Capítulo 20 - Michael

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De Sansa Stark

Aquel 16 de febrero no duró durante mucho tiempo con el cielo despejado. Al cabo de pocas horas, grandes nubes teñidas de gris oscuro volvieron a cubrir el cielo de Nueva York y las temperaturas volvieron a descender de los 0º Celsius. Las fuertes ráfagas de viento hacían que nadie quisiera salir a la calle. Merecía más la pena quedarse en casa con la calefacción encendida y viendo la televisión o leyendo algo. Aquello no era un hecho fuera de lo común; los inviernos de Estados Unidos en el siglo XXII tendían a ser fríos y despiadados, contrastando con los veranos, caracterizados por resultar excesivamente cálidos y sofocantes. Cabe destacar del clima de aquella época que la primavera y el otoño habían sido absorbidos por el cambio climático. La gente consideraba que el año contaba con dos estaciones: un verano de ocho meses y un invierno de cuatro. La Tierra en cuanto a las estaciones del año se había convertido en algo similar a Mercurio con el día y la noche. Pero no cabe hablar de Astronomía en este asunto; si el clima se había transformado en una estación sofocante y en una estación gélida, era culpa de los humanos por contaminar el planeta. A pesar de aquello, la Ecología había ganado bastante papel en cuanto a lo que se refiere a las prioridades de los distintos gobiernos del mundo, a excepción del estadounidense y el ruso, que estaban enzarzados en un conflicto político al que llamaban "la Nueva Guerra Fría".

– ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Michael.

– Aún es pronto para saberlo. Depende de qué nos diga que hagamos el tiempo. – respondió Mia, sin apartar la vista del libro que tenía entre sus manos.

– Creía que no eras de esas personas que únicamente sale de juerga cuando el tiempo acompaña.

– Cuando vivía en Australia tenía un clima similar al mediterráneo. No como aquí. El clima de Estados Unidos es una mierda. Pero supongo que es lo que corresponde.

– ¿Lo que corresponde?

– Ya sabes, un clima de mierda para un país cuyo gobierno es una mierda. Es como si el Universo os estuviera castigando por ser tan gilipollas.

– ¿Cómo si nos estuviera castigando? No te tenía por una persona religiosa.

– Y no lo soy. Si lo fuera habría dicho que Dios os está castigando, o que es el Karma, o algo similar. He dicho el Universo por decir una palabra. El caso es que el clima que os tragáis es lo único que queda de justicia en el mundo.

– ¿De justicia?

– Ya sabes, que cada persona reciba lo que merece en función de lo que haya hecho. Pero el mundo es un cabrón. Los voluntarios de ONGs que ayudan a la gente en los países desfavorecidos contraen enfermedades mortales y mueren. Las voces de las personas sabias son ignoradas por el hombre de a pie en favor de las voces de quienes únicamente dicen lo que quiere escuchar. Así las personas sabias pierden su poder y los imbéciles se hacen más poderosos y más gilipollas. Así la humanidad cae en un declive provocado por sí misma. Como le sucedió al Imperio Español: eran los propietarios indiscutibles de medio mundo y lo perdieron en guerras absurdas contra otras personas únicamente por no compartir sus creencias religiosas. Cuando empiezas a seguir ciegamente a alguien olvidas que tú eres tú. Olvidas qué te conviene en favor de aquella persona a la que sigues ciegamente. Como si esperaras fervientemente un momento que puede proporcionarte. Como si pudiera darte la felicidad eterna. En definitiva, todo se reduce a que piensas que puede hacerte mejor que el que tienes al lado.

– Entonces recibimos la justicia que merecemos. A medida que la cagamos vamos apoyando nuestro mundo en gilipollas que nos conducen al declive definitivo. Pagamos por todos nuestros errores y pagamos por todas nuestras oportunidades que desaprovechamos.

– Y todo para alcanzar una superioridad que no existe. Pero sólo las personas sabias como nosotros podemos darnos cuenta. Si hubiera justicia, nosotros tendríamos el mundo. Los sabios, los pacíficos, los que no discriminamos a nadie.

– Tendríamos el mundo que los imbéciles han destruido.

– No lo han destruido.

Mia apartó la vista del libro que leía y miró a Michael.

– Todavía. – añadió ella.

– Mia. ¿Crees que es posible invertir los papeles de quienes dominan el mundo dirigiéndolo hacia su declive absoluto y de quienes deberían dominarlo para conducirlo hacia un futuro más brillante?

– Sólo hay una forma de hacerlo.

– ¿Y cuál es?

– Que el mundo se vaya a tomar por culo y tengamos que volver a empezar. Entonces seremos conscientes de nuestros errores, y las personas como nosotros serán quienes dominen el mundo. Pero para entonces ya será demasiado tarde. Nuestro mundo está predestinado a morir con esta guerra, que indudable e irremediablemente estallará, para dar lugar a un nuevo mundo que sea capaz de asumir los errores de la antigua humanidad, y donde quienes hoy en día no tienen poder, entonces dominarán el mundo.

– ¿Y qué será de nosotros cuando este mundo desaparezca para dar entrada a una nueva humanidad?

– Moriremos.

– Nadie podrá salvarnos, ¿verdad?

– Los únicos que nos salvarían serían personas como nosotros. Personas que no han perdido su propia filosofía. Pero ya no quedan personas así que puedan salvarnos. Nadie puede protegernos. Nadie puede proteger a nadie.

– Esa frase es de Sansa Stark.

– Efectivamente. Y la que voy a decir es de Tyrion Lannister: estamos jodidos.

– Mia, ¿crees que es tarde para huir?

– Sí. Pero nuestro problema es que sólo podemos huir en el espacio. La única forma de salir de este mundo de mierda es huir en el tiempo.

– Eso es imposible.

– Lo es.

Mia salió de la sala y se fue a su habitación. Dejó el libro que estaba leyendo sobre una mesa que tenía cerca. Michael se levantó y miró la portada. "Margaret Mitchell – Lo que el viento se llevó". Nunca se habría esperado que su hermana leyese una novela como aquella. Antes habría esperado que estuviera leyendo "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo". Se levantó, dejando el libro que estaba leyendo en el sofá y miró por la ventana. Volvía a llover intensamente y las gotas de agua volvían a congelarse al impactar contra los cristales de las ventanas, pero aquella vez a Michael no le causó la admiración que le causó la primera vez que lo vio. Ya estaba demasiado visto. Todo estaba ya demasiado visto. Nada de aquel mundo podía impresionarle ya. Para ver algo impresionante tal vez tuviera que abandonar aquel mundo de mierda.

Michael estuvo un rato mirando ensimismado por la ventana hasta que dejó la sala para irse a su habitación. Momentos después, Mia regresó al salón, habiéndose asegurado de que este estaba vacío. Miró la portada del libro que Michael había estado leyendo. "Haruki Murakami – 1Q84". Sonrió ligeramente al ver que estaba leyendo la novela que ella le había recomendado. 

8 St-NYUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora