Antimateria
El tren se puso en marcha unos segundos después. Lauren no dijo nada; únicamente se limitó a mirar por la ventana. El cielo empezaba a nublarse tras ese mísero rato en que había estado despejado.
– Estoy buscando algo difícil de encontrar en un lugar que desconozco. No será nada fácil, y lo más probable es que hoy no lo encuentre. Podría meterme en un sueño y así moverme entre realidades paralelas, pero la pantalla del tiempo es más poderosa que yo. Más poderosa que las mentes omnipresentes absolutas. Podría decirse que la pantalla del tiempo es todopoderosa. Como si fuese una diosa. O un dios. No estoy segura de si tiene sexo. Tal vez no debería tratar a la pantalla del tiempo como una entidad. Tal vez sólo sea lo que indica su nombre: tiempo. Eso lo explicaría todo. El poder de acelerar el tiempo y de frenarlo. Creía que sólo los puentes de Einstein-Rosen y la Relatividad General se lo podían permitir.
El viaje en tren no fue largo. A medida que el tiempo pasaba el cielo se iba cubriendo de nubes negras que anunciaban la llegada de la 53a tormenta. La lluvia no tardó en empezar a caer y a volver a cubrir de agua el suelo de Manhattan.
– Se me termina el tiempo. – pensó Lauren. – Con esta ya son 53 tormentas. Que me queden cinco tormentas contando esta no es bueno, y más aún con la incógnita que estoy intentando averiguar. Me niego a seguir el principio de incertidumbre de la Mecánica Cuántica. Me niego a creer que Murphy intentase matarme sólo porque sí y que después se inventase que hay algo que no debo averiguar. No creo en el azar tratándose de situaciones de este tipo. Ni siquiera en un Universo regido por la locura. O por la pantalla del tiempo. No alcanzo a entender si realmente hay "alguien" que controle todo esto. Que la pantalla del tiempo sea real no implica que sea un ente.
El tren se detuvo en 8 St-NYU al cabo de unos minutos. Lauren bajó y echó un vistazo al andén de la estación; seguía exactamente igual que lo recordaba, sólo que esta vez estaba aún más vacío.
– Todo sigue igual. Este lugar es innegablemente real, por muy extrañas que fueran las cosas que sucedieron aquí ayer. El mundo de los sueños no lo ha absorbido todavía. O tal vez sí y yo no sea capaz de darme cuenta. Quizás este lugar no sea como yo lo veo. Podría ni siquiera estar en 8 St-NYU. Podría realmente estar sumida en un mundo onírico en que haya entrado involuntariamente. Podría estar siendo engañada por la pantalla del tiempo. Los sueños están abiertos a todos. Pero es imposible que esté en un acto de comunicación interonírica. He estado dentro de otros sueños, míos y de otras personas. Nadie está comunicándose conmigo a través de los sueños. Pero algo pasa aquí.
Lauren se dio la vuelta y vio una esfera de luz blanca levitando en el aire. Inmóvil y manteniendo un brillo y un tamaño constantes. No medía más de tres centímetros de diámetro.
– ¿Qué es eso? ¿Qué está pasando aquí?
Lauren se acercó y cogió la esfera de luz, pero al abrir las manos había desaparecido.
– ¿Qué está pasándome? ¿Qué le está pasando al mundo?
Lauren pisó fuerte, y el suelo de la estación empezó a fragmentarse en pedazos que parecían de cristal, cada uno de un color. Se agachó e intentó tocarlos, pero el suelo estaba innegablemente uniforme.
– Algo muy extraño está pasando aquí. Esta no es la misma 8 St-NYU de ayer. O me está pasando a mí. Cuando he visto la estación desde el tren era innegablemente la misma, pero en el momento en que yo he bajado al andén todo ha cambiado. No parece que esté en un mundo normal. No hay sonidos. Las luces no alumbran, son negras como la misma oscuridad.
Lauren cerró los ojos, pero fue como si no lo hubiera hecho. Seguía viendo aquel extraño escenario.
– No puedo salir de aquí. Estoy atrapada en un mundo onírico. No sé quién lo está soñando, pero sin lugar a dudas, esto no es real. Pero tampoco es irreal. Este sitio parece el resultado de una reflexión y refracción eterna de la luz, devuelta sin interactuar con ella. Como si estuviera dentro de un agujero negro.
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8 St-NYU
Science FictionEn el año 2.532, 400 años después de la violenta Guerra de las 57 Tormentas, la Tierra se ha convertido en un páramo contaminado donde el aire es tóxico y los últimos reductos de la raza humana viven en cápsulas respirando aire en conserva. Lauren...