Capítulo 3 - Lauren

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Me odiarán haga lo que haga

A la mañana siguiente no podía decirse que hiciera sol. A pesar de que la estrella del Sistema Solar se dejaba ver sobre el cielo de la Tierra, iluminaba lo mismo que la noche anterior. La capa de smog fotoquímico que flotaba sobre el suelo mantenía el color del cielo en aquel verde extraño, con la única diferencia de que podía vislumbrarse un mísero punto de luz que era el Sol. Fuera de la zona aislada donde se situaba el distrito, hacía un calor terrible que superaba con creces los 250 grados Celsius. Aun así, la temperatura del interior del distrito se mantenía inamovible en 24 grados Celsius. Lauren se despertó temprano para ir a la facultad. Tenía sueño a causa de que la noche anterior se había acostado tarde por haberse reunido con aquel hombre corpulento y por haber estado leyendo críticas acerca de sus novelas publicadas. No le disgustaba asistir a las clases de la universidad, de hecho ella misma lo consideraba un momento en que únicamente debía centrarse en una cosa. A pesar de ello, no podía decirse que Lauren fuese la alumna perfecta. No le faltaba interés, estudiaba y sacaba las mejores notas de la clase a pesar de tener sólo 17 años y estar estudiando clases de postgrado, pero tendía a aburrirse cuando en las clases se repasaban aspectos ya explicados. Le parecía una pérdida de tiempo, de modo que tendía a desconectar. No le interesaban todos los aspectos de su especialidad por igual, de modo que estudiaba más los temas que le resultaban de mayor interés que los que no. A pesar de todo, sus notas siempre eran las más altas de su promoción.

Lauren no tardó en llegar a la facultad. La red de dispositivos de transporte de materia instantáneos facilitaba enormemente el movimiento por el distrito. Podía decirse que era el nuevo transporte público. Entró en la clase y se sentó junto a Elizabeth. Habían sido grandes amigas desde que se conocieron cinco años antes.

– Sé lo que hiciste anoche. Con ese tío. Lo vi saliendo de tu casa. – susurró Elizabeth.

– Pues te callas. Y no es lo que tú piensas. No nos acostamos.

– Entonces, ¿por qué salía de tu casa de noche?

– Para que no le vieran. No es cuestión de que descubran que mantengo la mínima relación con él.

– ¿No sería prostitución?

– Te repito que no me acosté con él anoche. Trabaja para mí.

– ¿Trabaja para ti?

– Sí. Es ingeniero. Trabaja para mí junto a su equipo. He de encargarles un trabajo importante.

– ¿De qué se trata?

– Es alto secreto. No puedo decírselo a nadie.

– ¿Ni siquiera a mí?

– Elizabeth, deja de presionarme. Si llega el momento en que pueda decírtelo, te lo diré. Pero por ahora mis labios están sellados.

– Está bien, no te presionaré. Cambiando de tema, sabes lo que hay esta noche, ¿verdad?

– Sí. Intentaré ir.

– Es decir, que vendrás. Ambas sabemos que aunque tengas trabajo no vas a desperdiciar la oportunidad de delegar en la gente que trabaja para ti y de emborracharte en algún bar.

– No quiero beber. La gente me mira mal cuando bebo.

– Lauren, comprende que lo normal es que no caigas bien a la gente como gobernante. No te gusta gobernar, pagas a gente para que haga tu trabajo, pasas el tiempo escribiendo, te desentiendes de todos los asuntos relativos a la administración del distrito, te vas a la universidad, te vas de fiesta, bebes y mantienes sexo. Además, has legalizado que la educación no sea obligatoria hasta una edad concreta, la prostitución y la marihuana.

8 St-NYUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora