De reptiles gigantes va la cosa.

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Desventaja de ser un Draco Rex adulto: Siempre tengo hambre.

Tuve que haberlo supuesto, pero no lo hice. Ahora, bicho que veo, bicho que me zampo. Va contra mi propia voluntad.

Necesito cantidades de alimento mayores a las de un tiranosaurio, y en mi camino apenas encuentro ciervos y similares. La cosa ha llegado al punto en que por un momento he mirado a mis compañeros considerando la posibilidad de comérmelos.

Necesito comer algo YA.

En eso a mi olfato llegó un olor. No. Para ser exactos varios tipos de olores. Sin pensármelo mucho empecé a desplazarme a donde provenía el olor.

- ¿Eh? ¡Rex, espera! ¡A dónde vas!

Señalé con mi cabeza a donde estaba yendo.

-Vale, pero ¿Por qué?

Explicarlo hubiese tomado tiempo, y a lo que me acercaba estaba en movimiento, por lo que pronto se irían. No tenía tiempo para explicarlo.

Cuando estaba a quinientos metros empecé a moverme más rápido. Volví a acelerar cuando quedaban cien metros. Ellos aun no me habían visto, el bosque era bastante espeso.

Cuarenta metros. Cargué a toda velocidad.

Cargué con suficiente velocidad como para tumbar varios árboles en el proceso, incluyendo los que daban al camino. Efectivamente, lo que acechaba era una caravana en un camino. No me paré a mirar su mercancía, simplemente embestí lo primero que encontré, lanzando los pedazos de carruaje varios metros fuera de la cuneta, estampándola contra los árboles al otro lado de la cuneta.

- ¡Nos atacan!

- ¡Coged las armas!

- ¡Proteged la mercancía!

Voces como esas y gritos sonaban a mi alrededor. Miré a donde procedían esas voces, encontrando varios humanos vestidos en armaduras que recordaban ligeramente a armaduras de legionario romano.

Les rugí con todas mis fuerzas. El estado de miedo se hizo presente inmediatamente.

Cargué contra ellos con la boca abierta y rugiendo. Un par de ellos quedaron paralizados del miedo. Para ser exactos fueron los que acabaron entre mis mandíbulas y entre mis garras. Pude oír el quejido del primero mientras cerraba mi mandíbula sobre él, triturándolo junto con su armadura a medida que cerraba mi mandíbula a gran velocidad. Usé mi lanzallamas, fundiéndolo con la armadura, para luego tragármelo sin pensar.

Con el que estaba entre mis garras lo lancé al aire, donde lo quemé vivo con el pirocañón, para luego atraparlo con la boca y hacerlo desaparecer a través de mi garganta tras un par de letales mordidas.

Giré mi cuerpo, aun en movimiento, derribando otro carro con el movimiento de latigazo que produjo mi cola al girar tan rápido.

Me lanzaron un par de flechas. Rebotaron.

- ¡Apuntad a los ojos!

Sí, claro, y yo me dejo. Cargue de nuevo contra ellos, cogiendo un carro con mis zarpas en el proceso, para luego tirárselo. El carro se llevó a un par por delante y se chocó contra otro carruaje, transformándose en astillas ambos. Por mi parte, seguí en línea recta y usé mi cabeza como martillo para lanzar varios metros al que parecía su líder, seguidamente giré mi cuerpo hacia su dirección, aplastando a uno de los soldados con mi pie y mandando aun par a volar con mi cola.

Al capitán lo volé en pedazos con un proyectil AP en cuanto se levantó.

- ¡GRRRRRR!

Me giré para ver que se había atrevido a rugirme. Un oso enorme con varios brazos. Entonces me fijé que lo que transportaban estos tipos eran animales, muchos de ellos con aspectos imponentes y peligrosos, los cuales, tras haberlos ''liberado'' habían sembrado el caos en el resto de la caravana, liberando a muchos otros animales y sembrando estos de nuevo el caos, peleando tanto contra los soldados como entre sí.

The invencible RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora