Intenta controlar el constante trastabillar de sus manos, tarea que resulta difícil ya que sus ojos pasean alrededor de los incontables libros acomodados en las estanterías de la biblioteca escolar; hala de su cabello de vez en cuando, nervioso, porque probablemente aquel chico que se paseaba constantemente por los senderos de sus sueños le dejaría plantado, con el corazón roto y una rosa que no planeaba comprar entre sus manos.
YoonGi no es particularmente suertudo en cuanto a asuntos que involucren el tan abrumador sentimiento del amor, de hecho, se considera un completo desastre cuando se ve afectado por ello, y es por esa misma razón que prefería mantenerse alejado de dulces melodías y adorables chicos con sonrisa geométrica.
Se da ánimos a sí mismo, imaginando las posibilidades que tendría si es que las cosas salían bien, todo mientras observa la flor que sostienen sus delgados dedos, cuyos pétalos relucen un carmín tan hermoso y vivo como los sentimientos que habían florecido en su pecho desde la primera vez que vio a Kim Taehyung hacía ya dos años.
Ojalá nunca se hubiese percatado de la existencia de ojos chispeantes e inocentes merodeando en los pasillos, y se sentiría más tranquilo de no haber sido por aquella colorida risa al fondo del aula que no podía pasar por alto cada que asistía a clase de Literatura, pero no todo resulta como queremos, por más que deseemos que así sea.
Ambos han sido amigos desde hace ya un tiempo considerable, pero permanecer como un simple acompañante que no busca más que simples risas y conversaciones rutinarias no estaba dentro de sus planes. Él deseaba mucho más, y hoy estaba por conseguirlo.
Han pasado sólo cinco minutos, le preocupa haber sido demasiado puntual o que Taehyung se haya propasado de distraído por milésima vez, y aunque se considere amante del silencio, tiene la sensación de que no podrá soportar la ausencia de sonido ni un minuto más.
Camina por los alrededores, pues la inquietud le ha ganado y no pudo permanecer en su asiento por mucho tiempo. Su tenso mirar escruta con atención entre los diferentes títulos de literatura renacentista que relucen en las repisas hechas de oscura madera, encontrando finalmente la colección de Shakespeare, todos libros de pasta dura color esmeralda.
De todos modos, no es como si su cita fuese un acuerdo mutuo, ambos habían quedado de reunirse para trabajar juntos en su ensayo sobre Otelo, y él era el único despistado que buscaba algo donde no debería.
Mientras estira su brazo para tomar aquella obra entre sus manos, dos pequeñas risas en el pasillo contiguo llaman su atención. Levanta la ceja, curioso, pues una le parece familiar, quizá demasiado, y no piensa que eso podría tratarse de algo bueno.
No es que le guste espiar conversaciones ajenas, pero el amor nos inhibe de pensar con claridad, y esa es la única excusa que necesita para colocar el tallo de la rosa entre las páginas de la obra que recién tomó y acercarse al sitio de donde ha provenido tan alegre sonido.
—JungKook, le he prometido a YoonGi verlo hoy, justo en este instante. No es que no puedas vivir sin mí, estoy seguro de que eres capaz de entender trigonometría por tu cuenta al menos hasta que me desocupe —exclama aquella profunda voz, esa que suele quitarle el aliento aun cuando no va dirigida hacia él— también tengo tareas por hacer, prometo llamarte en cuanto acabe mi trabajo.
—Pero hyung... —prosigue una voz más apaciguada, juguetonamente quejumbrosa— ¿p-promete regresar por mí pronto? Le estaré esperando frente al aula de música. Es San Valentín, y no quisiera distanciarme mucho de usted por lo que resta del día de hoy...
—Ah, Kookie, te he dicho que no tienes por qué hablarme formalmente —le reprende, pero aun así es casi capaz de inferir el sonrojo que espolvorea las mejillas de un abochornado Taehyung, ese del que anheló ser causante incontables atardeceres, viendo al sol partir— por supuesto que no te dejaría el día de hoy. YoonGi trabaja rápido, no nos tomará mucho tiempo y podré estar contigo en menos tiempo del que crees.
Estaba siendo un estorbo para el chico de sus sueños, el obstáculo entre una pareja que se nota a millas recién comienza, y no puede sentirse más miserable mientras es testigo de cómo ambos planean encontrarse sin importar que él esté ahí, en el medio.
No causaría ninguna diferencia que le confiese sus sentimientos, porque al final Jeon JungKook se había ganado su corazón sin ningún esfuerzo, y eso es más que suficiente para que deje morir sus innecesarias expectativas y ridículos deseos de lograr que su sentir sea algo recíproco.
Aquellos pensamientos hacen meollo en su cabeza hasta que por fin toma el valor de caminar en su dirección. Cuando llega al pasillo ambos adolescentes siguen ajenos a su presencia aun cuando está de pie a unos cuantos metros de ellos, y sólo puede sentir malestar en el pecho cuando se encuentra con sus cuerpos tan cerca como quienes esconden un secreto muy profundo.
Se sobresaltan cuando carraspea la garganta con el propósito de llamar su atención, y se separan como si de repente no existieran emociones que les ataran. Los tres se miran a los ojos sucesivamente, en ese incómodo instante se pregunta por qué lo hace, pero tiende la rosa hacia el mayor, sonriendo con repentina socarronería para disimular que no se siente tan desolado como en realidad lo hace.
—Te estuve buscando, tenía que darte la rosa que me encargaste el día de ayer para JungKookie-ah —le guiña un ojo, ignorando la naciente confusión del castaño, quien recibe la flor como quien no quiere la cosa, y siente un poco de envidia por la ilusionada sonrisa de conejo de su acompañante— trabajaré en mi ensayo yo solo Tae, no tienes que preocuparte, si necesitas ayuda puedes llamarme después. Es día de los enamorados y deberías estar con el tuyo, ¿no?, deja Shakespeare para después.
Sin esperar respuesta se despide de ambos, su sonrisa desapareciendo por completo en cuanto se da la media vuelta, y siente lágrimas picar en sus ojos una vez que se encierra en uno de los tantos cubículos del sanitario. Nadie le está observando, así que se siente libre de dejarlas salir en silencio, procurando no dejar que ningún sollozo se escape.
Durante el resto de la jornada escolar piensa en SeokJin, el chico de la florería, y recuerda también sus melosas palabras cuando le informó aquello que deseaba adquirir:
"De seguro esa rosa hará muy feliz a alguien el día de mañana"
Quiere molestarse con ellas, decir que fueron una mentira pues no podría sentirse más lleno de tristeza y desdicha, pero a la hora de la salida, cuando observa a Jeon JungKook suspirar mientras mira dicha flor con infinito cariño, se da cuenta que después de todo, era cierto.
Esa rosa había hecho feliz a alguien, más no a él.
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"Flores En Primavera" [ksj + myg]
Fanfiction"Porque su marchito corazón volvió a florecer una cálida mañana de primavera, bajo la ironía de piel blanca como la nieve y la belleza de ojos castaños que pretendían ser fríos sólo por diversión" *°•☆*°•☆*°•☆*°•☆*°•☆*°•☆*°•☆ Pareja principal: SeokJ...