Un mundo posterior
La mañana siguiente se mostró como todas las mañanas de la Tierra del siglo XXVI. Un cielo verdoso cubierto de smog fotoquímico donde, si se aguzaba la vista, podía vislumbrarse un Sol casi invisible que apenas lograba enviar un ápice de luz a la superficie terrestre. Una mañana sin clima, con una temperatura que no cambiaba nunca. Lauren se levantó temprano para irse a la universidad. No olvidó apuntar que la noche anterior eran dos las lunas que flotaban sobre la Tierra. Tenía una extraña obsesión con el número de lunas que podían verse cada noche y llevaba un control exhaustivo acerca del tema. No se lo contaba a nadie; a la mayoría de la gente no le importaba nada el número de lunas del cielo. En aquel planeta sin agua en los océanos, las lunas no tenían influencia en la subida y la bajada del nivel del mar. Lauren odiaba lo mucho que había retrasado la Guerra de las 57 Tormentas a la humanidad en el ámbito de la ciencia. Aspectos tan básicos como el número de satélites de la Tierra o la composición de la atmósfera se habían tornado completamente desconocidos para el ser humano. Lo que hace 3.000 años era de sobra conocido en la actualidad era un absoluto misterio. El número de lunas de la Tierra era como la composición de la materia oscura en el siglo XXI.
Lauren llegó temprano a la facultad, media hora antes de que empezaran las clases. Se dirigió a la cafetería de la universidad y pidió un café solo que se bebió tranquilamente, mirando ensimismada al cielo desde una ventana. A pesar de que la gigantesca cápsula era de poliuretano y por tanto era transparente, era inevitable que se cubriera de polvo del viento del exterior. Por otra parte, aquella cápsula representaba el medio de supervivencia definitivo de la humanidad, de modo que tampoco se le podían poner muchas pegas. Lauren salió de la cafetería y se dirigió a la facultad de Química. Entró en el aula y se sentó junto a Elizabeth.
– Este fin de semana no nos hemos visto. – dijo Elizabeth.
– Lo sé. Lo siento, he estado ocupada. He hecho diversos encargos. Voy a hacer una locura y necesitaba que gente tan loca como yo me ayudase.
– ¿Es la misma locura de la que no podías hablarme el viernes?
– Sí. Te lo contaré si prometes no contárselo nunca a nadie.
– Te lo prometo que no se lo diré a nadie.
– Está bien. – respiró hondo. – Voy a viajar en el tiempo hasta el año 2.157, cuando estalló la Guerra de las 57 Tormentas. A Nueva York, concretamente. Voy a irme para investigar qué sucedió exactamente para que en la actualidad estemos viviendo en cápsulas, respirando aire en conserva y bebiendo agua extraída a raíz de purificar la humedad del aire venenoso que hay en la atmósfera.
– ¿Quién va a acompañarte?
– Nadie. Tengo que ir yo sola. Ella estaba sola cuando perseguía lo que necesitaba aunque ello pudiera acarrear su propia muerte y yo haré lo mismo.
– ¿Quién es ella?
– Ella es la protagonista de "La pantalla del tiempo" junto a él.
– ¿Por qué te refieres a ellos con pronombres personales?
– No se especifican nunca sus nombres. Y ya continuaremos hablando en otro momento, que empieza la clase.
Las clases pasaron rápidamente para Lauren. Aquel día tenía asignaturas que le resultaban en su mayoría entretenidas, de modo que no se aburría en las clases.
Después de las seis horas seguidas de clase, Lauren y Elizabeth bajaron a la cafetería de la universidad a comer algo antes de volver a sus cápsulas. No tenían demasiada prisa por regresar; hacía poco que había terminado la temporada de exámenes y aquellas clases en su mayoría únicamente daban datos acerca de las fechas de las pruebas extraordinarias. No se habían explicado lecciones con demasiada importancia.
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8 St-NYU
Science FictionEn el año 2.532, 400 años después de la violenta Guerra de las 57 Tormentas, la Tierra se ha convertido en un páramo contaminado donde el aire es tóxico y los últimos reductos de la raza humana viven en cápsulas respirando aire en conserva. Lauren...