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Isabela

Finalmente había llegado el gran día. Todo estaba por comenzar.

El viaje transcurrió sin contratiempos, gracias a la ausencia de tráfico en las carreteras y al hecho de que Miranda durmió casi todo el trayecto. Llegamos temprano, alrededor de las tres y media de la mañana, a uno de los muelles más grandes de la provincia de Puntarenas. Habíamos anticipado bien nuestro tiempo, ya que nuestra partida estaba programada para las cuatro. Aunque la oscuridad cubría el lugar, podíamos percibir la gran cantidad de gente que se había congregado allí, incluyendo periodistas que venían a cubrir el fenómeno que Elentroia había generado en el país.

Siete embarcaciones de tamaño considerable flotaban en el mar, cada una de un color diferente. Sentía una mezcla de emoción y nerviosismo que nunca había experimentado antes. Desde el auto, Mateo observaba la escena, consciente de que era su momento para demostrar su valía.

—Voy a averiguar dónde debemos ir o qué debemos hacer —dijo Mateo acercándose a mí.

—Claro —respondí.

En cuestión de segundos, se generó un alboroto entre periodistas y aficionados al juego. Todos se dieron cuenta rápidamente de que el número uno del mundo había llegado: Mateo Agüero. Las personas se acercaban a él para entrevistas, consejos o simplemente para obtener una foto los que eran fanáticos del juego. Mateo volteó a mirarme y con su mano me invitó a unirme a él. Al principio, me sentí incómoda, estaba llena de pena con tanta atención pública, pero después de insistir, accedí y me acerqué junto a él y a la multitud.

—¿Qué sucede? —Pregunté tímidamente.

—Nos toca embarcar la verde —respondió él.

—¿Para eso me llamaste? —Reí tímidamente. Cuando vi que las personas me miraban, me detuve.

—No solo para eso —me guiñó el ojo—. ¡Escuchen! —Gritó a la multitud—. Poco se habla de que mi hermana, la jugadora número cinco del mundo, también está aquí.

Al percatarse de mi eso, la multitud me incluyó en su alboroto. Se acercaron, pusieron micrófonos cerca de mí y me hicieron preguntas. La situación se volvió caótica, y apenas entendía lo que me decían o preguntaban.

—Muy bien... Yo iré con papá —avisé a Mateo incómoda.

—Voy contigo de inmediato —dijo él.

No había entendido muy bien lo que acababa de pasar, pero, aunque para nada estaba acostumbrada a eso —de ahí mi incomodidad— de cierta forma me gustó recibir esa atención, me hizo sentir como una súper estrella.

No había comprendido del todo lo que acababa de suceder, pero, aunque no estaba acostumbrada a esa atención pública, de alguna manera disfruté recibirla, aun cuando no supe cómo gestionarla. Me hizo sentir como una superestrella.

—Wow, mis hijos son famosos —dijo papá con una sonrisa en el rostro.

—No termino de entender qué pasó —aún procesaba todo.

Faltaban más o menos diez minutos para irnos. Esperé a que mi hermano volviera y nos despedimos de papá y Miranda.
Me acerqué a papá y le di un fuerte abrazo. No lo quería soltar, ni él a mí.

Faltaban aproximadamente diez minutos para la partida. Esperé a que mi hermano volviera y nos despedimos. Me acerqué a papá y le di un fuerte abrazo. No quería soltarlo, y él tampoco a mí.

—Hija, te amo muchísimo —dijo durante el abrazo.

—Yo te amo muchísimo más, papá —respondí cerca de su oído.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora