Capítulo 7 - Lauren

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La realidad

Aquella mañana Lauren estuvo tumbada sola en su cama durante varias horas. El apenas visible Sol ya se situaba por encima del horizonte de aquella Tierra dividida en distritos. Nadie podía juzgar si hacía frío o calor, nadie podía juzgar si hacía viento. El clima ya no existía para la civilización del siglo XXVI. Si es que a ese planeta cubierto de smog fotoquímico se le podía seguir llamando Tierra y a los últimos reductos de la humanidad divididos en 46.973 distritos se les podía llamar civilización. Lauren se levantó de la cama y bajó la temperatura de la cápsula a 14 grados Celsius. Tenía la extraña manía de bajar la temperatura de la cápsula para así concentrarse más. No se puso más ropa que la que ya llevaba: una camiseta corta blanca y unos pantalones azules cortos con zapatillas cómodas. Lauren tenía una sorprendente resistencia al frío que ella misma había conseguido al bajar la temperatura de la cápsula. Salió de la habitación y bajó unas escaleras hasta llegar a una sala oculta en el subterráneo de aquel extraño edificio. Tenía escondido un ordenador en forma de holograma secreto que únicamente empleaba para escribir. La sala estaba sellada con una contraseña de 15 caracteres, un código de 30 dígitos, una prueba de voz, otra de huella digital e incluso una de ADN. Podía analizar saliva, lágrimas y sangre. La seguridad era una de las principales prioridades de la chica. La seguridad para sí, obviamente. El resto de gente que la odiaba no le importaban nada. Por ella podían irse del distrito. A diferencia de lo que se preocupaba por la gente a la que caía bien, odiaba a las personas que también la odiaban a ella. No podía decir que fuera una persona que perdonara a la gente, pero ella consideraba que la gente la odiaba sin motivo alguno. Para Lauren, lo que hiciera en su vida privada era únicamente asunto suyo, y dado que el gobierno que ella había contratado hacía su trabajo correctamente, no comprendía el asco que le tenía la gente. Aunque tampoco le importaba demasiado. Ella nunca pidió ser la gobernante del distrito, pero tampoco estaba dispuesta a dejar el poder, verse obligada a buscarse una cápsula nueva y perder los ingresos que obtenía con su título. Lauren entró en la sala y abrió "La pantalla del tiempo" por el último momento en que había estado escribiendo. Respiró hondo y continuó.

"Entonces podía comprender que estaba cometiendo un error irreversible. La pantalla del tiempo lo engullía como un agujero negro mientras sólo podía sentir un placer absoluto y totalmente incomparable a cualquier otra situación por la que hubiera pasado antes. Pero la pantalla del tiempo no se detenía y lo consumía por dentro, desgarrándole desde sus entrañas y acelerando el tiempo y la putrefacción hasta que se convertía en nadie, enterrado en su propio sueño por su propia ansia de placer. Al otro lado, ella lo miraba, mientras no se movía y lo veía con los ojos cerrados y envuelto de una extraña pantalla oscura que lo absorbía, pero ella no podía ver cómo lo hacía. Corrió sin pensar hacia él, pero entonces también vio que el Sol estaba frente a ella, bloqueando el camino con sus temibles gases en llamas. Cerró los ojos y vio la pantalla del tiempo. En aquel mundo donde cerraba los ojos el Sol no estaba frente a ella. No podía sentir su luz ni su calor, que con los ojos abiertos se clavaba en su piel como un insufrible foco de alta potencia proyectado directamente hacia ella. Estaba a salvo del sufrimiento y de la desolación. La pantalla del tiempo la salvaba de la tristeza, la muerte y la desolación. Le ofrecía una sensación de satisfacción eterna. Miró hacia adelante y vio a él, con los ojos abiertos aunque los tenía cerrados. La pantalla del tiempo invertía la realidad onírica falsa que los rodeaba y mezclaba sus extraños sueños en aquella atmósfera oscura que representaba la parte imaginaria de una realidad falsa. O cierta. Cierta para unos ojos y falsa para otros. La pantalla del tiempo alteraba la realidad y la imaginación y trastornaba las mentes de las personas. La pantalla del tiempo era real para quien supiera interpretarla e irreal para quien no. Pero era onírica para quien intentara interpretarla. Sólo la mente podía hacer que la pantalla del tiempo fuera real, onírica o irreal. Pero nadie podía ver la pantalla del tiempo. Ella comenzó a correr en dirección a él con los ojos cerrados, atrapada por la pantalla del tiempo. No buscaba destruirla, sino advertirle de que no se dejara atrapar por lo irreal. La realidad debía estar verificada. No debía buscar a quien existía separada de ella por la misma pantalla del tiempo. La separaba y la castigaba, como si hubiera cometido un error que la hubiera hecho perder aquello que más valoraba. Continuó corriendo hasta que vio que él también corría en la misma dirección. Pero la pantalla del tiempo no perdonaba. Ambos corrían el uno hacia el otro hasta que se terminaba el camino y se encontraban, cuando la pantalla del tiempo los destruía. La falsa realidad onírica combinada desaparecía y ambos caían hacia sus propios pensamientos falsos. Él abrió los ojos. Estaba en su cama, en su habitación, solo. Las sábanas estaban revueltas y él estaba cubierto de sudor. La noche aún caía sobre él, pero era una noche sin lunas. O sin luna. Ella despertó. También estaba sola en su habitación. Se veían cuatro lunas aquella noche. No sabía qué era la pantalla del tiempo, pero estaba ahí. Los separaba irremediablemente. 400 años de diferencia entre una noche y otra. 400 años entre un sueño y otro."

Lauren dejó la escritura por aquella mañana. Volvió a configurar la temperatura de la cápsula a 24 grados Celsius. No se cambió de ropa, ni comió nada. Se limitó a mirar por la ventana aquel Sol casi invisible, flotando sobre la Tierra, burlándose con su luz fría e incolora, recordando qué se interpone entre ellos. Recordando lo que hicieron. Recordando los errores que cometieron. Recordando adónde los condujo la violencia. Se volvió y se sirvió una copa de vino blanco. Se aseguró de que nadie pudiera vigilarla. Si bebía, bebería sin que nadie la juzgara. Si se emborrachaba, se emborracharía sin que nadie la juzgara. Bebió un trago lentamente y volvió a mirar nostálgica el Sol.

– Tendré que irme. Pero ya que me iré, no volveré hasta que tenga lo que busco. Si voy a irme a buscar algo a otro lugar saltando por encima de la pantalla del tiempo, no regresaré hasta encontrarlo. Viajaré hasta la noche de la 50a tormenta. Cuando todo esté preparado. Cuando sea el momento. Cuando esté preparada para irme para buscar aquello que nadie se atreve a buscar. Ellos se lamentan de su inevitable vida, pero no intentan saber nada acerca de lo que pasó. Habrá historias de lo que pasó, pero no todas serán ciertas. La realidad debe ser verificada. Y no hay más que una realidad. Buscaré la realidad. La única realidad. La historia acerca de qué sucedió para que se desencadenase la Guerra de las 57 Tormentas.

Lauren se bebió la copa de un trago. Se sirvió otra copa de vino blanco y también se la bebió de un trago. Quizás era un poco pronto para beber. Quizás no debiera beber y mantener la cabeza fría. Pero aquel día no tenía nada que hacer. Y pronto tendría vacaciones en la universidad. Por un día que bebiera sola tampoco le iba a suceder nada.

8 St-NYUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora