Capítulo 50

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Bajé de la Vespa una vez llegué al parking del campo del Torino y fui en dirección a donde estaban mis compañeros Francesca y Amodeo, les saludé y me senté en mi sitio, mensajeándome con Pedro, que aún no había entrado en el trabajo, ni siquiera en el coche para irse.

- Ciao.

Levanté la mirada del móvil y sonreí a ver a Rincón. Yo me ofrecí a ayudarle y ver que tan solo se había torcido el tobillo, así que una pomada y ya podía volver.

- ¿Me acompañas al campo?

- Está bien.

Me despedí un momento de mis compañeros y fui junto a Rincón al campo. Los dos en silencio, pasamo por el pasillo hasta salir afuera.

- Gio.

- Dime.

- Hoy no hay entrenamiento a la tarde.

- Lo sé, me lo dijo el presidente, tenían que arreglar el césped, ¿No?

- Sí.

- Bueno, ¿Y qué?

- Pues...yo voy a ir a ver entrenar a la Juventus y me pensaba que...tú podrías venir.

- ¿Yo? Rincón...

- Ya me contó Higuaín que e viste con Paulo, ¿A qué le temes aún si ya se han visto?

- Que no quiero verle otra vez, simple.

- Viven en la misma ciudad y tienen dos hijos en común.

- Por desgracia.

- Por suerte o por desgracia, los tienen, así que deja el rencor a un lado y el miedo.

-Yo...

- Estarás conmigo, en las gradas y piensa que irás a ver a Higuaín, no a Paulo.

- Bueno si es así...

- ¿Tienes algo mejor que hacer?

- No.

- Pues ya está, con suerte están allí Lucas y Zoe.

- Eso es verdad.

- Entonces, ¿Qué me dices?

- Está bien.

- Genial, iré a tu casa a recogerte, chao.

Me abrazó y salió corriendo junto a sus compañeros. Sonreí y volví con los míos. Durante toda la mañana recibimos otra visita más, la del portero, que se había torcido la muñeca, pero al final no fue nada.

Volví a casa y allí estaba Stella y mi hermano junto a su gato, que se lo quisieron traer hoy, y la comida que Pablo había hecho. Me senté junto a ellos a la mesa y estuvimos juntos hasta después de comer, que cada uno se fue al trabajo y a cambio me dejaron a Copito, ya que no les dije que yo también me iría.

Me senté a jugar a la Play con el gato acurrucado en mi regazo, tal y como hacía Mia cuando era una cachorra. Hace tanto tiempo que no la veo. Entre mis pensamientos, sonó el timbre de la puerta.

- Hola.

- ¿Y ese gato? ¿Te compraste un gato?- preguntó sonriendo mientras señalaba abajo y al mirar, vi a Copito pegado en mi pierna.

- Es de mi hermano, me lo dejó porque se fue a trabajar.

- ¿No le dijiste que tu también tenías que irte?

- No.

- Anda que...

- Bueno, dejo al gato en su cojín favorito y vamos.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Where stories live. Discover now