18.

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El lunes fui a hablar con Kike y él no podía creerlo, todos me felicitaron y abrazaron, pero el problema del empleo venía justo después. Podía trabajar pero la verdad es que no quería, me había informado bastante y era mucho mejor que me cuidara los primeros tres meses así poder hacer bien su proceso, podría volver a trabajar en el cuarto mes y hasta que diera a luz podía seguir. Había hablado con Gian y él estaba de acuerdo, pero siempre y cuando tuviera mucha cuidado.

Llamé al señor Morales y me dijo que no había problema que fuéramos el miércoles, eso me tenía muy ansiosa y eran muchas buenas noticias para una sola semana. Ahora sólo dentro de mí, me faltaba algo que quería hacer, pero iba a dejarlo para la próxima semana o quizá cuando mi familia se fuera. Me moría por ver las caras de todos cuando les dijera, ansiaba mucho verlos también por culpa de mi sensibilidad.

La noche del martes yo estaba muy ansiosa y casi que me mordía las uñas, pero no iba a arruinarlas, quería irme ya a adormir así sólo me levantaba y firmaba al fin esos papeles y el lugar podía a ser mío. Gian se iba a quedar a dormir conmigo porque quería ir también y todo lo que logré fue que empezara a callarme con besos porque no podía dejar de hablar de mi local. Los besos se volviéndose un poco más exigente, y me obligué a mi misma a callarme. Se cernió sobre mí sin aplastarme y profundizamos la intensidad, bajó una de sus manos de mi cintura haciéndome caricias que resonaron en mi vientre e inspiré para apartarlo un poco.

—Pará Gian. —le pedí, pero bajó los besos por mi cuello y un poco más. Me gustaba, era algo que nunca iba a superar pero no me sentía cómoda para hacerlo, Ema estaba del otro lado y teníamos un trato aunque ella no siempre lo cumplía. —Gian pará. —dije de nuevo e intenté respirar, lo quise empujar pero él se negaba. —Hey amor.

— ¿Qué? No seas así. —habló sobre mis labios. —no lo hacemos hace días, ¿ya no te gusto?

— ¿Qué decís tonto?, no es eso es que está Ema del otro lado. —le dije entre besos sonriendo.

—No me importa.

Volvió a bajar por mi cuello y bajó a mis pechos por encima de la ropa, estaban algo sensibles mis pezones últimamente y no pensé que debería darle la razón a un blog, pero me parecía que era parte del embarazo. Sentí su mano entrar por debajo de mi remera acariciando mi espalda hasta llegar al borde del corpiño, pero lo aparté.

—No me siento cómoda con Ema del otro lado. —volví a decir mirándolo a los ojos.

—Nosotros no somos ruidosos como ellos.

—Lo sé pero...—suspiré y con cuidado salí de su agarre. —no tengo mi cabeza acá y sabes que no me gusta cuando está alguien.

Bufó y se levantó enojado, se fue al baño y de ahí cerró la puerta fuerte haciéndome saltar, no lo estaba evitando pero necesitaba mi tiempo para volver a la rutina y él tenía que entenderlo. Quería estar bien descansada y lo conocía bastante como para darme cuenta de que no estaba enojado, o al menos no me hablara por algún rato, después se iba a olvidar, era como los nenes en ese sentido. No tenía tiempo para pensar en eso, así que me di vuelta en la cama y me tapé para conciliar el sueño.


—Firme acá, y usted acá. —dijo Frías dándome un papel, lo atraje hasta a mí con la mano y él me entregó la lapicera. Firmé con mi nombre y le pasé el papel al señor Morales, él también lo firmó y yo volví a escribir mi nombre en el suyo.

— ¿De acá se trasfiere el dinero?—preguntó el señor Morales.

—Sí, eso lo puede hacer usted mismo en el banco llevando el papel que la señorita firmó.

— ¿Y eso es todo?

—Sí es todo, señor. —le dijo Frías. —el local ya le pertenece a la señorita Ojeda.

Me miró a mí y yo le sonreí de par en par, al fin el local era mío.

Después de saludarnos mutuamente y felicitarnos por la increíble transacción que habíamos hecho, Gian y yo nos apresuramos a irnos para festejar lejos, yo grité de la emoción y él me abrazó estimulando mi alegría.

—No te mereces ni que te bese, pero sé hacer excepciones. —dijo y se acercó a besarme, me reí y pasé mis brazos por su cuello mientras profundizaba el beso. Todavía estaba un poco resentido desde anoche, pero no importaba eso justo ahora.

— ¡No puedo creer que al fin es mío!—chillé y me aparté un poco para mirarlo, él besó mi sonrisa.

—Te felicito, al fin vamos a cumplir tu sueño.

—Sí, mi sueño. —respiré hondo y lo abracé fuerte. —No tenés idea lo feliz que estoy, porque aparte de ser mi sueño es el futuro de nuestro bebé.

— ¡Que bebé más suertudo! —dijo haciéndome reír mientras me acariciaba el vientre. —lo importante es que ahora tenemos una base para él, y de a poco vamos a ir construyendo eso que tanto querés.

—Sí, no puedo esperar.

Agarró mi cara entre sus manos y dándome pequeños besos pausados, me dijo eso que tanto me gustaba escuchar.

—Te amo

—Te amo. —dije y lo abracé escondiéndome en su cuello.


Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora