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  • Dedicado a A todas las fieles lectoras
                                    

Y me volví a enamorar.

La primera vez que vi a Gian sentado en ese árbol, en aquel lugar, había sido el día clave para saber que justo ese hombre iba a ser el amor de mi vida, me enamoré de esos ojos verdes en el segundo exacto que se cruzaron con los míos y hoy, dos años después, me volvía a enamorar completamente del producto del amor entre Gian y yo.

No fue el mismo bebé al nacer y después a las cuatro horas. Yo no dejaba de mirarlo y mi sonrisa estaba plasmada en mi cara al sentirlo en mis brazos. Mi bebé, mi hijo. Era perfecto, y tenía la misma seriedad de su papá mientras me miraba atento cuando yo le hablaba. Se quejó un poco y enseguida le di el pecho a pesar de que le costaba engancharse, pero hicimos el esfuerzo juntos y logró tomar para calmarse y seguir durmiendo como hizo desde el momento en que nació.

Estaba enamorada de su pelo negro, de sus pequeñas manitos arrugadas, sus labios tan finos que cuando los pase por encima con un beso, fueron tan suaves como una caricia. Sus ojos de un color indefinido todavía y su tan pequeña e igual nariz a la mía. Había tenido al bebé más perfecto del mundo.

A mi hijo.

Pasé dos días en la clínica, por seguridad del bebé y por la mía también, aunque todo estaba bien ya no veía la hora de irme a casa, y Gian tampoco, no había dormido nada por estar pendiente de nosotros dos. Él era todo lo que yo aposté que iba a ser, el hombre y padre perfecto. Estábamos enamorados de nuestro hijo, no había momento en que lo dejáramos en paz, pobrecito Noah, los padres que le tocaron eran insoportables.

Era nuestra última noche en la clínica y en la mañana temprano nos iríamos, horas más tarde que todos se fueron, volvimos a la rutina de la misma manera que el último día, yo quise dormir pero no podía dejar de ver a Gian sentado enfrente de la cuna de Noah, estudiándolo atentamente.

— ¿No vas a dormir?—le pregunté con un hilo de voz, él me miró y negó.

—Dormí, yo los cuido. —dijo, sonreí y pude cerrar los ojos tranquilamente sabiendo que él me estaba cuidando a mí y a nuestro a hijo.

En la noche me desperté tres veces, cada tres horas como debía comer Noah, antes de que empezara a llorar o incluso antes de que yo me despertara, Gian ya lo tenía en brazos y lo acunaba lentamente mientras le susurraba palabras que Noah escuchaba atentamente a pesar de sus horas de nacido. Eran como las siete de la mañana y era el último horario para darle el pecho, aunque le costaba conectar conmigo, con su papá lo había hecho a la perfección. Gian lo tenía en brazos al lado de la ventana mientras le hablaba.

— ¿Te dije que sos hermoso mi vida?... Qué bebé más lindo tengo... te amo, te amo bebé. —le dijo y yo me removí en la camilla para despabilarme y escucharlo atentamente. —el bebito más hermoso del mundo... sos tan tranquilo que me haces dudar que seas hijo de tu mami.

—Hey. —me quejé en silencio, él se dio vuelta y me miró con una sonrisa, de esas que yo amaba tanto. Se acercó con Noah y se sentó a mi lado para pasármelo con cuidado.

—Era mentira amor. —me dijo, yo lo miré con una sonrisa y él se acercó a darme un beso. Le di el pecho a Noah mientras que intentaba que no me doliera tanto, todavía sentía algunas molestias en mi parte baja y mi cuerpo estaba algo revolucionado con tantos sentimientos encontrados, el que más me gustaba era como Gian nos miraba, a mí y a mi hijo, de una forma tan hermosa que sabía lo enamorado que estaba de nuestra pequeña familia.

—Se te está cayendo la baba amor. —le dije, él sacó su vista de Noah y me miró a mí con una sonrisa cómplice.

—Es que son muy hermosos, los dos, los amo muchísimo. —dijo, sonreí y yo me acerqué despacio para besar sus labios.

—Nosotros también te amamos papi. —le dije con voz de bebé y él sonrió acariciando mi mejilla.

Dos meses después.

Abrí despacio la puerta del baño y salí haciendo el mínimo ruido. Se suponía que no tenía que hacer ruido porque Noah estaba dormido, pero lo cierto era que el mocoso tenía los ojos abiertos de par en par mirando atentamente mientras su papá lo cambiaba y le hablaba. Fui despacio para que Gian no me viera, pero fallé.

—Tu mamá es tan pero tan tonta que se cree que no la veo. —le habló a Noah, éste conectaba sus verdosos ojos con los de su papá mientras se miraban mutuamente.

—Bañate vos primero, no puedo ahora que Noah está despierto. —dije, él rodó los ojos mientras le abrochaba el pañal. Me subí a la cama a su lado. — ¿sabes qué estaba pensando?

— ¿Mmm?

—Que podemos tener otro bebé ahora. —dije y él abrió los ojos de par en par sin dejar de mirar a Noah. —no digo ya, pero cuando él tenga unos ocho o nueve meses... así crecen juntos.

Gian suspiró y lo levantó para besar su mejilla.

— ¿Por qué te toco una mamá tan tonta?, ¿por qué hijo?—le preguntó, yo me quejé.

—Es una idea.

—Una malísima, ¿cómo vamos a tener otro bebé ahora cuando el que tenemos no tiene ni un año? —se quejó mirándome mal. —vamos a disfrutar a este bebé por lo menos hasta que tenga dos o tres años y después voy a empezar a hacerme idea de aguantarte de nuevo embarazada, después de eso te digo si quiero tener otro hijo con vos.

Yo lo miré mal. Me levanté y con cuidado le saqué a mi hijo de sus brazos.

—Perdón por el padre que te di mi amor. —le hablé a Noah. —pero era el único que había en la fábrica de papás.

Me senté en la cama y lo acomodé para darle el pecho.

—Traeme agua Gian Franco. —le pedí, él se fue rodando los ojos y yo conecté mirada con mi bebé. Empezaba a cerrar los ojos y quise reírme, ¿cómo era posible que le gustara dormir tanto? ya se parecía a su mamá.

Nuestro vuelo a Comodoro salía en la mañana, íbamos a ir a ver a Clara y a visitar a Noé y después a la casa de mis papás. Sabía que era mucho para Noah pero tenía viajes pendientes y tanto Gian como yo estábamos alerta de todo, por lo que íbamos a intentar que fuera un viaje relativamente tranquilo para él.

Habíamos traído la cuna a lado de nuestra cama y yo la puse de mi lado para que fuera más fácil cuando tuviera que darle el pecho en la madrugada. Lo estaba acostando con mucho cuidado en su cuna tapándolo bien cuando sentí las manos de Gian agarrarme de la cintura.

—No me toques, que para mí ahora sólo sos el padre de mi hijo y nada más. —fingí enojo. Él sonrió en mi cuello y empezó a besarme la nuca mientras me arrastraba a la cama.

—De tu hijo y de tus próximos hijos. —remarcó, yo intenté zafarme de él soltándolo de mí pero no lo logré.

— ¿Ahora son próximos? ¿No era que tenías que pensar si querías tener más hijos conmigo?

Asintió y torció un poco los labios.

—Sí pero no me importa ahora. —buscó mis labios, yo me opuse a responder. —te extrañé tanto tenerte así.

— ¿Sin panza de por medio?

Él suspiró y besó mi mejilla hasta bajar a mi cuello.

—Te adoraba con panza pero ya pasó mucho tiempo y... ¿no estás no?

—No.

Por suerte el periodo se me había ido después de la cuarentena y los dolores también, la doctora dijo que era normal y que incluso había mujeres que estaban medio año con lo mismo, pero lo importante era que yo ya no.

—Tenés tres horas antes de que tu hijo se despierte. —le dije mientras él me sacaba su/mi campera y seguía besándome.

—Dame cinco minutos.


Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora