parte 46

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Traga saliva, y se remueve incómodo en la cama cuando no puede conciliar el sueño, cierra los ojos y tiene el cuerpo de la rubia sobre su pecho, acaricia su cintura sobre el buzo con delicadeza mientras que con la otra mano aprieta su cabeza pensativo.

—Siempre vas a ser mi, princesita...— Ya no tiene más que indagar en su cerebro.

Vela que sus pesadillas no la molesten por esta noche, siente todo su cuerpo temblar bajo su toque y le da temor y horror admitir que siente esa corriente cuando ella está cerca de él o cuándo simplemente sus pieles se rozan.

Pero el horror que siente es porque teme gustarle esa sensación de tenerla siempre en sus brazos, sensación qué ninguna otra mujer le da, le gusta su cuerpo, su personalidad, su manera de enfrentarlo y por sobre todo su manera de mirando, cómo si jamás le temiera, incluso cuándo lo hace tampoco se lo demuestra del todo, porque rápidamente cambia su rostro a uno más convincente.

Traga de nuevo saliva y muerde su labio inferior aún pensativo y nervioso por el miedo a sentirse cómodo con ella, todo en él quiere ingerir cocaína, al no ser humano no le afecta en absoluto por lo que solo logra que sus pensamientos se relajen, no deja de ser el gruñón que es ante sus súbditos ni el frío que es ante Sophia.

Pero siente su ánimo calmado, carraspea y se mueve lentamente buscando en su mesa de noche un poco de polvo blanco, lo encuentra y juega con el entre sus grandes manos, desde que estuvo con la rubia por primera vez todo su cuerpo comenzó a debilitarse interiormente de manera sentimental, como sí se convirtiera en un estúpido ser humano que él tanto crítica, siente su temperamento cambiar, muchas veces para mal, cuándo ella lo cuestiona o lo rechaza, niega con la cabeza con ese pensamiento metido en ella...

—Creo que los dioses sabrían que serías mi peor adicción, Sophia...— Susurra pensativo.

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¿Que haces acá?— Traga saliva incomoda, aferrándose a su toalla de baño.

Thomas sonríe y relame sus labios.
—Hoy fue un día pésimo, Sophia... Necesito paz...— Explica tomando asiento en la banqueta de la pequeña barra que divide la cocina del comedor.

La rubia arquea sus cejas.

—¿Y por eso estas en mi departamento?— sonríe irónica.

Él solo suspira moviendo su cabeza a un costado, tiene algunas ojeras notorias bajo sus ojos que hacen que ella frunza sus labios.

—Si... quería verte ¿No puedo ahora ver a mi pareja?— Arquea sus cejas en su dirección con cansancio.

Sophia traga saliva en silencio.

—Iré a cambiarme.— Anuncia mirándolo aun con algo de recelo.

Thomas asiente llevando una mano a su cuello donde yace una de las dos marcas que comparte con la rubia.

Observa el diminuto departamento con desagrado.

Ella misma lo había elegido y el no podía estar mas en desacuerdo, es por eso mismo que sophia lo quería, para fastidiarlo.

Uno de sus gatos duerme en el sillón con calma, como si él no estuviera ahí mismo.

Pero cuando va a molestarlo para que se despierte, sophia aparece vistiendo un vestido de margaritas pequeñas hasta la rodilla.

—¿No tenes frió?— Se queja mirándola.

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