacía sentir tan bien que él sea tan atento y me cuidara, e incluso que preservara mi secreto.

El trascurso del día estuvimos decorando la casa y el jardín, todo era de la película Los vengadores pero más que nada de Capitán América, y Santi estaba eufórico con todo lo que veía. Como a las cuatro de la tarde empezaron a llegar muchos nenes chiquitos y familiares, como mis primos que no veía hace tiempo, tíos y abuelos también. Todos me preguntaban por mi novio y a todos les tenía que dar la misma explicación, ellos lo habían conocido en la navidad y no me había gustado nada cómo lo miraban mis primas, pero era parte de Gian que tuviera ese perfil tan fuerte, el problema y para mí un alivio es que él era tan serio en ese sentido que no les daba atención y ni siquiera sonreía con falsedad, nada. Serio. Mi familia lo adoraba, pero para mis familiares y amigos él era algo antipático y era porque no se dejaba conocer más que su nombre.

Cuando quise darme cuenta, había demasiada gente en el patio trasero de mi casa y ya me ponía histérica porque todos corrían y gritaban, al menos los nenes que jugaban con Santi a las picadas y esas cosas. Verlo a Peter tan estresado pero orgulloso de su hijo, me hacía enorgullecerme a mí del hermano que tenía, y estaba segura que si Gian me hubiese dejado, yo habría reaccionado de la misma forma, ya que era mi ejemplo a seguir, y lo iba a ser en cada aspecto que tenía para cuidar a mi hijo, sólo esperaba ser la mitad de buena madre como él lo es como papá, ya que fue las dos cosas en la vida de su hijo.

— ¿Y tu novio Abru?—preguntó mi prima. No exactamente yo tenía mucha simpatía con ella, no éramos tan unidas y tampoco me había gustado su forma tan evidente de mirar a Gian en navidad, pero no me preocupaba tanto después de todo, él ni la había registrado cuando le comenté mi inquietud, no recordaba su cara.

—No pudo venir, ¿el tuyo?

—Está por ahí. —dijo y noté que quería empezar una conversación, pero me llamaron y me di la vuelta rápido.

— ¡Abru!

Mis tres amigas del secundario entraron a mi casa y yo me acerqué rápido hasta ellas para saludarlas, ya que no las veía hace muchísimo tiempo y siempre habían tenido afinidad con mi familia.

—Ay chicas, las extrañé. —les dije mientras saludaba a cada una, siempre habían sido mis amigas aunque las principales eran Ana y Ema ellas siempre estuvieron conmigo.

—Sí nosotras también, nos enteramos que estás por abrir un restaurante allá. —dijo Jana y yo asentí aunque no me convencía a mi misma todavía.

—Si, en eso estoy, todavía no empecé pero creo que para fin de año algo podría hacer.

Nos sentamos las tres a hablar en una mesa y en una hora nos habíamos contado la vida entera de cada una. Amelia estaba estudiando abogacía e iba por el primer año pero ya estaba trabajando en un estudio, Lourdes estaba estudiando para ser doctora forense y Jana ya hacía las prácticas de su carrera, maestra jardinera. Yo les conté un poco de mi vida, de Ema, y de Ana sólo dije que estaba bien y que la veíamos a veces porque ya no vivía con nosotras. No quería decir mucho porque lo que pasaba sólo lo sabíamos Ema, yo y su familia nada más.

Todo iba marchando perfecto cuando me levanté a buscar algo para comer y que no me causara nauseas, cuando escuché la voz de Peter.

— ¡Gian!—dijo sorprendido y yo me di vuelta enseguida.

Gian estaba saliendo de la casa con mi papá y se acercó a abrazarlo a Peter, mi corazón amenazó con salirse de mi pecho y mi sensibilidad me jugó en contra otra vez. Todo en mí se resignaba en ese hombre y no podía creer que había venido, realmente estaba acá.

Detrás de los anteojos empezó a buscar con la mirada, y cuando me encontró hizo su hermosa media sonrisa haciendo que se me llenaran los ojos de lágrimas. 

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora