Al fin, llegamos a Turín. Lucas volvió a agarrarme del vestido para no perderse y salimos de los asientos. Una pasajera, de nuevo, se ofreció a ayudarme con las mochilas y una vez fuera del tren se lo agradecí, al parecer me conocía por los futbolistas de la Juventus.
Era muy tarde cuando llegamos a Turín, ya no había nada de luz del sol sino la de las farolas de la estación junto las estrellas y la luna. Volví a ponerme las mochilas, una delante y otra atrás y empecé a caminar vigilando a Lucas.
- ¡Gio!
- Paulo, ayúdame.
Me sonrió y dio un beso en la mejilla mientras me quitaba la mochila que más pesaba y levantaba a Lucas, llevándolo en sus brazos. Fuimos hasta su coche y allí senté a Lucas en su silla mientras que Paulo guardaba todo.
Me senté en el asiento de copiloto con Zoe en mis brazos y Paulo arrancó mientras miraba por el retrovisor a Lucas, que ya se había dormido nada más sentarse. Las calles estaban solitarias e iluminadas, pero aún así el hermano mayor no se despertaba.
- Llegamos.
Miré hacia delante y era cierto, estábamos ya en nuestra casa. Salí del coche y Paulo fue a las cosas mientras desabrochaba el cinturón de Lucas sin despertarlo. Él se acercó y lo subió de nuevo a sus brazos, ya que yo solo podía con uno de mis hijos ahora mismo.
Entramos en casa y fui en silencio hasta la habitación, dejando a Zoe en la que sería su cuna y su mochila en la cama. Me senté cansada y suspiré, cerrando mis ojos que después fueron abiertos al oír ruidos por la casa. Y entonces apareció ella por la puerta, corriendo hacia mí para tirarse encima y caer la dos a la cama. Intenté no reírme mientras que Mia me lamía la cara con emoción, pero era imposible.
- Por favor, quítamela de encima.
- Te echaba de menos, eres su favorita.- reí se tumbó a mi lado, boca arriba y con la lengua sacada mientras rascaba su barriga.
- ¿Y Lucas?
- En su habitación, dormido.
Suspiré y dejé a Mia, que se dio la vuelta y se sentó esperando a que fuera Paulo quien la acariciara ahora. Y eso hizo. Después, se fue y se le oyó bajar las escaleras, entonces, me levanté de la cama.
- ¿A dónde vas?
- A ver a Lucas.
- Está bien.
Él se fue a su sitio de la cama mientras que yo salí de mi habitación para entrar en la de mi hijo, que dormía plácidamente en su cama y con el pijama ya puesto. Me senté a la orilla de la cama, acariciando su pelo y dándole un beso de buenas noches antes de dejar su puerta entre abierta y volver a mi habitación.
- ¿Te vas a dormir con el vestido puesto?- preguntó Paulo viendo como me tumbaba cansada boca abajo en el colchón.
- Sí, no tengo fuerzas para cambiarme.
- Si quieres yo te ayudo.
- Idiota.
Escuché su risa y me di la vuelta, abriendo mis ojos y viéndole boca arriba, con una de sus piernas encima de otra y sus manos en la nuca, sonriéndome.
- ¿Qué?
- Al fin en casa.
- Paulo es tarde, duérmete y calla.
- Mañana vendrán todos.
- Está bien.
Volvió a reír antes de ponerse lado y abrazarme por la cintura. Yo le di la espalda y miré a Zoe dormida mientras que él me pegaba más a su cuerpo. Y justo cuando cerraba mis ojos para dormirme, ella empezó a llorar y en el salón, como cuando Lucas lo hacía, se escuchaban los aullidos de Mia.
Resoplé y quité el brazo de Paulo de mi cintura, sentándome en la cama y levantando a Zoe en mis brazos. Bajé al salón con ella ya en mi pecho y me senté en el sofá, al lado de Mia que no paraba de observarme.
Cuando terminó, volví a la habitación encontrándome con Paulo en el medio de la cama, sin dejarme sitio. Volví a resoplar y la dejé en la cuna antes de moverlo y poder dormirme, aunque solo fueran unos minutos porque me pasé la noche entera del sofá a la habitación.
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¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)
FanfictionNuevas aventuras, una familia con una nueva vida junto a su hijo y el bebé que crecía en la tripa de Gio, la chica Dybala. Pero como el refrán dice, no es oro todo lo que reduce, porque también era una familia con nuevos problemas. Todos esos nueve...