52.

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Por primera vez en muchos años, el día le da la bienvenida con el dulce aroma de panqueques recién hechos flotando en el aire, tendido sobre un suave colchón y cubierto de sedosas sábanas blancas. Creyó que la magia del momento se extinguiría al recordar que ha despertado en una cama que no es suya, y aunque se encuentra a sí mismo como un descarado comodino, sonríe porque muy a pesar de ello el apartamento del mayor le da la sensación de estar en un cálido hogar.

Estira los brazos y permite que sus músculos se relajen, abriendo los ojos sin dificultad alguna pues hacía demasiado tiempo que no se daba el lujo de descansar tan bien. Una vez sentado a la orilla de la cama, se da la tarea de recorrer la amplia habitación de SeokJin con la vista, guardando en su memoria hasta el más mínimo detalle de ésta pues desconoce si volverá a tener una oportunidad de estar ahí.

Las paredes cubiertas de azul pastel se iluminan debido a los intrusos rayos de sol, que se cuelan entre las líneas de persianas a medio cerrar. A unos cuántos pasos de donde se encuentra, hay un escritorio de madera ordenado pulcramente, al igual que el resto del cuarto. Es un lugar que da la pinta de espacio de recreación, todo de colores pasteles, adornos suaves y hermosas hortensias color púrpura reluciendo en una maceta sobre el blanco librero que reposa en la esquina.

—YoonGi-chi, el desayuno está listo, abre la puerta —la voz de su superior suena obstruida detrás de la superficie de madera, trayéndole de vuelta al mundo real— ah, es la tercera vez que intento despertarlo, tiene el sueño de una roca —le escucha rechistar después de unos segundos sin obtener respuesta.

Ríe cual niño travieso apresurándose para ocultarse bajo las sábanas una vez más, pretendiendo que aún duerme. La puerta finalmente se abre, por lo que permanece inmóvil, cubriéndose la boca con su mano derecha para evitar que sus ligeras carcajadas delaten su pequeña broma mañanera.

—YoonGi-chi —insiste, acercándose a pasos lentos; se maldice a si mismo cuando la diversión gana a sus intentos de actuación, echando a perder su infantil plan. El castaño suspira con cansancio cuando observa al pequeño bulto sacudirse de risa— estás despierto y riéndote, llevo varios intentos de despertarte, preparé el desayuno y así es como me pagas, burlándote de mí. El respeto a los mayores ya no existe —le reprende con sumo dramatismo, haciendo que no pueda pasar un segundo más jugando a ser inmóvil.

—Cuando te trataba con respeto me exigías que no fuera de ese modo —responde, girándose a verlo. No lo sabe, pero SeokJin se obliga a sí mismo a contenerse y disimular, porque ver al adolescente hecho un pequeño bulto de cabello despeinado envuelto en cobijas hace a su corazón derretir de ternura— ¿por qué vives contradiciéndote hyung?

—Pequeño monstruo —murmura entre dientes, y antes de que el menor pueda escapar se encuentra abalanzándose contra él. Lo único que escucha antes de comenzar su ataque de pellizcos y cosquillas en lugares que ni siquiera identifica, es un gritito de sorpresa— pagarás la lección.

Extensos minutos se les escapan de las manos mientras gritan y continúan esa extraña batalla entre ambos; ni siquiera hay ataques concretos, sólo forcejean tratando de apartar al otro, respiraciones entrecortadas y rostros rojos por el esfuerzo. El cansancio, quien ni siquiera estaba involucrado en la pelea, resulta vencedor, por lo que se tienden rendidos sobre la deshecha cama, regulando el aire en sus pulmones.

—Creo que los panqueques se han enfriado —el universitario comenta, su vista aun perdida en el techo— anda, no queremos que se ponga peor.

Por lo regular, las primeras veces en una casa ajena le provocan el sentimiento de no pertenecer a ese lugar, encontrándose a sí mismo como un extra en la habitación, un objeto perdido el cual no debería estar ahí. Le sucedió en segundo año cuando acababa de hacerse amigo de NamJoon y HoSeok, si bien los chicos intentaban hacerle sentir confianza, aún estaba ese dejo de cuidado, pues el pasado de Min en la preparatoria era difícil de ignorar y su reputación como bicho raro había dejado marca en la percepción de los demás.

Ahora se encuentra completamente despeinado, vistiendo la ropa casual que utilizó la jornada de la tarde anterior, pues no contaba con que pasaría la noche fuera de su dormitorio, y se siente ligero, como si diera una caminata sobre acolchadas nubes.

Está sentado en la barra de la cocina ingiriendo los esponjosos y delgados panecillos de vainilla, SeokJin se encuentra a sus espaldas preocupado porque el té no se amargue, y en la televisión pasa un programa de variedades. Los ha odiado desde que tiene memoria, pero por alguna razón se encuentra riendo ante las ocurrencias de los individuos en pantalla; bien, quizá está demasiado contento para ser considerado normal.

—Te ves de buen humor —apunta el universitario, dejando una taza de té verde frente a él— ¿puedo saber a qué se debe?

—Me gusta quitar el espacio para dormir a los demás, creo que al hacerlo también me llevo su capacidad de descansar como es debido y me es transmitida a mí; ¿no es asombroso? —ironiza, pues no deja pasar desapercibido las ojeras bajo el mirar del mayor, las cuáles se marcan con mayor intensidad de la que es usual.

—Ugh, no sonrías así, es aterrador —se masajea las sienes cuando lo dice, privándose de la vista. Es en ese momento que YoonGi capta el aura soñolienta que acobija a su superior, lo cual le hace sentir preocupación inmediata.

— ¿No dormiste bien? —cuestiona, y disimula su sentir dando un largo sorbo a la infusión color ámbar— ¿por fin te has dado cuenta que no fue tan buena idea comprar animales nocturnos y ruidosos?

—Odeng y Eoumuk son muy tranquilos para tu información —aboga por sus mascotas, reemplazando su jorobada postura a cambio de un porte recto y decidido— sólo fue de esas pocas ocasiones en donde me cuesta trabajo dormir, es todo.

— ¿Mi presencia aquí te ha puesto nervioso? —se mofa el adolescente, adaptando su voz a un tono coqueto y bromista, algo que no había escuchado antes.

— ¡Ah!, ¿cómo no me iba a poner nervioso?, ¡podías levantarte en cualquier instante, buscar el cuchillo y acabar con mi vida!, ¡no dudarías en hacerlo! —masculla completamente iracundo, pues su rostro se sonroja únicamente en dos ocasiones: cuando está furioso y cuando está junto a la persona que le nubla los sentidos. Prefiere aparentar la primera opción antes de ser descubierto demasiado rápido.

—La percepción que tienes sobre mí es simplemente sorprendente.

—No me dejaste otra opción —resopla, viendo el reloj de la sala para cerciorarse de la hora— son casi las ocho, apresúrate, recuerda que es día de trabajo.

—Como usted comande señor —imita una saludo militar, levantándose de su asiento— todos los días son días de trabajo.

—Los fines de semana cerramos temprano, chico perezoso.

—Eso me recuerda —detiene sus pasos a mitad de la cocina, girándose a verlo— no tenía planeado pasar la noche aquí, no traje ropa extra ni elementos propios para la ducha.

El castaño choca la palma de su mano contra su frente, queriendo deshacerse del cansancio que le domina el cuerpo y la impaciencia que comienza a hacerse acreedora de sus pensamientos. Sería una larga mañana.

"Flores En Primavera" [ksj + myg] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora