58.

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Sangre escurriendo desde la cima de desnudas paredes, sonidos húmedos, pequeñas risas producto de loquera actuada y gente maquillada espeluznantemente saliendo de la nada. Todo es falso y ridículo según el parecer del adolescente, pero SeokJin se ve incapaz de controlar los escalofríos que le recorren el cuerpo y de acallar sus gritos cada que alguien le toma desprevenido.

—YoonGi-chi —lloriquea, halando del brazo del pelinegro— ¿cuánto falta para que esto se acabe? —murmura cerca de su oído, pareciendo al punto de las lágrimas.

—Tranquilo, estamos por llegar a la salida —responde, aunque en realidad es una mentira para que conserve la calma, pues se siente con el rumbo perdido.

—Per... ¡ah! —sus palabras pierden sentido después de que un misterioso rastrero le tome por el tobillo, y se apresura para esconderse en los brazos del menor, quien contiene sus ganas de reír mientras le acaricia en señal de consuelo— este lugar me está volviendo loco.

—Ya, ya... no ha sido más que un empleado con cicatrices falsas —susurra contra su cabello, lidiando con la diferencia de estaturas que les impide estar en una postura normal. Jin es demasiado alto y a pesar de ello busca encontrar refugio en él, quien apenas puede cubrir su ancha espalda con ambos brazos y debe ponerse de puntitas para mirarle a los ojos.

—Sigamos —pronuncia a duras penas, no queriendo hacerlo en realidad.

YoonGi toma su mano antes de proseguir por el estrecho pasillo; sigue al borde de un ataque de nervios cada que encuentra una puerta entreabierta, pero el hecho de que su acompañante entrelace con más fuerza sus dedos en momentos como ese le hace sentir seguridad. El recorrido por la tétrica casona parece interminable, tanto que terminan por darse cuenta de que probablemente doblaron por un equívoco rincón.

—Considerando que no nos han asustado en los cinco minutos que llevamos caminando y que estamos junto a un cuarto vacío quiere decir que no debemos estar aquí —infiere el de piel pálida, abriendo la plástica cortina que cubre la entrada de una habitación pintada de azul— ¿acaso son esos disfraces? —cuestiona, señalando polvorientas cajas con trajes dentro.

—Creo que nos hemos metido al área del staff, ¿cómo es eso posible?

—Bien, me has distraído con eso de que debo protegerte de las crueles personas con malos disfraces de monstruos —cruza sus brazos, insinuando que no carga con la responsabilidad de lo que pueda pasar.

—Ah, fuiste tú quien nos guío todo este tiempo y me prometió que la salida estaba cerca —dice un quejumbroso Jin, moviendo la cabeza de un lado para otro al igual que cada vez que se enfada sobre algo— cómo sea, ¿ahora por dónde estará la salida?

—Mira estas vendas —desvía por completo el tema, ingresando al desierto cuarto pintado de azul e iluminado con luz fría— hay que disfrazarnos —propone, como si no estuviera en contra de ninguna regla y fuese algo completamente normal.

—Estás loco si crees que le seguiré el juego a tus imprudencias —se niega el mayor, cuyas palabras contrarían de sus acciones, pues se encuentra husmeando en una caja y tomando entre sus manos un traje de quirófano y sangre falsa— me pregunto qué hace esto en una casa del terror con motivo medieval.

—Ya ves, nada tienen que ver con la temática, supongo que son elementos que no les sirven y por eso los han arrojado a la deriva en este sitio.

La voz de YoonGi suena obstruida por las vendas que comienza a enredar sobre su rostro; no puede pretender que la vergüenza es algo a lo que es completamente ajeno, pues el menor es más adolescente que él mismo en incontables aspectos. Hace falta con tomar el ejemplo de que el pelinegro se encuentra entusiasmado ante la idea de su inocente travesura mientras que él lo tacha de una acción inmadura e incorrecta.

O tal vez siempre fue un cobarde que temió meterse en problemas; es más realista que esa opción sea el verdadero causante de su bochorno y sentimiento de que alguien vendrá en cualquier momento a echarlos del parque.

"Lo que hago por escuchar la risa más tierna de todas" piensa a la par que enfunda su cuerpo en el misterioso disfraz, decorándole con el desagradable líquido rojo que simula vestigios de una acción violenta. Una vez que termina con la absurda labor, visualiza un brazo falso detrás del chico vestido en un ridículo intento de momia; sonríe avanzando unos cuantos pasos para alcanzar el plástico objeto, pero sus torpes pies terminan por traicionarle, haciéndole estar en el suelo antes de que tan siquiera se dé cuenta de que estaba cayendo.

Retiene su cuerpo con ambos brazos al sentir que aplastará a uno de menor tamaño bajo él, y cuando sus miradas se encuentran el tiempo se detiene por completo. Los ojos de YoonGi son más hermosos y brillantes si es que les mira tan de cerca, y su boca tiene un aspecto tan rosado y suave, aún si hay una estorbosa e infantil tela blanca que no alcanza a cubrirla. Sabe que ha terminado de perder la cordura cuando se encuentra a sí mismo acercando su rostro hasta que sólo les separan unos cuantos milímetros, sin trastabillar en su decisión.

Desea besarle hasta quedarse sin aire.

— ¿Hyung? —la duda llega hasta sus oídos en un tímido susurro, su aliento a fresas tirando más cerca de él hasta que se encuentra al borde del abismo.

Puede escuchar los acelerados latidos del adolescente bajo su cuerpo, y también puede percibir aquellos que nacen de su enamorado corazón, corriendo lleno de un acaramelado frenesí; es como si ambos corazones ansiaran escapar de sus pechos para convertirse en uno sólo, latiendo en una misma sintonía.

— ¡Aish!, ¡son la quinta pareja que encuentro en este cuarto, y apenas va la mitad del día! —se separan por mero instinto hasta quedar uno en cada extremo de la fría habitación, pues la fuerte voz de una guardia de seguridad les ha arrancado la magia del momento— ¿por qué están disfrazados? Si tienen fetiches compren sus propios trajes, no hagan esto más extraño para mí. Las casas de terror no son moteles, deberían de especificar eso en la entrada o enviar a uno de los monstruos a perseguir a cada pareja que vean entrar.

La chica les guía hasta la salida, ambos le siguen cabizbajos, no sólo por la vergüenza de ser atrapados en medio del momento que han anhelado en secreto, sino porque no saben qué hubiese sido de ellos si nadie les arrastraba de vuelta a la realidad, ese horrible sitio de inseguridad sobre si sus sentimientos son mutuos e insoportable cercanía que se limita a la amistad, aun cuando desean ser algo más. 

"Flores En Primavera" [ksj + myg] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora