Capítulo 8 - Michael

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Cualquiera que viera la película

La 45a tormenta del año continuaba empapando Nueva York sin descanso ni bajada de intensidad. El incesante ruido seguía clavándose en los oídos de las personas cuyas ventanas se cubrían de agua fría progresivamente y alteraba su sueño, ya fuera ligero o profundo, letárgico o efímero. Los termómetros de la ciudad descendían de los -10 grados Celsius. El suelo de la ciudad se volvía resbaladizo a causa del agua fría que impactaba contra él y de los pequeños cristales de hielo que se rompían con su caída y que yacían sobre la superficie, únicamente a la espera de que alguien los pisara y cayera al resbalarse. La Luna llena aún podía vislumbrarse entre las nubes grisáceas y oscuras que ocupaban el cielo nocturno, pero sólo una ínfima parte de su luz reflejada del Sol alcanzaba la superficie terrestre. Michael no podía negar que le extrañaba la presencia de Mia en la habitación contigua sencillamente durmiendo, sin hacer ninguna locura. Pero bien sabía que su hermana era una de esas personas que nunca sería capaz de sentar la cabeza. Si alguna vez sentaba la cabeza, ya no sería Mia.

La tormenta continuaba sin perder un ápice de fuerza y Michael se veía incapaz de conciliar siquiera un sueño ligero y efímero. Se levantó de la cama y comprobó que Mia estuviera dormida. Envidiaba su sueño, tan profundo y tranquilo, prácticamente del todo inmutable, como si soñara con escenarios tan extraordinarios que la envolvían y la invitaban a seguir en ellos mientras su subconsciente los proyectase sobre su mente. Se alejó de la habitación y encendió el televisor. Con 57 pulgadas, era una de las más pequeñas del mercado, pero Michael no era muy fan de ver la televisión, de modo que con aquella pantalla tenía suficiente. Echó un vistazo a todos los 137 canales cuyas ondas electromagnéticas de 10³ metros alcanzaba a recibir. No encontró nada de su interés. Algunos canales de noticias hablaban de la tensión bélica existente entre los Estados Unidos y Rusia, y de un nuevo modelo de armamento nuclear, creado a raíz de la aleación de varios actínidos sintéticos cuya explosión funcionaba a raíz de provocar una fisión del núcleo atómico. Muchos eran los comentarios polémicos surgidos hacia los ingenieros e ingenieras que habían trabajado en el proyecto, a pesar de la gran remuneración económica que conllevaba. Otros canales emitían algunas películas, la mayoría destinadas únicamente al público adulto. No era de extrañar, pues dada la hora, lo más probable era que únicamente personas adultas estuvieran despiertas. En otros canales emitían programas concursos antiguos que ya muy poca gente observaba. En ocasiones otros canales emitían documentales acerca de diversos temas de interés, tales como el deshielo del Polo Norte, el progresivo aumento del nivel del mar y la extraña frecuencia de los últimos meses de fenómenos meteorológicos extraordinarios, pero extraordinarios en el mal sentido. Otros canales emitían reality shows que ya poca gente seguía, probablemente a causa de que terminaban por volverse repetitivos. Siempre era lo mismo: varios concursantes haciendo cosas que nadie haría nunca en su cordura a cambio de un puñado de dólares.

Cuando ya se disponía a darse por vencido con la televisión, Michael recordó que disponía de varias películas guardadas en el modo de cine. Estuvo un rato deliberando, hasta que finalmente se decidió por la película que había provocado que Mia estuviera dormida en la habitación de invitados: "La cueva donde desaparecen las voces". Se puso unos auriculares para asegurarse de no molestar a nadie, pues no tenía ganas de enzarzarse en una discusión ni mucho menos que Mia supiera que estaba viendo su película. Nunca se había llevado demasiado bien con su hermana, y no era cuestión de recordarle lo sucedido en la Casa de la Ópera de Sydney.

Michael vio la película desde la presentación de la empresa distribuidora hasta la última palabra de los créditos. Siempre le habían gustado las películas que había escrito Mia, pero aquella la encontraba diferente. Tenía un argumento más inocente. No era violenta ni tenía escenas de sexo. Era bastante diferente al resto de películas de Mia, y quizás eso había provocado que se hubiera organizado una fiesta en honor de su gran éxito. No se podía decir que el resto de películas dirigidas por Mia no hubieran tenido éxito, ni que su guión fuera de baja calidad, obviamente, si fuera así no habrían sido clasificadas como algunas de las mejores películas de la última década. A pesar de que sus otras películas también habían sido elogiadas, ninguna había tenido una acogida por parte del público comparable a la de "La cueva donde desaparecen las voces". Michael volvió la vista hacia un reloj que había en la pared: las 3:15. La película no se hacía para nada larga. La historia no tenía demasiada acción, era más bien un argumento que se debía interiorizar para posteriormente reflexionar acerca del mismo. Una historia extraña pero que despertaba el interés de cualquiera que viera la película.

– Mia tiene razón. Debería salir alguna noche de fiesta y beber hasta no acordarme de nada. – se dijo Michael mirando por la ventana.

Michael se acostó y terminó por dormirse rápidamente. No tuvo un sueño de esos que se recuerdan durante mucho tiempo, de hecho, ni siquiera recordaba a la mañana siguiente qué había soñado. Pero aquella noche, con dormir se conformaba.

A la mañana siguiente, Mia se despertó bastante temprano. No era habitual en ella; era una de esas personas que se acuestan excesivamente tarde y que se levantan también excesivamente tarde.

– Michael, despierta. – le dijo Mia.

– ¿Qué haces despierta tan temprano?

– No tenía mucho sueño. Y yo no soy una de esas personas que duerma mucho.

– ¿Tienes algo que contarme?

– Sólo quería hablar un poco contigo. Anoche te oí decir que necesitabas un cambio.

– ¿Has estado espiándome?

– No sé por qué te extrañas. Yo he estado espiando a mucha gente.

– ¿De qué hablas?

– Es una broma. Pero el caso es que dijiste que necesitabas un cambio. ¿Lo dijiste en serio o no?

Michael frunció el ceño ligeramente.

– ¿Qué pasaría si fuera en serio?

– ¿Cómo que "qué pasaría"? Irte de fiesta no es nada ilegal, ni nada que esté mal visto.

– Mia, para ti nada está mal visto.

– ¿Por qué es tan difícil hacer que estés bien? Deja de preocuparte por lo que piensen los desconocidos y empieza a preocuparte por lo que piensas tú. Decías que necesitabas un cambio, y yo te estoy ofreciendo la posibilidad de ayudarte a que consigas ese cambio.

– ¿Cómo podrías ayudarme?

– Nuestra premisa se basa en que encuentres con quien echar un polvo. Nadie sabe del tema más que yo.

– ¿En serio? ¿Nadie?

– He llegado a conseguir que cuatro desconocidos se acuesten conmigo y mi compañera de piso en menos de una hora hablando. No será difícil encontrar a una chica con la que puedas liarte. No tenemos prisa. No tiene por qué ser en la primera cita. Tampoco tiene por qué ser algo pasajero. Pero tú confía en mí.

– Si algo sé de ti es que nunca debería fiarme de ti.

– Siempre puedes intentar ligar tú solo.

Michael resopló resignado.

– Está bien. Pero prométeme que no te irás con el primer tío con el que pienses que podrías acostarte dejándome en la estacada a los primeros diez minutos.

– Te lo prometo si pagas todas las copas.

– Trato hecho.

8 St-NYUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora