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Joshua

Fueron tres días en los que los siete equipos entrenamos sin cesar.
El primer día, los primeros en llegar fuimos los azules, verdes y rojos respectivamente. Los otros equipos notaron su pecado de inmediato, y para los otros dos días restantes madrugaron igual que nosotros, quizá fue por ingenuidad que no llegaron temprano el primer día, tal vez pensaron que no podían estar ahí desde tempranas horas de la mañana.
Lo más sorprendente de todo no era el hecho de que todos madrugáramos, lo que realmente me impactó, fue la considerable mejora que tuvimos todos los jugadores con sólo esos tres días, me preguntaba si el traje tenía algo que ver, pues, aunque nuestros tiros no eran perfectos, nos habíamos vuelto grandes tiradores. Estaba seguro de que la verdadera competencia comenzaría a partir de ese momento, la primera Guerra del Poder había sido solamente el calentamiento, eso hacía que me sintiera nervioso, todos habíamos aprendido a usar todas las armas, todos estábamos mentalizados con ganar, ya no éramos bebés en la materia, y eso era escalofriante. Perder nunca había sido una opción, pero sabía en mi interior que ganar con la estrategia que teníamos iba a ser más que difícil.
Veía a los jugadores durante los entrenamientos y lo único en lo que podía pensar era en su evolución, que iban más allá de sus capacidades físicas. Era como si ya todos hubieran aceptado que esa sería nuestra nueva vida, los veía y pensaba que todos —incluyéndome—, habíamos cedido por fin al juego de los Maestros. Todos queríamos ganar.
Por fin era la noche del lunes, estábamos en el tiempo de la cena. Yo no debía estar ahí, mi amigo Ricardo, no debía estar ahí, ninguno de los jugadores debía estar en ese lugar, para ese día a esa hora ya debíamos de tener un día de haber regresado a nuestros hogares, pero no, estábamos aún varados en ese lugar, los Maestros lo habían conseguido, el juego no había terminado. Pensaba en mis padres y en los de Ricardo, en lo preocupados que debían de estar en ese momento. No era justo para ellos, ni para los familiares de los otros jugadores. Me dolía el saber que podía enviarles un mensaje por medio del Cuarto de la Realidad, pero no podría recibir una respuesta por parte de ellos. Por el momento había decidido no usar ese lugar.
Me sentía ansioso, ese día iban a anunciar el segundo juego y no quería esperar más, no porque estuviera emocionado de participar, sino porque debíamos hacer una estrategia para ganar, y tener menos de un día para planear algo iba a ser difícil. Era el capitán, el equipo contaba con un plan, o por lo menos una idea de mi parte.
A los Maestros parecía no preocuparles las ansias que sentía más de uno, ellos estaban tomándose todo el tiempo del mundo para cenar en su mesa que parecía estar hecha de oro puro, se sentían seguros sentados en sus tronos que demostraban que ellos tenían todo el poder en Elentroia. El Vocero los acompañaba.
Mientras cenaba no podía evitar ver a Isabela, seguía pensando en lo que había pasado el viernes durante el primer juego. La culpa que yo sentía por lo que pasó con Eugenio se había ido casi del todo, el haberla salvado cubría ese sentimiento. Notaba cómo durante los entrenamientos me miraba, no sé con qué intención, tal vez solamente era para tomar una idea de cómo entrenábamos los del equipo Azul e implementarlo en el entrenamiento de su equipo, o tal vez lo hacía porque estaba perdidamente enamorada de mí y no se podía resistir a mi presencia en ese lugar. Tal vez la razón número uno era la más acertada, nunca lo iba a saber, pero lo que sí sabía era que mientras más la veía más bonita se me hacía. Más me gustaba. Mierda, estaba pasando justamente lo que no quería que pasara, me estaba enamorando de una persona que de una u otra forma era mi enemiga.
Por otro lado, también veía a Mateo, el mejor del mundo, su mejora en los entrenamientos demostró que no sólo era el mejor en la realidad virtual, sino que aún ahora que Elentroia era real, él seguía siendo el mejor. Rezaba por no ser el objetivo de sus balas, de ser así, estaría perdido.

—Puede que sea la Guerra del Poder nuevamente, ahora que todos hemos mejorado, tal vez nos vuelvan a poner esa prueba. —Dijo Marcos con un poco de preocupación a la vez que se notaba las ansias que sentía. Su rostro lo delataba.
—No estoy segura —negó Elena —, de ser así el juego se volvería repetitivo, no creo que los Maestros quieran eso. El fin de ellos es divertirse mientras se engrandecen, claro está.
—Creo que Elena tiene razón. —Sebas habló en general. —Hay bastante juegos, no creo que se limiten solamente a ese.
—Es verdad, veamos las opciones —Habló Ricardo —: tenemos la Guerra del Poder que en lo personal, la descartaría de inmediato, también puede ser El Faro, pero también lo veo poco probable, en la realidad virtual fue un evento de varios días, ¿qué otras opciones hay? —Preguntó mirando a todos.
—Podría ser la Batalla de Gravedad. —Agregó Dayanna.
—De ser la Batalla de Gravedad sería un enorme problema, no pudimos practicar ese juego. —Dijo Sofía con un poco de preocupación en su rostro.
—Es que en realidad podría ser cualquier cosa. Podrían tomar una misión ajena a la isla, una del mundo libre, y transformarla en un juego. —Analizó Esteban.
—Debemos estar listos para lo que sea. —Dije al ver que el Vocero terminó de cenar y se puso sobre sus pies.
—¡Jugadores! ¡Tienen quince minutos para terminar de cenar! —Habló el Vocero por el mi micrófono.
—Sea cual sea el juego, estén tranquilos, podemos ganar, no tengo duda del gran equipo que tenemos. —Aseguré.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora