35.

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La razón por la que Ana no salía era porque intentaban combatir con la depresión, la droga era su primera opción para superarla y nadie quería que volviera a lo mismo. Su bajo nivel de peso era por la misma depresión y porque era algo rebelde cuando había que comer, pero los estudios habían salido todos bien e incluso me dieron un informe de su psicólogo quien había analizado cada razón por la cual Ana estaba tan deprimida.

Cuando salí nuevamente al patio Gian y Ana estaban hablando en bancos enfrentados y él estaba completamente serio, pero habló luego de que ella se calló.

—Ahora, lo primero es Abril y el bebé, cerca de él no es seguro su bienestar y lo sabes.

—Si lo sé pero vos sos el único que puede ayudarme...

Él me miró y entonces Ana se calló, se dio la vuelta y me miró con cautela.

— ¿Está todo bien?—pregunté sentándome al lado de Gian, él acarició mi pierna.

—Sí.

— ¿Qué es lo que querés Ana?

—Nada Abru. —dijo rodando los ojos y después sonrió. —en serio estoy muy contenta que hayan venido, me gusta verlos así de felices por su bebé, los felicito.

—Gracias. —contestamos los dos.

Entramos al departamento y Gian directamente fue a acostarse, el bebé y yo teníamos hambre así que mientras buscaba una manera de preguntarle lo que pasó ahí, iba a comer. Me senté en la cama a su lado comiendo una pata de pollo mientras que en la otra mano tenía un sándwich, él me miró con una ceja levantada.

—Son las tres de la tarde Abril.

Me encogí de hombros.

— ¿Qué es lo que quiere Ana?—pregunté e hizo una mueca de indiferencia, bufé. —Gian ya pasamos la etapa de ocultarnos las cosas.

—Nunca te oculté nada.

—Deberías decirme, aparte estás escondiendo algo con mi amiga y eso no me gusta.

—No escondo nada Abril. —dijo elevando un poco la voz, yo me callé y dejé el sándwich con la pata de pollo en la mesa de noche. Odiaba cuando estaba así de saturado, odiaba que le afectara hasta el más mínimo detalle, odiaba en serio ese lado suyo.

—No hace falta que grites.

Bufó y se sentó en la cama, dándose vuelta volvió a acostarse pero en mi regazo, abrazando mis panza. Rodé los ojos y acaricié su cabeza, a veces parecía un nene chiquito, sólo había que saber manejarlo.

Él dormía todavía con la cabeza en mi regazo y sus brazos rodeándome, mientras que yo acariciaba su cabeza, no dejaba de pensar en lo que Ana le había pedido, Gian había dicho algo como que cerca de él no era seguro mi bienestar y el del bebé, por lo que era obvio que se refería a Dino.

Cuando quise acostarme él se quejó, pero ya había pasado demasiado tiempo sentada contra el respaldar de la cama y hasta me había agarrado sueño, sentía al bebé moverse porque esas mariposas en el estomago ya no eran Gian, al menos el último momento, no sólo él las provocaba.


—Quiere que lo ayude a Dino. —confesó. Me di vuelta para mirarlo y él inspiró hondo. —no vendiéndole la esquina.

— ¿Y qué vas a hacer?

—Cuanto antes me saque de encima ese lugar, menos problemas vamos a tener.

—Pero si se lo vendes a él, no la ayudarías. —le dije acercándome mientras me secaba las manos, negó y se encogió de hombros sin darle mucho interés.

—No, es tu amiga, no la mía, así que no tengo por qué ayudarla.

—Gian pero...

—Es el único comprador Abril y yo quiero...más bien necesito por tu bien y el del bebé que se venda de inmediato. —determinó, suspiré y me apoyé al costado de su silla. —No entiendo por qué después de todo lo que le hizo ese hijo de puta, lo quiere ayudar. —dijo pasando su brazo por mi cintura. —después de todo lo que te hizo a vos, ¿no le importa eso?

—Es que lo ama Gian.

—Lo sé, y no lo entiendo. —acarició mi panza debajo de mi remera. —Amar a alguien que no solo te lastimó a vos, lastimó a tu gente y hoy en día, ni siquiera le importas, es ridículo.

—Vos me hiciste un bebé y yo te sigo amando.

Él se rió y besó mi panza.

—Vos me hiciste cambiar y ser un estúpido y también te sigo amando.

—Disculpame, pero vos ya eras un estúpido desde hace mucho tiempo antes de conocernos. —dije sentándome encima de su regazo. —robarme besos y después irte, ¿qué estupidez era esa?

—La estupidez que más te gustaba, y con la que más loca te volvías.

—Te odiaba.

—Y vos me dabas miedo. —suspiró besando mi cuello. —tanto miedo a no poder tenerte.

—Me tuviste del día que me dijiste: ¿Qué haces acá?, estas cosas no te incumben. —dije imitando su voz gruesa y los dos reímos. —yo solo quería agua.

—Lo hice por tu bien, todavía me acuerdo que me molestaba que me mires tanto, no me dejabas mirarte porque ya estabas mirándome vos.

—Bueno me gustabas, pero me robaste mi lechuga.

—Era la último que quedaba y no iba a dejar que te lo comieras vos. —dijo y yo me reí acariciando su nuca.

—Me acuerdo de Kevin...— mi propia voz me dio escalofríos y entonces me callé, tragué y puse mis labios sobre su sien. —mejor no podías haberme cuidado, después curaste mis manos y dormiste conmigo.

—Estabas tan... hermosa y asustada que no quise dormir más.

Sonreí y busqué sus labios para besarlo mientras me acariciaba la panza.

—Te amo. —me dijo y las mariposas sí fueron por él esta vez.

—Te amo. —le respondí. Toqué con él mi panza y los dos sentimos una pequeña patadita que nos hizo reír.


Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora