"La cueva donde desaparecen las voces"
A la mañana siguiente, Michael se dirigió al aeropuerto John F. Kennedy, el cual había sido renovado en varias ocasiones desde hacía 100 años. Antes de llegar a aquel lugar, había procurado no arreglarse demasiado al vestirse. Si algo sabía acerca de Mia era que era una persona imprevisible de la que era mejor no fiarse. Era superdotada, sin embargo no estudiaba en su época de estudiante. A pesar de tener sólo 21 años, se había quedado embarazada dos veces y había abortado las dos sin siquiera decirle una palabra a sus parejas. A los 14 años dejó los estudios; sin embargo los había reiniciado a los 15, y en dos años terminó la Secundaria y el Bachillerato. Había estado en prisión en diversas ocasiones. A los 17 entró en la Facultad de Biología y a los 19 terminó la carrera con los más altos honores. Entonces entró en la especialidad de Microbiología. Desde que había vuelto a estudiar había vivido en Sydney. La gente la conocía por ser una persona un tanto inusual. Combinaba la ropa sin pensar siquiera en la temperatura o el tiempo que hiciera, cada semana se tintaba el pelo de un color siguiendo un criterio concreto en función de cómo hubiera sido la semana anterior, y ella y su compañera de piso organizaban orgías en su salón. La palabra "excéntrica" la definía bastante bien. O quizás no tanto como "extraña". Aun así, Michael también la recordaba por ser una persona serena, aunque sólo de vez en cuando. También era una mujer intelectual y sofisticada, aficionada a la lectura de novelas de intriga cuyos argumentos posteriormente deformaba para hacerlos más complejos. En su tiempo libre era crítica de cine profesional y cineasta, habiendo realizado varias películas con las que había recaudado grandes cantidades de dinero. También tocaba el piano y la trompeta en una banda. Nadie podía negar que, a pesar de sus rarezas, era un genio.
Michael observó a Mia entrando en la terminal tras bajar del avión. Llevaba una chaqueta verde oscura con unos pantalones cortos vaqueros que dejaban la mayor parte de sus piernas al descubierto, y unas zapatillas azul cobalto con las suelas plateadas. También llevaba una maleta roja con ruedas sujeta por la mano derecha. Llevaba el pelo tintado de color púrpura oscuro y atado en una trenza que se veía por encima de la chaqueta. No era demasiado alta; apenas superaba los 160 centímetros. Michael no comprendía cómo no se estaba helando de frío, tanto que ni siquiera se había fijado en la extraña combinación de ropa que llevaba puesta.
– Hola. – lo saludó Mia.
– ¿Qué llevas puesto?
– Lo primero que he sacado del armario. La gente me mira con cara extraña.
– Pareces una loca. Entiendo que te miren raro.
– Bueno, no me importa. Vayamos a tu apartamento, tengo cosas que contarte.
– ¿Qué es exactamente lo que tenemos que investigar acerca de las tormentas?
– Te lo explico luego. Ahora vayámonos de aquí. No quiero que nadie me vea.
– ¿Que nadie te vea? ¿De qué estás hablando?
– Te he dicho que te lo contaré después, pero ahora vayámonos de aquí rápido.
Michael no añadió ninguna otra palabra y obedeció la petición de Mia de irse inmediatamente a su apartamento. Salieron del aeropuerto y tomaron un tren magnético que los condujo hasta la Séptima Avenida. Bajaron del tren y subieron al apartamento en la 10a planta del número 368.
– Bueno, Mia, ¿vas a contarme eso o no?
– ¿Nadie puede oírnos?
– ¿Oírnos? ¿De qué estás hablando?
– Antes dime si alguien nos puede oír.
– No, te prometo que nadie puede oírnos ahora. Cuéntame qué es eso que tenemos que investigar.
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8 St-NYU
Science FictionEn el año 2.532, 400 años después de la violenta Guerra de las 57 Tormentas, la Tierra se ha convertido en un páramo contaminado donde el aire es tóxico y los últimos reductos de la raza humana viven en cápsulas respirando aire en conserva. Lauren...