Subí de nuevo a la habitación, volviendo a vestirme y arreglarme para salir. Pero recordé lo lejos que estaba el hospital. Suspiré dándome por vencida, hasta que al encender la luz del salón, vi encima de una estantería aquel viejo casco. Sonreí y me subí a una silla para conseguirlo y también las llave, que estaban debajo.
Guardé el móvil y las llaves y salí de casa, yendo al garaje para ver, en un rincón, a la Vespa que tanto tiempo hace que no conducía.
Sonreí recordando viejos momentos y me acerqué a ella, sacándola a la calle antes de subirme y meter la llave de contacto, girándola y oyendo, como hace tiempo que no hacía, el motor.
Me coloqué bien el casco y suspiré antes de recordar como arrancar y hacerlo. Iba despacio, con cuidado ya que hace tiempo que no conducía y había perdido práctica. Entonces, llegué a un semáforo en rojo y recibí un mensaje, uno de Julia.
Julia.
Si quieres venir date prisa.
Los cohetes ya están preparado.
Y fue lo peor que pudo hacer, darme prisa. Cuando el semáforo se puso en verde arranqué de nuevo y velozmente adelanté al coche que tenía delante.
Fui cogiendo más velocidad ante la carretera sin curvas. Sin curvas hasta que había que tomar un desvío que apareció de repente.
No pude frenar, tan solo me quedaba pasar esa curva con tanta velocidad. Aunque sabía que pasaría, tan solo acepté el destino y recé para que no pasara.
Pero fue en vano. La Vespa es difícil que coja curvas cerradas con tanta velocidad y en efecto, no lo hizo. Intenté frenar un poco antes de entrar en la curva, pero lo único que hice fue derrapar antes de que se doblara y que cayera al suelo.
Rodé sin piedad por el suelo viendo como la Vespa se alejaba de mi, rozando toda la chapa con el pavimento. Me sentía mareada y notaba un pequeño quemazón en la pierna y el brazo, supongo que el mareo hacia difícil que sintiera el dolor.
Acabé por cerrar los ojos y descansar, sin moverme. Lo único que oí antes de desmayarme fue el pitido de mis oídos y el claxon de un coche seguido por el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose.
Desperté en una ambulancia. Llevaba una máscara de respiración y mi cabeza daba vueltas. Me incorporé en la camilla cerrando mis ojos al sentir como todos mis huesos dolían.
- Stai fermo, non sappiamo ancora cosa hai. (Estése quieta, no sabemos que tiene.)
Dijo el médico que se encontraba en un lateral agarrando el suero que tenía puesto. Me quejé viendo como llevaba la pierna vendada y el brazo igual, notando un color rojizo en mi pantalón y camiseta.
Decidí tumbarme y mirar al techo, intentando tranquilizarme. Al fin llegamos al hospital, donde quitaron el seguro de la camilla y me bajaron del automóvil. Me llevaron hasta una sala, donde estaría en observación. Ahí, me volví a desmayar, posiblemente por todos los ruidos que había y el gran dolor de cabeza que tenía.
Me desperté ya en una habitación, con el suero puesto. Suspiré notando que ya no había máscara de oxígeno y miré mi brazo, estaba escayolado, como mi pierna. Entonces, la puerta se abrió y apareció Julia con cara de asustada.
- ¿¡Se puede saber qué ha pasado?!
- No grites...- dije quejándome y tapó su boca mientras se acercaba rápida a la cama donde estaba.
- ¿Te duele mucho?
- Un poco la cabeza, por lo demás... creo que los calmantes de este hospital son buenos.- Julia sonrió sentándose a un lado.- ¿Has llamado ya a Paulo?
- Yo no, el hospital sí. Viene ya, Pablo se queda con los niños.
- Bien...
- ¿Se puede saber qué hacías?
- Hacía tiempo que no conducía y no me acordaba de uno de los desvíos, así que aceleré y al llegar no pude frenar a tiempo y...
- Vale, vale, lo demás ya me lo sé.
- ¿Y la fiesta?
- En el patio, los cohetes están a punto de encenderse.
- Bueno, he llegado a tiempo, ¿No?
- Sí.- dijo mientras reía y yo sonreí.- Se pueden ver desde la ventana.
- No, no, he tardado en llegar y mira de que forma, me merezco estar en primera fila.
- Haberlo pensado antes de accidentarte.
- Vamos, ayúdame a sentarme en es silla de ruedas.
- Acabas de ser atendida, ¿No crees que es pronto para sentarte en una de esas?
- Vamos, Julia.
Nos miramos en silencio hasta que suspiró y se levantó, acercándome la silla a la cama. Me ayudó a sentarme con lentitud y ella fue sacando mis piernas, ya que yo no tenía casi ni fuerzas.
Me levantó apoyada en ella y después me sentó en la silla, justo cuando la puerta volvió a abrirse, apareciendo esta vez Paulo con la misma cara de preocupación que hace un momento la pelirroja.
- ¡Gio! ¿Estás bien?
- Sí, sí...tranquilo.
- ¿No se suponía que no ibas a venir? Podrías haber avisado, te hubiera llevado.
- No quería despertarte y bueno, así cogía un poco la Vespa.
- ¡Pero no así! Hace tiempo que no conduces y cuando lo haces es de noche.
- Vale, no lo pensé mucho.
- Ya me doy cuenta, ¿Estás bien de verdad?
- Sí, estoy bien.
- Y, ¿A dónde se supone que vais recién atendida?
- A ver los cohetes.- respondió Julia y Paulo nos miró confundido.
- No, Gio, míralos desde la ventana.
- Eso le dije yo.
- No, he venido hasta aquí y encima he tenido un accidente por verlos de cerca, me niego a verlos de cerca.
Paulo me miró con el ceño fruncido clocando sus manos a los costados. Hasta que después de intercambiar nuestras miradas desafiantes, acabó por ser convencido como había sido antes Julia.
Sonreí victoriosa y Paulo me dejó sitio para que Julia tirara de la silla y comenzaran a rodar las ruedas. Fuimos los tres juntos hasta el patio y allí nos hicimos paso entre la gente que había expectante de los cohetes, llegando hasta la primera fila.
Y allí estaba Luka, como no, preparado para encender los cohetes.
- ¿Pronto? (¿Listos?)
Luka nos miró con emoción antes de encender el primer cohete, que salió disparado hasta el cielo oscuro y rodeado de estrellas que se vieron iluminadas por una gran destello rojo. Le siguieron a ese destello otros cohetes con otros colores.
Había cohetes que cegaban más que otros, que eran más grandes o de distinta forma. También había algunos que simplemente salía disparados hacia arriba con una luz amarilla siguiéndole y un gran chillido.
Entre tantos cohetes y tantas luces de los cohetes miré hacia la multitud, encontrándome con Marco, que miraba fascinado todo el espectáculo del cielo. Sonreí mirándole y él encontró mi mirada, sonriéndome de vuelta mientras los cohetes sonaban de fondo. Vaya noche.

YOU ARE READING
¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)
FanfictionNuevas aventuras, una familia con una nueva vida junto a su hijo y el bebé que crecía en la tripa de Gio, la chica Dybala. Pero como el refrán dice, no es oro todo lo que reduce, porque también era una familia con nuevos problemas. Todos esos nueve...