Capítulo 76

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- ¿Estás bien?

- Sí.- sonreí dulcemente y él levantó una ceja.- De verdad.

- No quiero que te vayas triste.

- Y yo no quiero irme dejándote preocupado.- le agarré las manos.- Estoy bien, de verdad.

- Te creeré.- él sonrió y me acercó a él, abrazándome.- Al fin y al cabo, tú y yo siempre estaremos solteros.

- Siempre.

Reí y luego me abracé con mis padres, diciéndoles lo mismo que a mi hermano. Le di la mano a Zoe y comenzamos a andar a la puerta de embarque. Poco después, subimos al avión, donde jugué con ellos a cualquier juego en la tablet.

- Y otra vez en Italia.

Bajamos del avión y esperamos a las maletas para salir y encontrarnos a Stella, solo ella. La saludé con un abrazo y fuimos andando y hablando hasta el coche, subiéndonos y llevándonos a mi casa.

- Venga chicos, ir a llevar vuestras cosas.

- ¿Come stai? (¿Cómo estás?)- preguntó Stella y yo la sonreí.

- Bene, ¿Mio fratello ti ha detto qualcosa? (Bien, ¿Mi hermano te ha dicho algo?)

- ¿Di cosa? (¿El qué?)

- Oh bene... Pedro e io, che siamo finiti. (Oh bueno...Pedro y yo, que hemos roto.)

- ¿Davvero? ¿Perché? (¿En serio?)

- Abbiamo parlato e... beh, è successo. (Habíamos hablado y...bueno, sucedió.)

- Mi dispiace. (Lo siento.)

Me abrazó y después se fue, también asegurándose de que estaba bien. Subí a la habitación de los chicos y me encontré con las maletas abiertas, pero ellos estaban en la cama. Fui a ver y entonces me di cuenta de que los dos se durmieron.

Sonreí y apagué la luz de la habitación, yéndome yo también a acostar sin colocar nada. Al día siguiente, bajé a hacer el desayuno y también llamé a Matteo, pidiéndole que estuviera con Lucas y Zoe esta mañana porque él no tenía turno. Después, subí a despertarles y a sentarme con ellos a desayunar.

Terminé y les dejé solos, yéndome a duchar y a cambiar de ropa y volviendo para lavar las cosas mientras que ellos también e duchaban y preparaban para las clases. Guardé las cosas en una mochila y sonó el timbre, siendo Matteo el que estaba al otro lado de la puerta.

- Ciao.

Le dejé entrar y se fue directamente al salón, donde estaban Lucas y Zoe. Yo me despedí con un abrazo a cada uno y luego me subí a la Vespa, poniéndome el casco y yendo hacia el entrenamiento.

Aparqué en el parking y fui a la enfermería, con mis compañeros, para empezar a trabajar. El entrenamiento se acabó y recogí mis cosas, yendo a la cafetería y esperando, como siempre, a Rincón.

- ¡Gio!

- ¡Rincón!- me levanté de la silla y le abracé.- ¿Qué tal Italia?

- Bien, bien, estuve con Paulo y demás.

- ¿Así? ¿Y qué tal?

- Estuvimos solo el viernes, luego el fin de semana se fue con su novia a Capri.

- Capri...guau.

- Sí.- sonrió y nos sentamos.- ¿Y tú qué tal en España?

- Bueno...

- ¿Pasó algo?

- Todo iba bien el viernes, pero el sábado a la noche se complicó.

- ¿Les pasó algo a Luca y a Zoe?

- No, no, a ellos no, a Pedro y a mí.

- ¿Qué? ¿Discutieron?

- Terminamos.

- ¿Qué?- asentí y se apoyó en el respaldo de la silla.- Pero si le querías, se querían.

- Exacto, en pasado.

- ¿Y cómo fue?

- Pues... se supone que tenía que venir a cenar con nosotros, pero me pidió ir a su coche y allí hablamos a solas, estando de acuerdo.

- Vaya...pues lo siento, Gio, te merecías lo mejor.

- Él fue lo mejor, hazme caso, lo único es que no supimos estar juntos y mantener el sentimiento.

- Se te ve bastante bien para haber roto.

- Ya bueno, fue en mutuo acuerdo, eso al menos...pues te calma un poco.

- Siento haberte dicho lo de Paulo, no sabía que...

- No pasa nada, Rincón, los dos están superados.

- ¿Así?

- Bueno, Pedro solo un poquito.

Sonrió y se acercó a abrazarme. Seguimos hablando hasta que tuvimos que irnos, así que nos despedimos en el parking y cada uno volvió a su casa.

Le di las gracias a Matteo por recoger a Lucas y a Zoe y se fue. Me senté en la mesa con ellos a comer, escuchando lo que tenían que decir. Cuando terminaron de comer yo recogí sus cosas y ellos mientras se ponían la chaqueta y se preparaban para salir.

- Vámonos.

Abrí la puerta y salieron conmigo detrás, colocándome el abrigo. Fuimos andando hasta que por fin llegamos a su casa, entonces me acerqué y toqué el timbre.

- Gio.

- Hola, vine a traértelos.

- ¡Papá!

- ¡Enanos!- los chicos, que estaban detrás de mí, vieron a su padre y fueron corriendo a abrazarles.

- Bueno yo ya me voy.

- ¿Andando?

- Sí.

- Va a llover.

- No lo creo.

- ¿No vino nadie contigo?

- No.

- ¿Ni Pedro?- negué lentamente.

- Me voy, ciao chicos.

- Adiós, mamá.

Los chicos me abrazaron y me despedí con la mano de Paulo, dándome media vuelta y yéndome de vuelta a casa. Y en el camino, desgraciadamente, empezó a llover y yo maldije a Dybala, al que se le veía más alegre.

¿Qué se siente al ser eterno? (Paulo Dybala)Where stories live. Discover now