Capítulo 57

886 104 133
                                    

John

Terminé de guardar un par de camisas en la pequeña maleta que Paul había colocado sobre la cama, repasando en mi mente todo lo que debía llevar para el viaje.

—Amor, ¿sabes dónde dejé mi pasaporte? —le pregunté a Paul, que estaba frente a mí, terminando de doblar la cantidad exagerada de pantalones que llevaría al viaje, a pesar de que estaba seguro de que sólo usaría uno, quizá dos.

—Creo que está en el cajón del lubricante —contestó éste tranquilamente, caminando hacia la maleta para guardar mis pantalones.

Abrí el cajón que estaba del lado izquierdo de la cama, encontrando la botellita tan familiar de lubricante, un par de condones que nunca habíamos utilizado y los pasaportes que Ricitos había conseguido para nosotros.

Tomé el mío y le di un par de golpes contra mi mano izquierda, antes de cerrar el cajón y sonreír ligeramente.

Giré a ver a Paul, que ahora se encargaba de acomodar correctamente las camisas que yo había empacado desastrosamente.

— ¿En qué momento llegamos a este punto? —le pregunté, sentándome a un lado de la maleta.

Paul apiló las camisas de forma más ordenada y giró a verme.

— ¿A cuál punto? —preguntó, comenzando a cerrar la maleta.

—A este, en el que yo te llamo amor y tú acomodas mi ropa —Paul sonrió y bajó la mirada, como si recién se diera cuenta de lo que habíamos estado haciendo durante la última hora.

—No lo sé, solo pasó —tomó la maleta y la colocó sobre el piso, lista para el momento en el que tuviera que partir. Dejé el pasaporte sobre la superficie de tela, confiando en que el lugar era lo suficientemente seguro para no olvidar el documento—. ¿Te molesta?

Negué con la cabeza, decidido a no permitir que mi sonrisa se ensanchara más de lo que ya se encontraba. Comencé a desvestirme para meterme a la cama, disfrutando silenciosamente de la sensación de intimidad que estaba implícita en cada gesto coordinado que Paul y yo hacíamos.

Fui el primero en meterse entre las sábanas heladas, recibiendo así un par de escalofríos que duraron desde que Paul estaba bajándose los pantalones hasta que fue a apagar las luces para poder descansar.

Su calor dentro de las sábanas pareció ser suficiente para aminorar los escalofríos, pero no para saciarme de él, por lo que extendí mi mano hasta colocarla en su cintura y atraerlo a mí.

—Ven aquí —susurré, chocando mi pecho con el suyo.

Paul acomodó su cabeza sobre mi brazo y su pierna entre las mías, comenzando a calentar mi cuerpo, que seguía luchando por controlar los pequeños temblores.

Todo pareció controlarse una vez que sus dedos comenzaron a enredarse en mi cabello.

—Moriré de frío en Nueva York —susurré, comenzando a adaptar mi vista a la oscuridad, en la que unas cuantas facciones del rostro de Paul comenzaban a ser visibles.

—Empaqué un pijama —contestó, acariciando mis patillas con su dedo índice.

—Ningún pijama me calienta como tú.

Paul soltó una pequeña risa que interrumpió la exploración de sus dedos por mi cabello.

— ¿Cómo debo interpretar eso? —susurró, comenzando a bajar sus dedos por mi cuello, en dirección a mi pecho.

En ese momento, la luz era suficiente para distinguir la pequeña mueca de maldad que Paul tenía en el rostro.

—Como quieras hacerlo —me incliné hacia su rostro, haciendo un breve contacto con sus labios, que pronto comenzó a pronfundizarse. Paul fue el primero en acortar el beso.

Now and Then [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora