Capítulo 37

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- ¿Ya lo has cargado todo?

- Tampoco es mucho, total, te quedaste algunas cosas en España, ¿No?

Asentí con la cabeza y me levanté del sofá, yendo hasta la puerta con su gato en mis brazos. Entonces le bajé al suelo y se quedó sentado abajo, mirándome mientras que yo sonreía a mí hermano mayor y él a mí, antes de abrazarnos.

- Nos veremos pronto, ¿No?

- Sí.

- Llámame si necesitas algo, incluso dinero.- mi rostro cambió a seriedad.- Gio, déjate ayudar anda.

Resoplé y él rió levemente, atrayéndome a él para volver a abrazarme. Afuera, cerrando el maletero, estaba Stella. Salí de la casa por fin y me acerqué a ella, abrazándola de la misma forma que a mi hermano.

- Nos vemos pronto, ¿No?

Ella asintió con la cabeza antes de pronunciar un suave "Ciao.". Les sonreí a los dos y fui adentro del coche, donde estaba mi tía Carlotta, la madre de Sofía, que quiso acompañarme a mi nueva y solitaria casa.

Me despedí con la mano por la ventana y mi tía arrancó, poniendo rumbo a la dirección que le dije. En poco tiempo llegamos a aquella casa que conocía demasiado bien.

Carlotta aparcó en el garaje que yo abrí y dejamos las cosas en el coche, entrando primero para enseñarle la casa. Abrí la puerta y millones de recuerdos me invadieron.

Primero fuimos al salón y ya allí me acordé de Lucas jugando de pequeño, después de cuando nos sentábamos todos a comer y luego cada uno se iba al trabajo, yo al hospital.

Fuimos a la cocina y no pude evitar acordarme de las millones de comidas que hicimos Pablo y yo allí al principio, recién comprada la casa, cuando nos alimentábamos de chucherías.

Después subimos las escaleras, enseñándole a mi tía el baño donde curé en su momento a Lucas cuando se caía y a Paulo cuando le conocí y le di aquel golpe en la nariz.

Entramos en la que fue la habitación de Pablo, la que una vez fue de Lucas. Estaba más ordenada de lo normal y menos llena de polvo de la obra. Luego caminamos hasta la habitación de Sofía, aquella que no solía pisar sino era para estudiar. Y por fin llegamos a mi habitación, donde me acordaba de las primeras noches con Lucas, que ignoraba la cuna y siempre dormía en mi cama conmigo. Y también me acordaba de los bailes con Marco allí.

Aguanté las lágrimas en mis ojos recordando todo eso y volví con mi tía al coche, sacando todo y dejando las cajas en el suelo, luego colocaría todo. Me despedí de ella y me dejó por fin sola.

Me senté con las piernas cruzadas, como los indios, en el suelo y miré todo ya en silencio. Me sentía otra vez en casa. Y sin dinero, como en los viejo tiempos.

Respiré profundamente antes de empezar a colocar todo. Por suerte, estaba todo amueblado, así que tan solo tendría que decorarlo a mi gusto.

Terminé con el salón y fui a mi habitación, ya que en las demás no tendría mucho que decorar por ahora. Y después de dos horas y estar hambrienta, terminé por tirarme a la cama, cansada de tanto colocar mi cosas.

- Marco.- dije con el móvil en la oreja.

- ¿Qué pasa ahora?

- No, nada, que tengo hambre.

- Pues haz la comida.

- No hay nada en la nevera.

- ¿Y qué quieres que le haga?

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Where stories live. Discover now