Capítulo 7

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John.

Salí de la librería después de mi conversación con el chico. Tenía unas inmensas ganas de comprar mi biografía y leerla de arriba a abajo, pero iba a estar todo un mes en esa horrible ciudad, sin hablar el idioma y aparentemente sin mudas de ropa, por lo que mínimo debía de encargarme de conservar dinero para lo comida. Aunque tampoco sería una mala idea golpear a un par de personas para obtener dinero, no quería pasar mi mes en el futuro en una celda.

Al menos tenía la certeza de que Paul se había quedado en el pasado, puesto que no había aparecido conmigo.

En otro momento, me habría puesto furioso por el inconveniente que me representaba estar un mes entero en un lugar desconocido, pero por otro lado ¡Acababa de enterarme que estaba muerto, maldita sea! De todo lo que quería saber a partir de ese momento era de fiestas, sexo y diversión.

Mi estómago gruñó, interrumpiendo mis sueños sobre sexo con chicas lindas, para recordarme que primero debía de alimentarme y encontrar donde dormir. Solté un suspiro y comencé a caminar por lo que parecía ser una calle dentro del parque, aunque rápidamente descubrí que en realidad no se trataba de un parque, sino un bosque; a mi izquierda se alzaban un par de juegos donde los niños corrían de un lado a otro, mientras que a la derecha había un lago con una docena de lanchas en él. Debía de admitir que con esa vista, la ciudad parecía menos horrible de lo que me había parecido momentos antes.

También habían puestos ambulantes con una diversidad increíble de productos, que iban desde los peluches de osos pandas hasta collares, cuadros y algodón de azúcar. Me detuve a intentar comprar unas palomitas de maíz, pero el vendedor puso la misma mala cara que el tipo al que anteriormente había intentado comprarle comida y negó con la cabeza.

— ¡¿Cómo pretendes que coma algo, estúpido?! —le grité al hombre, dispuesto a golpearlo para conseguir comprar algo de jodido alimento; éste me gritó algo en su idioma que claramente era una ofensa, pero antes de sacar volando su carrito de palomitas, sentí como alguien tiraba de mi brazo.

Me giré con toda la intención de golpear a quien estaba interrumpiendo mi pelea, pero casi al instante me retracté. No sé como logré contener mis ganas de gritar al encontrarme con lo que parecía ser la chica más horrible que jamás había visto. Su nariz y ojos eran desproporcionadamente enormes para su rostro, que combinaba bastante bien con su cuerpo poco agraciado y corto. Tenía toda la cara de un gato gordo que se ha estrellado contra una pared.

—Hola —susurró la chica, con una sonrisa maniática que de verdad me estaba asustando.

—Lo siento, yo... —le dije, intentando zafarme de su agarre pero ésta se apretó contra mí y soltó un chillido extasiado. Creo que mi mueca de asco fue bastante visible, pero a ella pareció no importarle demasiado.

—¿Quieres? —me preguntó después de dar un par de brincos alrededor de mí, mientras señalaba el carrito de palomitas. Era claro que le había gustado, y aunque en otro tiempo me hubiera alejado corriendo a toda velocidad, ahora tenía hambre y ella parecía dispuesta a darme cualquier cosa que le pidiera.

—Sí, eso estaría bien —le dije, y casi de inmediato ésta sacó un par de billetes y pagó una bolsa de palomitas a las que no tardé mucho en clavarles el diente. No sirvieron de gran cosa para calmar mi hambre, además de que sabían horrible, pero eso era mejor que nada.

Una vez que terminé de comerme mis palomitas estaba dispuesto a alejarme de ahí en busca de refugio, pero la chica me siguió un par de pasos antes de que yo girara a verla para correrla.

— ¿Puedo tomarme una foto contigo? —me preguntó. Al principio no entendí qué me había dicho a causa de su voz brutalmente irritante y con el acento más latino que jamás había escuchado. Aunque me había negado a creerlo, al parecer eso de haber terminado en México y no en Francia sí era cierto, pero después de aceptar que estaba muerto una minimidad así no era gran reto.

— ¿Por qué? —le pregunté fastidiado.

—Luces como John Lennon.

—Soy John Lennon —contesté casi de inmediato. Casi podía imaginar la cara que hubiera puesto Paul al escucharme meter la pata hasta el fondo, pero me daba igual ser ligeramente indiscreto ¿quién mierda iba a creer que había viajado en el tiempo?

La chica parecía un poco impresionada, casi petrificada, pero un segundo después había brincado a mis brazos y me había comenzado a estrujar contra ella.

—Ugh, suéltame. —gemí, sintiendo cada parte de la chica contra mí. Cada maldita parte.

—¿Realmente eres tú? —chilló, separándose de mí. Sabía que si hubiera sido más alta me había besado, y agradecía que sólo me llegara al pecho. Ésta tomó mechones de su cabello y después me tomó de la mano—. ¿Dónde está Paul? ¿Y George? ¿Ringo?

Parecía que la chica se iba a desmayar si no le daba respuestas a toda velocidad, y realmente parecía amarme. Mi mente rápidamente comenzó a tejer los pensamientos; si tenía mi propia biografía era porque había conseguido ser tan famoso como lo deseaba, entonces esa chica debía de ser mi fanática, una muy desesperada.

Ella iba a hacer cualquier cosa por mí, estaba seguro.

—No están conmigo, se quedaron —le dije, y pareció decepcionarse un poco, pero antes de que volviera a profanar mis oídos con su voz la tomé de la mano con más fuerza y la miré directamente a los ojos, deseando que las técnicas de conquista de Paul me funcionaran a mí también—. Tengo un gran problema, estoy atrapado aquí y necesito refugio ¿Puedes ayudarme con eso?

La chica sonrió macabramente y asintió tan rápido que creí que se desnucaría.

—Sí, lo que quieras —me erguí un poco para asegurarme que no se iba lanzar a besarme y ésta me tomó de la camisa para asegurarse de que no me iría a ningún sitio—. Puedes pedir cualquier cosa, John.

Al final, los métodos de conquista de Paul sí funcionaron.  

Now and Then [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora