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Existe un lugar que se ha ganado el corazón de YoonGi, de suave y lechosa piel que ha amado acariciar desde que tomó el atrevimiento de hacerlo esa mañana, cuando bebían té de menta y reían ante la imagen de los pequeños petauros hallando diversión en un vacío envase de comida. Es un sitio cálido, lleno de aroma a vainilla y jabón de miel, siempre expuesto por la ropa holgada que su novio adora usar, y en el cual definitivamente le encantaría nadar de tener el tamaño de un alfiler; se trata de las clavículas de SeokJin, y muy a pesar de sus deseos de dejar ir lo que queda del verano aferrado a ellas, no es ignorante a las labores que deben cumplir esa perezosa mañana de domingo.

El de ojos risueños le ha dicho que se apresure a vestirse pues deben estar en casa de JiMin antes de las dos para empezar a limpiar. Su apatía ante tal responsabilidad no es por rehusarse a ayudar a sus amigos con el desastre creado en menos de doce horas, sino porque desea quedarse en ese sofá el resto del día, dibujando trazos invisibles sobre las suaves mejillas del florista, y besándolas cada que éste se halla desprevenido sólo para hacerle sonrojar.

— ¿Realmente tenemos que ir? —cuestiona de mala gana, como si un puchero en los labios y ojos suplicantes fueran suficientes para convencerle de quedarse en casa— ¿no podemos dormir y despertar únicamente para comer algo? Mi cabeza aún duele un poco.

—No podemos dejarlo sólo en esto —replica el mayor, levantándose de su asiento para dejar en claro que no hay posibilidades de hacerle cambiar de opinión— vamos Gi-chi, entre más tardemos peor será para ti.

—Eres tan solidario y bueno con tus amigos, ¿cómo pude tener tanta suerte y ganarme a alguien así? —sonríe cuando se percata de la actitud que ha tomado Jin ante tales palabras, ocultando las manos tras su espalda y meciéndose de un lado para otro, luciendo avergonzado— lástima que escogiste a alguien que es todo lo contrario; me quedaré a dormir, suerte con la limpieza —completa lo que tenía que decir, apresurándose para recostar su cuerpo en los tres sitios que ofrece el sofá y darle la espalda.

—Que conste que no deseaba tener que caer en la necesidad de hacer esto.

Una exclamación sorprendida muere en sus labios cuando unos brazos le levantan de su cómodo rincón para la siesta, cargándolo sin problemas, como si su cuerpo no fuera nada más que un terroso costal de papas. Resopla cuando el chico que le sostiene guía su rumbo hacia el dormitorio, un suave colchón recibiéndole cuando es arrojado.

— ¿En serio tomaste una ducha para vestirte con una de mis pijamas? —escucha refunfuñar al pelinegro, quien se aleja para rebuscar en su armario. Pronto regresa con un par de jeans oscuros y una camiseta de manga larga color olivo, tendiéndolas en su dirección— ponte esto y si no estás listo en cinco minutos yo mismo te vestiré —advierte antes de retirarse de la habitación.

Espera recargado en la blanca puerta, y cuando considera que ha pasado el tiempo suficiente como para que el menor esté listo, da vuelta a la perilla y vuelve a ingresar. Deja escapar una carcajada cuando encuentra a YoonGi hecho un completo desastre, lidiando con mangas que cubren más allá de las puntas de sus dedos y jeans que no alcanza a llenar, pareciendo que la tela de éstos busca también hacer el rol de zapatos.

—No es gracioso.

—Lo es un poco —reconoce, acercándose para auxiliarle en su lío de vestimenta— siéntate.

El de cabello invernal le obedece a regañadientes, pero la expresión de pocos amigos se desdibuja un poco de su rostro cuando se arrodilla frente a él, arremangando los pantalones hasta que cubren el largo adecuado; hace una seña con la mano para indicarle que espere, procediendo a tomar las zapatillas vans que dejó tiradas por ahí antes de dormir, a fin de colocarlas en sus pies y atarlas.

— ¿Por qué de repente actúas como mi esclavo?

— ¿No lo sabías? Cuando tienes un novio también tienes un esclavo personal, dos en uno, aprovéchalo —ironiza, palpando sus rodillas una vez que ha terminado— ahora permite que éste sirviente enamorado te ayude con tus mangas —se sienta junto a él, tomando sus brazos para ajustar el largo de la enorme camiseta.

Se ve incapaz de hacer algo además de sufrir en silencio por el cúmulo de calor en sus pómulos, y perderse en la tibia sensación de las manos de SeokJin acariciando las suyas cuando concluye con su deber. Toma un respiro profundo antes de levantar la mirada en dirección al alegre semblante del universitario, acción que se ha vuelto un poco difícil desde la noche anterior, pues cada que lo hace recuerda las cursis frases que brotaron de sus labios bajo las luces de la ciudad.

—El cuello de tu camiseta está un tanto chueco —las palabras salen en mescolanza de un encantado suspiro, acercando sus manos hacia la tela azul marino, acomodándola hasta que sus hombros se ven rectos y no quedan arrugas en su pecho— ¿ya te dije que amo tus clavículas?

—Lo hiciste como cinco veces anoche, cuando estábamos por dormir —le recuerda, sonriendo hasta que sus mejillas se encuentran abultadas y espolvoreadas en color carmín— no entiendo qué les ves de especial, porque las miras justo como anoche cuando jugábamos a poder conciliar el sueño, cosa que no era más que un imposible porque nos emocionaba tanto estar abrazados bajo las mismas sábanas.

—Creo que las personas se reirían tanto de ti de saber que cuando dormiste conmigo no pasó lo que la mayoría cree al escuchar tal expresión —exclama risueño, ocultándose en su pecho por la vergüenza que en realidad le provoca tocar el tema— somos una pareja rara; pasé la noche en este sitio y sólo nos dedicamos a hacernos mimos cursis y a hablar de cómo fue que dimos a tener estos sentimientos.

—Si querías acelerar el ritmo de nuestra relación sólo debiste haberlo pedido —dice jocoso, pero esa tonalidad se borra de su habla cuando recibe un golpe por parte del adolescente— no vuelvo a jugar con eso, vamos ya.

Minutos más tarde se encuentran caminando hacia el hogar de JiMin, ese que deben dejar libre de aroma a borrachera y cartones de cerveza. Hablan de lo que sea que cruce por sus mentes al prestar atención al panorama, entrelazando sus dedos y propinando pequeñas caricias cuando dejan espacio para el silencio.

— ¿Y de qué estábamos hablando antes de que las cosas se pusieran extrañas?

—De tus clavículas.

— ¿Qué tienen mis clavículas? —YoonGi rueda los ojos ante su duda; Jin podía ser igual o incluso peor de distraído y curioso que un infante.

—Tienen mi amor —responde, como si fuera molesto para él decirlo.

—Necesito saber la razón.

—Es un secreto.

—Bien, puedo sentarme a escuchar tus secretos una noche entera.

—Acércate, te lo diré —murmura, mirando a ambos lados de la acera como si en realidad fuera un asunto confidencial. Ríe un poco antes de acercarse al oído del pelinegro, pues éste parece apunto de descubrir el verdadero origen del universo— son como el escondite perfecto, así que cuando busco ocultarme en ellas, termino por encontrar a tu corazón, y es lindo escuchar cómo se acelera sólo porque estoy sosteniéndote cerca.

SeokJin deja escapar el aire que había retenido en sus pulmones, y cuando YoonGi vuelve a estar frente a él, se apresura a besarle. Es rápido pero dulce, y su parte favorita es cuando se separa para encontrarle aturdido, siendo todo pómulos rosáceos y ojos replicantes.

— ¿Por qué hiciste eso?

—Porque eres demasiado lindo para el mundo —responde con sencillez, retomando su camino— así que el mundo necesita saber que sólo puedes acelerar mi corazón, no el de nadie más.

—Eres un posesivo —entorna los ojos, reteniendo la sonrisa que tira de las comisuras de sus labios— avanza, eres tú quien estaba presionando por ir con JiMin.

—Te quiero mucho mi YoonGi-chi.

—Sí, sí, yo también, ahora acelera el paso, tenemos una casa que dejar rechinando de limpio. 

"Flores En Primavera" [ksj + myg] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora