John
Dos días después, todo el dolor había desaparecido, con lo que Janet se tomó la libertad de ordenarme acompañarla al colegio ¡A las 7 de la mañana!
—No quiero ir contigo —le dije en cuanto salimos a la calle y noté que el sol apenas si estaba saliendo—. No asistía a mis propias clases, no veo porque tengo que ir a las tuyas.
—Si te dejo solo, encontrarás otra manera de meterte en problemas —me dijo, comenzando a caminar por la calle desértica. Solté un bostezo y caminé a un lado suyo.
—Bien, iré contigo. Pero no pretendo entrar a clases —le dije, ajustando las correas de la mochila que me había prestado para hacerme pasar por estudiante. Había olvidado cuando había sido la última vez que había cargado un cuaderno; generalmente Paul era quien escribía nuestras ideas en su libreta de bolsillo, todo lo que yo solía cargar eran condones y púas de guitarra.
—John —me dijo Janet, deteniéndose repentinamente y mirándome a los ojos. Aún tenía la impresión de que sus ojos apuntaban a distintos sitios cuando me miraba de esa manera, cosa que me hacía reír internamente—. ¿Recuerdas lo que dijimos sobre mantenerte a salvo?
Rodé los ojos.
— ¿Cuál es el sentido de mantenerme a salvo si aún no has conseguido boletos para reunirnos con Paul? —le reproché, consiguiendo avergonzarla. Muchas veces Janet me había dicho que había encontrado boletos para el concierto de Paul, pero siempre se quejaba de los precios y nunca los compraba. Más de una vez había pensado en sugerirle que se ofreciera como prostituta, pero dudaba que alguien en su sano juicio pagara por ella, así que estábamos atrapados en ese bucle infinito hasta que ella consiguiera dinero.
Llegamos a una de esas estaciones subterráneas que olían muy mal y bajamos las escaleras para encontrarnos con una pequeña ciudad bajo la tierra. Había gente yendo de un lado a otro a pesar de la hora, todos con prisa. Algunos hacían paradas ocasionales en uno de los locales que tenían variedad de objetos; cables, pan, pizza, bebidas, helados y hasta ropa.
—Tienes que tener cuidado, John —me pidió Janet, entregándome un boleto para abordar alguno de los trenes que aún no hacían acto de aparición—. Podrían robarte algo, o acercarse demasiado a ti ¿Sabes a lo que me refiero?
Asentí, deseando que ningún homosexual indecente volviera a cruzarse en mi camino. Había tenido suficiente de hombres.
Janet y yo colocamos nuestros boletos en una máquina que los tragó y nos dio paso a un par de negocios más. Janet caminaba rápido, bordeando a todas las personas que se atravesaban en su camino con una agilidad impropia de alguien con sobrepeso, mientras que yo chocaba con todas las personas que se me ponían enfrente, puesto que parecían salir de la nada y ni siquiera podía verlas bien sin las gafas puestas.
— ¿Dónde está Paul cuando lo necesito? —bufé, recordando los momentos en los que Paul hacía algo para mí por mi necedad a usas gafas.
Logré seguirle el paso a Janet por la estación hasta llegar a unas escaleras para bajar un poco más, en donde la gente ya era tanta que podrían haberme arrastrado sin problemas. Muy contra de mi voluntad, tuve que sujetarme al hombro de Janet para no irme de cara contra las escaleras y para no perderla entre la multitud.
Después de cinco minutos, logramos entrar a un tren, que tenía muy poco que ver con los trenes de Inglaterra, con asientos para todos y pasillos libres. Dentro era más una combinación de calor sofocante, malos olores y personas aplastándome contra Janet y la puerta.
— ¿Estás bien? —me preguntó Janet, una vez que comenzamos a avanzar.
—Me recuerda a The Cavern —contesté, sintiendo un codo clavándose en mis costillas. Mi paranoia por desaparecer ante el contacto de cualquier persona regresó durante la siguiente hora, con el ascenso y descenso de personas en el tren, sin embargo, nada pasó y llegamos a la penúltima estación sin ningún problema. La mayoría de las personas bajó ahí, dándome espacio para moverme.
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Now and Then [McLennon]
FanfictionSé que es verdad, todo es por ti. De vez en cuando, te extraño. De vez en cuando, sé que es verdad para mí.