La selva roja
Lauren caminó hacia la estación alejándose de The New York Times Building. La luz del sol se intensificaba paulatinamente a medida que pasaba el tiempo y caldeaba ligeramente el aire. A pesar de ello, apenas alcanzaría los cinco grados Celsius.
– No sé quiénes son los científicos que entraron a trabajar para el gobierno estadounidense, ni por qué Hickey y Maksímov concertaron esa reunión, pero al menos ya sé cómo funcionan las Bombas 09 y cómo ha ido avanzando la tensión bélica. Pero aun así no debería darme por satisfecha; el quid de la cuestión aún es desconocido para mí. – se dijo Lauren al acercarse a la estación de Times Sq-42 St Station.
Lauren tomó el autobús en la estación que la llevó hasta la parada de 8 St-NYU. Bajó del autobús y volvió a mirar al cielo.
– Todo es igual. Nada ha cambiado en este mundo de acero impenetrable e invariante. Sólo he cambiado yo. Al final, el hielo ha oxidado al acero.
Lauren entró en el andén y tomó asiento. El reloj de la estación marcaba las 13:20 y la poca luz solar que había alcanzado el suelo de Nueva York desaparecía poco a poco, dando paso de nuevo a las nubes grisáceas perpetuas.
– Qué vida tan aburrida la que debe llevar la gente ahora. Sinceramente, preferiría estar viviendo ahora mismo mi vida habitual. Habría releído "La pantalla del tiempo" y tal vez incluso ya la habría publicado. Quizás incluso estaría en la lista de Best sellers. Por otra parte, mi vida social posiblemente se habría mantenido igual. Seguiría viendo a cuatro millones de imbéciles, unos juzgándome con su mirada y otros tal vez desnudándome con ella. Tal vez esta mañana ni siquiera me habría levantado aún. Tal vez tendría una resaca insoportable ahora mismo por razones que no recordaría. Tal vez me habría despertado en una habitación desconocida, con un desconocido o una desconocida a mi lado. O tal vez no. Tal vez habría tenido una noche sin nada interesante que contar. Quizás me habría levantado sin sueño hace unas horas y habría mirado por la ventana el Sol agonizante después de apuntar el número de lunas del cielo. Quizás estaría en mi habitación violeta de la Inglaterra victoriana. O tal vez no hubiera sucedido nada de eso. Es posible que estuviera moviéndome entre sueños. Pero a pesar de todo, no me arrepiento de haber venido. A un mundo donde nadie me juzga. ¿Por qué juzgamos a las personas? ¿Qué necesidad existe en la mente de cada individuo de analizar a fondo a los desconocidos y de tratar de imaginar lo peor de ellos?
En ese momento, un tren que se dirigía la Séptima Avenida se detuvo ante Lauren. Pensó en subir y regresar al hotel para descansar, pero cambió de opinión y lo dejó pasar. Pasaron varios trenes que dejaban el Financial District para dirigirse a zonas de Nueva York más dedicadas al ocio. Central Park, Broadway... Sitios turísticos a los que cualquier persona que visitara la Gran Manzana debía acudir. Sin embargo, Lauren se mantuvo impasible ante todos los trenes que se detenían en la estación. No hacía nada; ni siquiera sacaba unos auriculares con los que escuchar música. Sencillamente estaba sentada en el andén, pensativa, mientras las pocas personas que la acompañaban en la sala subterránea la miraba con extrañeza. Lauren se giró y clavó la mirada en cada una de ellas. No cambió de expresión; sencillamente las miró con frialdad.
– Me equivocaba. Aquí también soy juzgada. Desnudada no lo sé, pero juzgada estoy segura. Pobres ignorantes, cuya vida es tan vacía que necesitan poner a parir a aquellos que los rodean para sentir un ápice de satisfacción en su monótono, aburrido e interminable día a día, que transcurre hasta que llegan las ansiadas vacaciones, que no son más que una tregua de una guerra que nunca acabará. No saben que están mirando al gélido hielo que podría destruirlos en este mismo instante. Tal vez Murphy esté en lo cierto. Tal vez no haya venido hasta aquí para investigar la Nueva Guerra Fría. Tal vez haya venido por otra razón de forma inconsciente. Quién sabe. La mente es tan profunda y extraña...
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8 St-NYU
Ciencia FicciónEn el año 2.532, 400 años después de la violenta Guerra de las 57 Tormentas, la Tierra se ha convertido en un páramo contaminado donde el aire es tóxico y los últimos reductos de la raza humana viven en cápsulas respirando aire en conserva. Lauren...