Ley de Murphy
Lady Murphy se levantó de su asiento y se apresuró a dirigirse hacia la salida.
– No se moleste en intentar salir. He bloqueado todas las puertas con pruebas de ADN. Tendrá que matarme para salir de aquí. – dijo Lauren.
Lady Murphy se volvió, pero no dijo ninguna otra palabra.
– Se está preguntando cómo he averiguado que usted ha estado intentando envenenarme. Cuando parece que yo soy una inconsciente. Pues bien, el caso es que me he fijado en las cápsulas que ha estado usted dando con sustancias tóxicas. Las ha modificado todas. Ha puesto usted misma una muesca en la cápsula, de modo que, cuando yo la cogiera, hiciera una herida en mi mano, y así el veneno se mezclase con mi sangre y provocase mi muerte de forma prematura. Y usted no correría ningún peligro de ser descubierta, pues sabe que nuestros negocios son totalmente confidenciales.
Ella continuó sin decir palabra, mostrando una expresión facial de la que era difícil averiguar sus pensamientos. Una mezcla de un miedo terrible y una sensación de malestar creada evidentemente a causa de ese miedo.
– Pero esta vez ya contaba con ello. Por eso me he puesto guantes protectores, de un material totalmente transparente, de modo que usted ni siquiera sospechase que los llevaba. Inteligente, ¿verdad? Y ahora la tengo a usted indefensa, atrapada en mi cápsula, y no podrá salir a no ser que me mate. Y ya me dirá cómo piensa matarme sin tener acceso a ningún arma.
– Está siendo usted una paranoica.
– Justo lo que esperaba que me dijese alguien que intenta matarme en un último e inútil intento de tratar de que se le considere inocente.
Lauren esbozó una ligera sonrisa.
– Pero hoy me ha pillado de buen humor. Voy a darle la posibilidad de salvar su vida.
– ¿Qué quiere decir con "darme la posibilidad"?
– ¡Hum! ¿Qué le parece si jugamos a un juego?
– ¿Un juego? ¿Qué clase de juego?
– Uno con el que podría salvar su vida. Y yo no podría matarla.
– ¿De qué se trata?
– Espere aquí. Ahora vengo.
Lauren salió de la sala, con la cápsula de ácido cianhídrico consigo. Al cabo de unos minutos, regresó con dos copas de vino tinto.
– ¿Le gusta el vino, Lady Murphy? Si es que realmente se llama así.
– Sí que me gusta. ¿Qué pretende con esto?
– Es un juego donde usted podría salvar su vida o yo la mía. En todo caso, una de las dos saldrá con vida y la otra no.
– ¿Qué tengo que hacer?
– Una de estas dos copas está envenenada. Yo sé cuál es, pero usted, obviamente, no lo sabe. Coja una copa al azar y bébasela. Yo beberé la otra y no pondré objeción a su elección. Si escoge usted la copa que no está envenenada, y por ende, soy yo la que debe beber la envenenada, lo aceptaré. Yo no diré ninguna palabra respecto a su elección.
Lady Murphy miró de reojo las dos copas, aparentemente idénticas, servidas sobre aquella mesa rectangular situada en medio de aquel salón. Cogió una de las copas y observó la reacción de Lauren. Impasibilidad total. Como si estuviera totalmente segura de que fuera a sobrevivir. La dejó en la mesa y tomó la otra. Lauren no cambió en ningún momento su expresión pese a saber cuál estaba envenenada y cuál no. Lady Murphy volvió a dejar la copa sobre la mesa. Cogió la otra y finalmente se la bebió. Lauren, tal y como había dicho, se bebió la otra copa. Después miró a Lady Murphy durante unos instantes. Se volvió y sacó de un bolsillo una pequeña botella que contenía un extraño líquido azulado. La abrió y se bebió aquel líquido, aparentemente insípido, de un trago.
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8 St-NYU
Ciencia FicciónEn el año 2.532, 400 años después de la violenta Guerra de las 57 Tormentas, la Tierra se ha convertido en un páramo contaminado donde el aire es tóxico y los últimos reductos de la raza humana viven en cápsulas respirando aire en conserva. Lauren...