Capítulo 12

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Paul

Tomé una escoba que estaba detrás de mí y le apunté con ella al chico, quien de inmediato levantó los brazos.

—De acuerdo, me rindo —me dijo lentamente, dando un paso hacia atrás.

— ¿Qué quieres? —le dije, aún sin bajar la escoba. Seguramente me veía ridículo, pero no pretendía dejar de lado mi única defensa, aunque se tratara de un palo.

—No quería que hicieras un escándalo, pero creo que ya no es necesario.

Ambos nos quedamos en silencio; podía oír mi pulso sin ningún problema, y a lo lejos a unas cuantas personas pasando apresuradas. Pensaba en darle un buen golpe al chico para dejarlo inconsciente y salir corriendo, pero antes de poder decidirme, éste comenzó a reír y bajó los brazos.

—Dios, te pareces mucho a Paul McCartney —metió sus manos a sus bolsillos y me sonrió, simplemente quedándose parado.

—Quizá se deba a que soy Paul McCartney —contesté, rodando los ojos—. Hablo en serio, ¿qué es lo que quieres? ¿Dinero? Pues déjame decirte que no tengo nada para ti.

—No necesito dinero —contestó el chico, sin dejar de sonreír—. Sólo... no hagas ruido, ¿sí? No quiero que me encuentren, sería lo peor que podría pasar en mi día libre, y un lunático ya me amenazó con un palo de escoba, así que...

El chico se encogió de hombros, antes de acercarse a la puerta. La abrió un poco para poder ver lo que estaba pasando afuera, pero fue lo bastante cuidadoso para que nadie lo viera. No entendía quién era, ni de qué se estaba escondiendo, pero no parecía ser una mala persona.

—Me llama lunático el tipo que me arrastró a un armario de limpieza —murmuré, aunque el chico pareció escucharme perfectamente porque volvió a cerrar la puerta y soltó una pequeña risa—. Lo hacía porque creí que me reconocerías, pero creo que no te conoces ni a ti mismo, Paul McCartney.

Algo en el tono amable del chico me indicó que claramente se estaba burlando de mí, y me sentí molesto. Nadie jamás me había hablado en ese tono. Bueno, quizá John lo había hecho, pero él era mi mejor amigo, no un desconocido. Suspiré pesadamente y lo empujé un poco para tocar el picaporte de la puerta.

—No te atrevas a abrir la puerta...

— ¿O qué? —le dirigí una mirada retadora, no me gustaba que la gente me dijera lo que debía hacer.

—Ten por seguro que no te amenazaré con el palo de la escoba —contestó, encogiéndose de hombros—, pero no te gustará lo que te van a hacer en cuanto cruces esa puerta, Paul McCartney.

— ¿De quién te escondes?

El chico parecía estar a punto de contestarme cuando comenzó a escucharse un gran alboroto, tomándonos por sorpresa a ambos. Como si fuera un instinto de supervivencia, lo tomé del brazo y salimos corriendo a toda velocidad. Entonces supe de qué se estaba escondiendo: una multitud de chicas que parecían tener un elevado grado de locura.

Salimos de la estación de autobuses a toda velocidad y, después de recorrer un par de cuadras y haber dado vuelta hacia un callejón sin salida, pudimos perderlas. Para entonces, tanto el chico como yo estábamos muy agitados.

—Bien, ahí tienes la respuesta —gimió el chico, recargándose en la pared mugrosa del callejón y acomodando su cabello—. Nunca había salido corriendo de ellas, generalmente me salvan los guardaespaldas —musitó.

—Sigo sin entender —dije, rascándome la nuca un poco—. ¿Por qué esas chicas te estaban persiguiendo? ¿Sueles traer guardaespaldas contigo? ¿Acaso eres parte de la realeza o... quién demonios eres?

Now and Then [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora