Fui conduciendo entre la oscuridad de la noche, intentando que las lágrimas no nublaran mis ojos y así no volvería a tener un accidente.
Llegué a mi destino, frenando en uno de los aparcamientos, pero quedándome sentada sobre la Vespa durante un tiempo. Me quité el casco y lo dejé caer al suelo, sujetándome al vehículo de dos ruedas mientras buscaba la respiración entre tantos sollozos.
Después de quitarme varias lágrimas me bajé con torpeza, caminando hasta la gran puerta de cristal que se abrió al notar mi presencia.
Quité de nuevo las lágrimas que sobresalían en mis ojos, a punto de caer. Entonces miré a mi derecha y me encontré con él, que me miraba confundido con una bandeja llena de medicamentos en sus manos.
- ¿Gio?
No aguanté más y dejé fluir todo mi dolor, rompiendo en llanto. Él, inmediatamente, dejó aquella bandeja para venir hacia mí y abrazarme con fuerza. Yo no le abrazaba, mantenía mi dos manos temblorosas entre mi cuerpo y el suyo, llorando desconsoladamente en su hombro mientras mis piernas amenazaban con perder el equilibro, aunque allí estaba Marco para sostenerme.
- Tranquila, Gio, respira.
Pero yo solo podía sollozar con fuerza, sin parar de soltar lágrimas como si de una fuente se tratara. Él me llevó hasta las sillas de espera y nos sentamos sin separarnos, sin que dejara de oír su voz susurrándome en mi oído con intención de tranquilizarme.
Poco a poco, los sollozos fueron disminuyendo y pude recoger fuerzas para abrazarle y aferrarme a su camiseta de enfermero. Él seguía rodeándome con sus brazos, pegándome a él con fuerza, sin rendirse en su misión de tranquilizarme.
- Vamos, Gio, cálmate.
- Lo...lo...lo inten...lo intento.
Dije entre sollozos oyendo su suspiro como respuesta, apretándome con más fuerza si eso era posible. Al cabo de tiempo, que pareció ser eterno, mis sollozos se calmaron aunque aún seguían ahí, como mis lágrimas.
- ¿Estás bien?
- No...- dije negando con la cabeza y mojando mis labios.
- Ya está, ven aquí.
Volvió a abrazarme, esta vez por menos tiempo. Por la puerta también apareció Matteo, que también se unió al abrazo y a las palabras que intentaban relajarme. Después, Matteo fue al puesto de Marco, dejándonos solos.
Nos levantamos y, abrazada por los hombros, fuimos a la sala de los enfermeros donde tanto tiempo pasé. Se me senté en una de las sillas y Marco me dejó un vaso de agua al cual solo le di un sorbo.
- Tranquila, ¿Vale? Está bien, todo está bien, estás bien.- dijo sentándose a mi lado, acariciando mi mano y sonriéndome mientras que yo llenaba mi rostro de lágrimas.
- Es que...
- Vamos, levántate.
Me agarró de las manos, levantándome del asiento. Me acercó a la puerta, poniéndome su chaqueta antes de salir de la habitación. Volvimos a la puerta principal y allí se acercó a Matteo, diciéndole algo que no llegué a oír antes de volver de nuevo a mí, agarrarme de la mano y tirar de mí hacia fuera del edificio hasta su coche.
No le pregunté en todo el viaje a dónde íbamos, me conocía ya las calles por donde pasábamos. Aparcó en frente de su portal, saliendo antes para ir a mi asiento y abrir la puerta.
Me ayudó a levantarme y fui junto a él hasta dentro del portal, subiendo en ascensor hasta su casa. Ya allí, me llevó hasta su habitación, ayudándome a quitarme su chaqueta y dejándome sola para que, lentamente y sin ganas, cambiase mi ropa por uno de sus pijamas.
- Marco...
Le llamé abriendo la puerta y apareció con una taza llena de lo que parecía una infusión. Me sonrió y le dejé pasar adentro, dejando la taza en su mesilla antes de acercarse de nuevo a mi.
- Vamos.
No dije nada más y él tampoco, no hacía falta. Me llevó a su cama para costarnos juntos y abrazadas. Poco a poco, mis ojos llenos de lágrimas se cerraron y deje de sentir todo el dolor.
Aunque fue por muy poco, porque me volví a despertar unos minutos después según el reloj de la mesilla. Y Marco no estaba. Me senté en la cama, frotando mis ojos secos por las lágrimas, que no habían cesado de salir. Lo busqué entre la oscuridad de la pequeña habitación, pero no lo encontré.
Me digné a intentar beber algo de la infusión, aunque a mí no me solían gustar. Al poco rato de intentar beberme la taza mirando a la oscuridad, escuché un ruido fuera. Esperaba que fuera Marco, pero era la silueta de una chica.
- ¿Ciao?- pregunté.
- ¿Cómo estás?
Julia encendió la luz, cerrando la puerta a sus espaldas y mostrándome una leve sonrisa que desapareció al verme, dejando ver su cara de preocupación.
Yo la sonreí, dejando la taza en la mesilla, y no tardó en venir a abrazarme tan fuerte como lo hizo Marco. Julia se sentó al borde de la cama, volviéndome a regalar una sonrisa aún más pequeña que la otra.
- ¿Y Marco?
- Se fue, tenía guardia y el jefe no le pasa ni una.
- ¿Por qué?
- Esto días estaba distraído y caía todo, incluso llegó a mezclar la medicación.
- ¿En serio?
-Sí, sí, calmante de adultos para los niños.- abrí mis ojos sorprendida.- Pero tranquila, no les pasó nada.
- ¿De verdad?- ella asintió.
- Lo único es que por primera vez hubo una noche silenciosa en el hospital.
Solté una pequeña carcajada insonora que me hizo dar un brinco y Julia sonrió, volviendo a abrazarme.
- Al fin ríes.
- Si eso le llamas reír...
- ¿Qué ha pasado, Gio?
La pregunta que menos ganas tenía de responder.
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¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)
FanfictionNuevas aventuras, una familia con una nueva vida junto a su hijo y el bebé que crecía en la tripa de Gio, la chica Dybala. Pero como el refrán dice, no es oro todo lo que reduce, porque también era una familia con nuevos problemas. Todos esos nueve...