- ¿Lista?
- Algo nerviosa, pero sí.
- No es el primero al que vas.
- Ya, bueno, pero hace tanto tiempo y sí, es el primero con el Torino.
- Bueno, ya sabes cómo va todo.
- Me voy a vestir, ¿Me vendrás a rcoger?
- Sí, también vendrá Stella, ya que luego iremos los dos a cenar.
- Está bien, luego nos vemos, ciao.
- Ciao.
Terminé la llamada y suspiré, entrando en el baño. Salí de la ducha y me enrollé el pelo en una toalla, al igual que mi cuerpo. Me limpié la cara y me sequé bien el cuerpo antes de vestirme. El vestido era negro, de tirantes, cuello alto y estrecho hasta la cintura, luego algo más ancho. Me cerré por fin la cremallera del vestido y desenrollé la toalla de mi pelo, quitándole un poco más la humedad antes de secármelo y dejármelo suelto, liso.
Me maquillé poco, tan solo algo de rímel más el eyeliner y el pintalabios color granate. Me puse los tacones negros, que no eran muy altos, y salí por fin de la habitación mientras me ponía los pendientes.
Bajé las escaleras para poner en mi bolso las llaves y demás cosas y salí de casa cuando recibí un mensaje de Pablo que decía que estaba en la puerta.
- Ciao.
Saludé entrando en su coche y le dije la dirección, uno de los hoteles más lujosos de Turín. Durante el trayecto hablé con Stella y al llegar me despedí de los dos, bajando del coche.
Noté el frío aire de Turín y me coloqué mejor el abrigo, caminando hacia la entrada. Le dije al guarda mi nombre y me dejó entrar al saber que venía por parte del Torino.
Entré por fin en el edificio y me desabroché el abrigo, quitándomelo y llevándolo en el brazo hasta llegar a donde uno de los que trabajaban allí me dijo, colgándole junto los demás abrigos. Aquel lugar estaba bastante lleno, la verdad.
- ¡Gio!-me giré y sonreí al ver a Rincón junto a su esposa.
- ¡Hola!- le abracé a él y luego ella, presentándonos.
- Te tomaste en serio eso de ir elegante eh.
- Una noche es una noche.
- Bueno, ¿Vamos con el equipo?
Asentí sonriéndoles y fui junto a ellos dos hasta ellos, saludándoles a todos, incluidos el presidente, el entrenador y demás personas del equipo técnico.
Empecé a hablar un poco con la esposa de Rincón, a la que aún no conocía, y luego con las demás mujeres del equipo. Pero al final acabé yéndome con mis compañeros Francesca y Amodeo.
Cada vez más, la gente se iba uniendo a la sala y según Amodeo, después habían decidido ir de fiesta a una discoteca cercana y me invitaron a mí. Claramente no pude decir que no.
Salí junto a él afuera, donde también habían algunas personas. Entonces, Amodeo se fue al baño, dejándome sola, pero sonó mi móvil.
- ¿Hola?
- ¿Se puede saber dónde estás?
- ¡Pedrito!
- Odio ese nombre, Giovanna.
- Touché.
- Bueno, ¿Qué tal te lo pasas en la tua Italia?
- Genial, estoy con los del Torino en lo que te dije, ¿Y tú dónde estás?
- En el coche a punto de irme a tu casa.
- ¿A mi casa?
- Sí, tus padres me invitarona cenar con ellos, dicen que nos les llamas mucho.
- Se me olvida con el trabajo.
- Ajá, pero a mi no eh.
- Vale, vale, ya les llamaré luego.
- Tú tranquila que yo les cuido.
- Eso lo sé, idiota.- sonreí.- Te echó de menos.
- Yo también, si pudiera irme a vivir allí lo haría.
- Yo te enseñaría italiano.
- Y yo te haría mis famosas pizzas que no tuve tiempo de enseñarte.
- ¿Cuándo volverás?
- Ni idea, ¿Y tú cuándo podrás venir?
-No lo sé... estoy pensando en algún fin de semana.
- Ven pronto, anda, que hace más frío sin ti.
- Ay que mono mi osito.- oí su risa y sonreí aún más.- Te quiero.
- Yo también te quiero, bella mia.- reí esta vez yo.- Pásatelo bien.
- Y tú con tus suegros.
- Adiós, te quiero.
- Te quiero.
Terminé la llamada con una sonrisa y como siempre que me llamaba, me sentía llena de cariño, relajada. Me senté mientras suspiraba en una de las sillas que había por ahí. Volví a suspirar y busqué en mi móvil una de las fotos que nos hicimos cuando vino aquí. Él estaba desayunando y yo, para enfardarle porque no le gusta que le hagan fotos sin avisar, fui corriendo hasta su lado y nos hicimos una foto. Aún así, él salió bien, y después se vengó haciéndome cosquillas.
De mis pensamientos me sacaron unas risas que oí a lo lejos, unas que se me hacían muy conocidas. Parecían las de mis hijos y tan solo por eso, no pude evitar sonreír y al momento me invadió la nostalgia.
- Gio, andiamo. (Gio, vamos.)
Asentí a Amodeo y él volvió adentro esperando que fuera detrás de él. Suspiré y me levanté de la silla, yendo hasta él hasta sentir un golpe. Me di la vuelta y no pude creer que estaba viendo.
- Zoe.
- ¡Mamá!- ella me abrazó rápidamente y yo igual, apretándola contra mí.
- ¿Zoe?- Lucas apareció delante de mí y al verme sus ojos se abrieron como platos.- ¿Mamá? ¡Mamá!
Abrí uno de mis brazos para abrazarme con los dos a la vez, sonriendo como una tonta. Les echaba tanto de menos y no me di cuenta hasta tenerlos delante. Ahora sabía que esas risas eran suyas y cuanto las extrañé, a sus risas y sus tonterías, sobre todos las de Lucas.
- Os eché de menos, chicos.
- ¿Qué haces aquí?- preguntó Lucas sonriendo.
- Vino con un equipo de aquí, ahora trabajo para ellos.
- Pero si tú eres de la Juve, mamá.
- Ya no, príncipe.- les sonreí y le despeiné como hace tanto tiempo que no hacía.- Bueno, ¿Y vosotros qué hacéis aquí?
- Pues...
- ¡Lucas, Zoe, tenemos que irnos!
Levanté mi mirada del mayor de mis dos hijos y busqué con la mirada aquella voz. Y entonces el mundo se paró. Nuestras miradas, después de mucho tiempo, chocaron.
Se veía más alto, más fuerte. Tenía el pelo más largo de lo que recuerdo. Sus ojos brillaban de una manera que no recordaba y su sonrisa era algo más suave. Llevaba un traje, uno que jamás le vi ponerse. Y entonces me pregunté si había hecho algo mal estos días para que el destino me castigue con su mirada.
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¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)
Fiksi PenggemarNuevas aventuras, una familia con una nueva vida junto a su hijo y el bebé que crecía en la tripa de Gio, la chica Dybala. Pero como el refrán dice, no es oro todo lo que reduce, porque también era una familia con nuevos problemas. Todos esos nueve...