Capítulo 4

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Al fin, llegamos a Turín. Lucas volvió a agarrarme del vestido para no perderse y salimos de los asientos. Una pasajera, de nuevo, se ofreció a ayudarme con las mochilas y una vez fuera del tren se lo agradecí, al parecer me conocía por los futbolistas de la Juventus.

Era muy tarde cuando llegamos a Turín, ya no había nada de luz del sol sino la de las farolas de la estación junto las estrellas y la luna. Volví a ponerme las mochilas, una delante y otra atrás y empecé a caminar vigilando a Lucas.

- ¡Gio!

- Paulo, ayúdame.

Me sonrió y dio un beso en la mejilla mientras me quitaba la mochila que más pesaba y levantaba a Lucas, llevándolo en sus brazos. Fuimos hasta su coche y allí senté a Lucas en su silla mientras que Paulo guardaba todo.

Me senté en el asiento de copiloto con Zoe en mis brazos y Paulo arrancó mientras miraba por el retrovisor a Lucas, que ya se había dormido nada más sentarse. Las calles estaban solitarias e iluminadas, pero aún así el hermano mayor no se despertaba.

- Llegamos.

Miré hacia delante y era cierto, estábamos ya en nuestra casa. Salí del coche y Paulo fue a las cosas mientras desabrochaba el cinturón de Lucas sin despertarlo. Él se acercó y lo subió de nuevo a sus brazos, ya que yo solo podía con uno de mis hijos ahora mismo.

Entramos en casa y fui en silencio hasta la habitación, dejando a Zoe en la que sería su cuna y su mochila en la cama. Me senté cansada y suspiré, cerrando mis ojos que después fueron abiertos al oír ruidos por la casa. Y entonces apareció ella por la puerta, corriendo hacia mí para tirarse encima y caer la dos a la cama. Intenté no reírme mientras que Mia me lamía la cara con emoción, pero era imposible.

- Por favor, quítamela de encima.

- Te echaba de menos, eres su favorita.- reí se tumbó a mi lado, boca arriba y con la lengua sacada mientras rascaba su barriga.

- ¿Y Lucas?

- En su habitación, dormido.

Suspiré y dejé a Mia, que se dio la vuelta y se sentó esperando a que fuera Paulo quien la acariciara ahora. Y eso hizo. Después, se fue y se le oyó bajar las escaleras, entonces, me levanté de la cama.

- ¿A dónde vas?

- A ver a Lucas.

- Está bien.

Él se fue a su sitio de la cama mientras que yo salí de mi habitación para entrar en la de mi hijo, que dormía plácidamente en su cama y con el pijama ya puesto. Me senté a la orilla de la cama, acariciando su pelo y dándole un beso de buenas noches antes de dejar su puerta entre abierta y volver a mi habitación.

- ¿Te vas a dormir con el vestido puesto?- preguntó Paulo viendo como me tumbaba cansada boca abajo en el colchón.

- Sí, no tengo fuerzas para cambiarme.

- Si quieres yo te ayudo.

- Idiota.

Escuché su risa y me di la vuelta, abriendo mis ojos y viéndole boca arriba, con una de sus piernas encima de otra y sus manos en la nuca, sonriéndome.

- ¿Qué?

- Al fin en casa.

- Paulo es tarde, duérmete y calla.

- Mañana vendrán todos.

- Está bien.

Volvió a reír antes de ponerse lado y abrazarme por la cintura. Yo le di la espalda y miré a Zoe dormida mientras que él me pegaba más a su cuerpo. Y justo cuando cerraba mis ojos para dormirme, ella empezó a llorar y en el salón, como cuando Lucas lo hacía, se escuchaban los aullidos de Mia.

Resoplé y quité el brazo de Paulo de mi cintura, sentándome en la cama y levantando a Zoe en mis brazos. Bajé al salón con ella ya en mi pecho y me senté en el sofá, al lado de Mia que no paraba de observarme.

Cuando terminó, volví a la habitación encontrándome con Paulo en el medio de la cama, sin dejarme sitio. Volví a resoplar y la dejé en la cuna antes de moverlo y poder dormirme, aunque solo fueran unos minutos porque me pasé la noche entera del sofá a la habitación.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Where stories live. Discover now