Capítulo 62

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Paul

El viaje de vuelta a Londres me había parecido más largo de lo normal, pero eso se debía principalmente a que no había podido dormir ni un segundo por estar pensando en el asunto de los bebés que jamás tendría si John y yo seguíamos juntos. Deseaba poder tener ambas cosas, pero entendía que no era posible.

Eran casi las nueve de la noche cuando bajé del tren y volví a revisar mi IPhone: John todavía no me había llamado ni tenía mensaje alguno en la aplicación de mensajería. Harry tampoco había intentado comunicarse conmigo.

— ¿Cómo es posible que no haya ni un solo taxi? —pregunté al ver completamente vacío el lugar donde siempre se encontraban.

No esperaba que alguien me contestara; pero un hombre, cuyo rostro me parecía muy familiar, me miró y contuvo una risa antes de acercarse a mí.

—Las vacaciones comenzaron y Londres recibe muchos turistas, así que los taxis están ocupados —el hombre, cuyo acento delataba que provenía de Liverpool, se encogió de hombros—. Quizá uno llegue pronto, yo esperaré porque no tengo prisa; pero siempre puedes tomar el metro, ¿sabes?

—El problema es que no sé qué línea debo tomar para llegar a la casa del amigo que me está dando hospedaje —suspiré y me resigné a quedarme hasta que un taxi llegara—. Todo me está saliendo mal en este día. Primero, mi novio se fue a América, luego hice un viaje hasta Doncaster para hablar con el testarudo exnovio de mi amigo, no conseguí lo que quería y regresé a Londres. Ahora estoy aquí, quizá el taxi se demore una eternidad y... ¡ni siquiera debería contarle mis problemas a un desconocido!

El hombre soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Eres muy gracioso. ¿Sabes? Tengo algo para que la espera no parezca tan larga —el hombre sacó un cigarrillo para él y me ofreció uno. No lo rechacé.

Encendió los cigarros con su encendedor y volvió a mirarme después de darle una calada, con una sonrisa en el rostro.

—Gracias.

—Soy Julian Lennon —extendió su mano y me miró a los ojos.

Fue en ese momento cuando algo mi cerebro pudo atar los cabos y supe por qué su rostro me había parecido familiar: seguramente era pariente de John. Sonreí y estreché su mano.

—Paul McCartney.

Julian frunció el ceño y me miró de pies a cabeza con curiosidad.

— ¿Es verdad o sólo estás bromeando? —preguntó.

— ¿Para qué habría de bromear con algo así? —rodé los ojos—. Me llamo Paul McCartney, ¿hay algún problema con eso?

—No lo sé —se encogió de hombros—. Sólo sabía de la existencia de una persona con ese nombre y... bueno, tampoco había conocido a alguien que se pareciera tanto a esa persona, ya sabes, físicamente.

—Pues no soy él. Mi nombre es Paul McCartney y no puedo cambiarlo sólo porque conoces a otra persona que se llama como yo, ¿entiendes?

Julian alzó las cejas en cuanto respondí, pero después pareció avergonzarse de su acción y desvió su mirada al mismo tiempo que soltaba mi mano. No entendí el motivo, pero supuse que nuestra conversación había terminado.

Volví a centrar mi atención en el espacio donde los taxistas se estacionaban para que los pasajeros subieran. Julian le dio otra calada a su cigarro y yo lo imité poco después.

— ¿Tus padres eran fanáticos?

— ¿Perdón? —lo miré y fruncí el ceño.

—Sí, fanáticos de The Beatles —me quedé estático, cosa que pareció hacerle entender que no sabía a qué estaba refiriéndose—. Por favor, no me digas que nunca has escuchado a The Beatles.

Now and Then [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora