Capítulo 2 - Michael

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El año más lluvioso de la Historia

Hacía un frío terrible aquella noche. Las lluvias torrenciales caían sobre los edificios de Nueva York y causaban un estruendo incesante que se clavaba en los tímpanos de las personas. Aquel 13 de febrero de 2.157 llegaba a su fin con una violenta tormenta que azotaba la ciudad. Michael miraba nostálgicamente por la ventana de su apartamento en el 10o piso del número 368 de la Séptima Avenida. El cambio climático ocasionaba últimamente que este tipo de fenómenos meteorológicos se produjeran con frecuencia. El agua que caía sobre los cristales de las ventanas se congelaba al instante y estas se llenaban de pequeños cristales de hielo. El espectáculo en sí era grandioso, por insufrible que fuese el ruido de la lluvia sobre las calles y las ventanas. En sus 17 años de vida, Michael nunca había presenciado un espectáculo creado por la naturaleza comparable a ese. Dejó de mirar la ventana y volvió la vista hacia el interior del edificio. Había dirigido la vista hacia el exterior con tal de vaciar sus pensamientos y así poder concentrarse. A pesar de que Michael era lo suficientemente inteligente como para haber llegado a la universidad antes de tiempo, la carrera universitaria de Química resultaba compleja. Hacía tiempo que deseaba entrar en dicha carrera, y era reconocido como un genio de dicho ámbito. En la Secundaria y en el Bachillerato había obtenido siempre las mejores notas de la clase, tanto en Química como en todas las otras materias. La gente le admiraba como estudiante, y en sus ratos libres continuaba potenciando su afición por la Química, así como por otras ciencias. Michael también era conocido por ser un pacifista convencido. En su familia había sido educado en un ambiente casi hippy. Estaba totalmente en contra de la violencia e incluso había creado una pequeña organización dentro de la facultad. La gente opinaba que incluso exageraba. Pero a él no le importaba lo que el resto de personas opinaran de él. A pesar de que había quien pensaba que era un loco y un raro, también tenía amigos en la facultad.

Michael se fue a la cama un rato después. Se tumbó y cerró los ojos, aun sin poder dormirse. El incesante ruido de la lluvia le quitaba el sueño rápidamente, como si se lo tragara un desagüe. No quería ver nada en la televisión, ni quería leer. La situación conflictiva existente entre el gobierno de Estados Unidos y el de Rusia no iba a irse de su cabeza únicamente porque leyera un libro o viera algo en la televisión. En ocasiones, había quien pensaba que tenía algún tipo de obsesión, incluso algún problema psicológico. Estuvo un rato cavilando hasta que recibió una llamada telefónica.

– ¿Quién llama? – preguntó Michael.

– ¿Te he despertado?

– No. ¿Quién eres?

– Mia. Tengo un trabajo que encargarte.

– No conozco a ninguna Mia.

– ¿Estás seguro? Haz memoria.

Obedeció e hizo memoria. Únicamente había conocido una única Mia, una de sus hermanas que hacía tiempo se había mudado a Sydney y de la que no había vuelto a saber nunca. O quizás sí. Michael tendía a tener poca memoria.

– ¿Eres Mia, la que se marchó a Sydney hace varios años y que nunca había vuelto a hablarme?

– La misma.

– ¿Qué tienes que encargarme?

– Antes de decírtelo, tienes que aceptar. No es algo que deba saber cualquiera.

– ¿Qué quieres decir con eso? ¿Es algo ilegal?

Mia carraspeó y se calló durante unos instantes.

– No. Pero antes de decirte nada, debes aceptar.

Michael resopló y miró un momento por la ventana. La tormenta no se calmaba y continuaba azotando Nueva York con violencia.

– Está bien, acepto.

– Perfecto. Bueno, vayamos al grano. ¿Cuánto sabes de Meteorología?

– ¿De Meteorología? ¿A qué viene esa pregunta?

– La realización de la tarea que voy a encargarte conlleva amplios conocimientos de dicho campo.

– ¿Y por qué me lo encargas a mí? ¿No conoces a nadie que sepa de Meteorología?

– No es que no haya conocido a nadie que sepa del tema, sino que prefiero encargártelo a ti.

– ¿A mí? ¿A alguien a quien no has visto nunca en casi cinco años?

– Sé que tú llevarás a cabo esta tarea, y que lo harás bien.

– ¿Qué tengo que hacer?

– ¿Te has fijado en la cantidad de tormentas que están cayendo últimamente sobre todo Estados Unidos?

– Sí, me he fijado. ¿Por qué me preguntas eso?

– Te lo cuento luego. ¿Has caído en la cuenta de que esta tormenta ya ha sido la número 44 en lo que llevamos de año?

– Mia, me fijo en muchas cosas, pero en contar las tormentas que azotan Estados Unidos cada año no. ¿Por qué me lo preguntas? Ni siquiera te interesa la Meteorología.

– Ya, no es un tema que me atraiga especialmente. Pero en esta ocasión estoy intrigada. Las tormentas no suelen sucederse con tanta frecuencia. 44 tormentas en 44 días son muchas, ¿no te parece? Está siendo el año más lluvioso de la Historia.

– ¿Y qué importa? ¿No crees que hoy en día hay cosas más importantes en las que pensar?

– Sí, es cierto que los conflictos entre los líderes políticos que tienen lugar hoy en día son terriblemente graves y acaparan todos los focos en cuanto a lo que la preocupación de las personas se refiere, pero el hecho de que estas lluvias torrenciales están causando inundaciones que están dejando a miles de personas sin casas también es algo a tener en cuenta, ¿no crees?

– ¿Adónde quieres llegar, Mia?

– A que quiero que investigues qué está sucediendo para que se produzcan este tipo de tormentas tan violentas con tanta frecuencia.

– ¿Y por qué no se lo puedes encargar a otra persona? ¿Por qué he de ser yo quien lleve a cabo tal tarea?

– Porque sé que tú eres el más indicado. Michael, siempre has sido el más inteligente en todo. Sé que nadie lo hará mejor que tú. Además, es un tema complicado, y alguien que sepa de Química lo hará mejor.

– ¿Y lo tendré que hacer yo todo? ¿Tú vas a quedarte en Sydney tomando copas en la playa mientras yo investigo una cuestión que te corresponde a ti investigar?

– No, no soy tan mala hermana. Llego a Nueva York mañana. Es un trabajo que realizaremos juntos.

– Y necesitas mi ayuda.

– Efectivamente.

Michael suspiró algo resignado.

– De acuerdo. Pero no entiendo por qué nadie debe saberlo. Que yo sepa, no es algo que conlleve un problema para nosotros. No es nada ilegal. ¿Por qué no querías decírmelo sin que hubiera aceptado?

Mia esbozó una ligera sonrisa.

– Sólo te estaba manipulando para que aceptases. Sabía que, aunque trataras de aparentar lo opuesto, querías saber de qué se trataba. Y ahora te dejo, que voy a subir al avión.

– ¿Estás en el aeropuerto de Sydney ya?

Pero no hubo respuesta; Mia ya había colgado. Michael se volvió a acostar resignado y no tardó en dormirse.

8 St-NYUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora