Lo observé de nuevo y no dejaba de mover el pie contra el suelo nerviosamente, frotaba sus manos en el jean y sus dedos jugaban inquietos en sus rodillas, inspiré hondo y decidí no mirarlo más porque me estaba poniendo nerviosa a mí. Miré hacia el pasillo y el doctor que me había atendido por primera vez se acercaba hacia su consultorio, era lindo y joven, pero Gian no quería que fuese él quien llevara el embarazo a cabo y la verdad yo tampoco, era intimidante. Él pareció reconocernos y se acercó ampliando su sonrisa.
—Hey, ¿Abril verdad?—me preguntó extendiendo su mano, yo la acepté y asentí.
—Sí, hola.
—No te vi más por acá, ¿cómo va esa pancita?
—Es que cambiamos de seguro, pero bien gracias.
—Bueno si necesitas algo, avisame.
—Si gracias. —dije aunque no entendí eso, el doctor se fue con una sonrisa y miré con cautela a Gian, por suerte miraba hacia otro lado. —Gian...
Se levantó de la silla y se fue sacando el paquete de cigarrillos de su bolsillo. Suspiré y me senté para atrás poniendo mi cabeza sobre la pared. Todavía faltaba media hora para que nos atendiera y no quería entrar a ver algo tan importante con el mal humor que él tenía, por lo que me levanté y salí afuera buscando por donde podía estar y no estaba tan lejos. Estaba apoyado en la pared fumando, o más bien consumiendo en segundos ese cigarro que tanto odiaba, cuando me vio su mirada descendió hacia mi estomago, no dejaba de hacer eso últimamente y aunque me fascinaba, me costaba acostumbrarme.
—Es importante esto como para que entres tan enojado. —le dije sacándole el cigarrillo para tirarlo y aplastarlo, él no me miró. —perdón amor, no te enojes.
No respondió.
— ¿Me perdonas?
—Es que no sé si mantener la calma porque todavía quedan cinco meses o ignorarte.
—No, no me ignores, te prometo que me porto bien. —me abracé a su cuerpo y escondí mi cara en su pecho. Él suspiró y de a poco cedió a sólo abrazarme con una mano.
—No sos vos Abril, son las hormonas, el bebé...el puto doctor. —dijo apretando los dientes, yo sonreí un poco y levanté la vista.
—Acepto hormonas y bebé, pero doctor...a estas alturas la confianza tiene trono me parece. —levanté una ceja.
—Es por eso que digo, no sos vos. —dijo rodando los ojos.
—Bueno perdoná al bebe por lo menos, pero no seas indiferente ya sé que hice mal en perder el turno, pero...
Respiró hondo y dejó caer su frente contra la mía.
— ¿Que voy a hacer con vos mi amor?—preguntó exhalando.
—Cualquier cosa, pero que no incluya dejarme.
— ¡Abril!—se quejó apartándose y yo le sonreí acercándome de nuevo, pero esta vez a buscar sus labios.
No había ninguna parte de mi cuerpo que no temblara, la doctora notó no solo mi nerviosismo si no que el de Gian también. Ella era dulce y para el favor de los dos, era una señora mayor de cuarenta años, la habíamos visto sólo una vez antes y hoy era nuestra segunda cita con ella, pero por una ecografía. Primero hizo el chequeo general en mí, dijo que los dos kilos que aumenté, eran míos. El bebé no debía pesar un poco más de cuarenta gramos, lo que fue realmente decepcionante porque yo quería que creciera él, no yo. Fue rápido mi chequeo y consultamos algunas dudas, o más bien yo porque todo lo que preguntaba eran preguntas de Gian que me había hecho anteriormente para que hablara yo y él se ahorrara su pasatiempo menos favorito.
—Doctora ¿puedo viajar en avión?—le pregunté mientras me acostaba en la camilla, ella acomodó la maquina a mi lado y después me miró sonriendo.
—Si por supuesto, durante los tres meses no es muy recomendable pero como ya superaste el primer trimestre podes viajar tranquilamente, el último mes ya no, pero mientras tanto podes.
—Genial.
Miré a Gian y él me miró confundido, pero algo en mí me decía que necesitaba ir a la agencia de viajes.
—Si tenemos suerte quizá se vea el sexo, ¿comiste algo?
—No sabe cuánto.
Ella colocó el liquido frío sobre mi vientre y prendió la maquina.
—Tenés una pancita divina, no te preocupes por los kilos de más. —me dijo, pero ya era tarde. Pasó el transductor apretando mi vientre y de repente la pantalla se alumbro entre un negro y un gris con un globo en el medio. Ella apretó un poco más. — ¡Oh qué belleza!, es un perfecto bebé de unos cuarenta y ocho gramos, lo que quiere decir que esos kilitos son tuyos. —se rió, pero a mí no me hacía ninguna gracia. Gian miraba atento a la pantalla, pero todavía no podíamos identificar lo que sería el bebé. —Mide como unos doce centímetros, perfectamente normal y sólo un poquito más grande de las aproximaciones.
Mi corazón ya iba demasiado fuerte dentro de mi pecho, quería poder identificar bien la pantalla pero no podía entenderlo claramente y me estaba poniendo más nerviosa.
— ¡Ay qué tonta!, sepan disculparme chicos, no prendí los parlantes para que escuchen su corazoncito. —dijo ella y se levantó para modificar eso, Gian y yo nos miramos y de repente unos golpecitos empezaron a galopar seguidos inundando la habitación. Mis ojos se llenaron de lágrimas y la mano de Gian se apretó contra la mía. Eran los latidos de mi bebé, era increíble con el verdadero sentido de la palabra.
Ella nos explicó lo que mostraba la pantalla y entendí todo. Era mi bebé aunque poco se notaba y era muy chiquito, la doctora dijo algo como que era igual de tamaño que un limón, ya no podía contener las lágrimas cuando hablaba así de mi bebé.
—Resulta que se ve perfectamente el sexo del bebé. —nos dijo a los dos con una sonrisa de par en par. — ¿quieren saberlo?
Gian y yo nos miramos, él tragó y asintió.
—Sí. —le dije a la doctora, ella asintió y miró de nuevo la pantalla, con los botones de un teclado marcó algunas cosas y después nos miró a nosotros.
—Es varón.
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Quedándose para Siempre.
Teen FictionGian había aprendido a quedarse y Abril a seguir siendo paciente con su entrometido novio. Todo cambió desde el día que esos ojos verdes se cruzaron en el camino de ella y aún así juntos, todo iba a seguir cambiando. La responsabilidad de parte de l...