Parte 4

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La recuesta en su cama, no hay paredes, todo los cerramientos son de vidrio blindado, dando una espectacular vista de la ciudad.

Es la misma casa a la que fueron a parar aquella vez cuándo fueron desterrados de su tierra...

Thomás y Aron la conservan en impecable estado y nunca vieron la necesidad de mudarse a otro hogar porque se sentían cómodos allí.

Ella se mulle entre el grueso y esponjoso edredón negro, mientras que hace unas muecas con su rostro que él no puede descifrar pero le resultan por demás tiernas, claro está que no deja que nadie se de cuenta de aquello.

—¡¿Por que siempre me estas probando?!— Maldice mas para el mismo.

Niega con la cabeza sacándose el saco y desabotonando los cuatro primeros botones de su camisa, la cual termina sacando por completo de su cuerpo, pareciera cómo si la misma lo estuviera asfixiando, cuándo en realidad lo que le asfixia es no poder demostrar sus verdaderos sentimientos hacía la rubia, ni el echo de admitirlos.

Se quita los zapatos y busca en su enorme guardarropas unos short deportivos del manchester city, los cuál se pone con bastante agilidad, dejando toda la ropa antes quitada sobre una silla de manera ordenada y prolija.

Busca debajo de su cama sus adidas favoritas y se las coloca rápidamente también, para luego suspirar al mirar el paisaje y sentarse a un lado de la rubia que yace en su cama, aún, sin noción de las cosas.

Ya dejó de hacer aquellas muecas tiernas y ahora descansa con tranquilidad sobre su cama.

Su respiración es muy tenue, al igual que sus latidos, lo que para Thomás es un gran alivio por una lado y por el otro no, claramente no desea que su alma gemela se muera porque eso generaría también su muerte temprana o no, pero no escuchar continuamente el latido de su corazón le da menos sed de la que realmente tiene.

Le quita un mechón de pelo de enfrente de la cara, y roza su fría mejilla.

—¿Que haré con vos?— Murmura suspirando.

Toma su celular y se inclina en la cama mirando aburrido aquel aparato que no es nada entretenido teniendo a su alma gemela a un lado de él.

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¿Sophia?— Arruga su entrecejo cuándo se hace presente en la habitación de la rubia.

Ella había murmurado su nombre hacia pocos minutos, dejando él todo lo que estaba haciendo para ir exclusivamente a su lado a corroborar que estuviera a salvo, pero ese no era el panorama.

Su padre nuevamente la había atacado...

La rubia tenía marcas en sus brazos, pero la peor agresión la tenía en su mente, con la cuál su padre jugaba y se aprovechaba, pero ella ya no era una niña, había cumplido su mayoría de edad y ya se había estancado en la edad por la que para toda la eternidad sería su cuerpo...

Él traga saliva nervioso cuándo la ve en la bañadera con sus piernas enrolladas por sus brazos heridos.

—Ey, tranquila, todo está bien... Soy yo.— Alza sus manos y toma la bata gris de Sophia para comenzar a caminar hacia ella con cautela.

Dado a que vio su pálida piel y su rostro desencajado de que él la viera en aquellas fachas...

—Voy a sacarte del agua.— Explica. —¿Está bien?— Traga saliva nuevamente y corta la salida de la canilla.

DESTERRADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora