En un sistema de ecuaciones
– No quiero decírselo ni a él ni a nadie. Sólo a la persona a la que estoy atada. Pero ahora no es el momento de hablar de amor. Cuando la sangre y la violencia pierdan sus incógnitas será cuando vuelva a mi vida de antes. Será tan igual como distinta. Así de paradójico es el Universo una vez que está a merced de los humanos.
Lauren se dio la vuelta y terminó de vestirse. Se puso la máquina del tiempo como pulsera y guardó los auriculares en un bolsillo del pantalón. Se metió en el cuarto de baño y se miró al espejo.
– Algunos me dicen que soy guapa, lista y una gran escritora. Otros, que soy una irresponsable, una alcohólica y una puta. Qué distinta es la gente. Y pensar que ser gente es lo único que tienen en común.
Lauren salió de la habitación y bajó en el ascensor hasta la planta baja, donde se dirigió a la sala del desayuno. Se puso un café con leche y un bollo y tomó asiento en una mesa al lado de una ventana. El cielo seguía despejado.
– Hoy tengo que averiguar como mínimo qué pasaba entre Ralph Hickey y Vasili Maksímov para que concertaran esa reunión para tratar temas relativos a sus respectivos arsenales nucleares. Con eso estoy satisfecha por hoy. Si lo consigo con bastante tiempo por delante, me gustaría también investigar sobre la otra incógnita de esta ecuación: el grupo de científicos con nombre confidencial que empezó a trabajar para el gobierno de Estados Unidos. Cuando tenga esos dos datos, podré desaparecer de esta época.
Lauren dio un trago al café y un mordisco al bollo. Masticó lentamente y se lo tragó.
– Encontrar un camino de retorno no será excesivamente complicado. Tengo la máquina del tiempo y aún a malas, soy una transeúnte temporal. Puedo viajar en el tiempo cuando me plazca. Aunque he de admitir que todo esto es muy extraño.
Lauren dio otro trago al café y otro mordisco al bollo.
– Por otra parte, sigo sin saber qué es eso que Murphy teme irracionalmente que yo conozca. La razón por la que quería matarme. La Guerra de las 57 Tormentas encierra algo terrible que tiene que ver con Murphy, estoy segura. Por eso intentó matarme cuando supo que estaba intentando conseguir un método para viajar en el tiempo.
Lauren suspiró lentamente y miró al Sol por la ventana.
– Y pensar que en su momento la consideré una buena persona. Tal vez no sea tan lista como dicen. Por otra parte, tenía siete años. Pocas niñas de siete años que estudien Secundaria pensarían en que la mujer que las atiende en su orfanato es una asesina. El doctor Tokita tiene razón al decir que los terroristas están desesperados. Pero, de un modo u otro, ¿de dónde proviene la desesperación que puede impulsar a Murphy a hacer lo que hace? ¿O tal vez debería llamarla S.S.? ¿Será S.S. la abreviatura de su verdadero nombre o será otro nombre falso? Y, hablando del nombre de S.S., ¿qué intenciones tendría de publicar ese estudio, corriendo el riesgo de que yo lo leyera? No sé qué intenta esa mujer, ni todos sus álter egos que habitan en realidades paralelas. No puedo destruirlos a todos. No soy tan poderosa. Ni Murphy es tan poderosa como para destruirme. Entonces, ¿así es como hemos terminado, en tablas? Nadie puede dar jaque mate. Al menos, todavía no. Aún queda la posibilidad de que se dé un error fatal.
Lauren se terminó el café y el bollo y se levantó de la mesa. Salió de la sala del desayuno y se dirigió a la recepción. Aquella mañana también estaba la misma recepcionista. Debía hacer turnos de mañana y de noche.
– Disculpe, – dijo Lauren. – tengo una pregunta que hacerle.
– Adelante.
– ¿Está usted informada sobre la reunión que tuvo lugar entre Hickey y Maksímov hace varias semanas? Se trataron temas acerca de los arsenales nucleares tanto de Estados Unidos como de Rusia, ¿verdad?
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8 St-NYU
Science FictionEn el año 2.532, 400 años después de la violenta Guerra de las 57 Tormentas, la Tierra se ha convertido en un páramo contaminado donde el aire es tóxico y los últimos reductos de la raza humana viven en cápsulas respirando aire en conserva. Lauren...