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Isabela

Estábamos todos sin palabras. Mi mano estaba completamente aferrada a la mano de mi hermano, el miedo me consumía, deseaba no estar en ese lugar, no quería morir.
Nos mantuvimos en silencio un largo periodo de tiempo, poco más de quince minutos desde que llegamos al salón, eso sin contar el silencio que se produjo en los pasillos mientras volvíamos. Necesitábamos ganar, pero más que ganar, yo quería seguir viviendo. Y sabía que aunque saliera con vida de esa isla, mi vida nunca más sería la misma, esos malditos me habían vuelto una rehén de su enfermizo plan ¿por qué? ¿Qué ganaban ellos? Nadie podía ser tan sádico, era como si tomaran a una persona, la envolvieran en carne y la encerraran en una jaula con miles de leones hambrientos, pero oigan, esa persona podía estar tranquila, ganaba su libertad si lograba cruzar toda la jaula sin morir en el proceso. Así de estúpido era.

—Mateo, ¿por qué no fuiste tú a desafiar los Maestros? Tú eres el número uno. —Francisco rompió el silencio.

Mi hermano solamente alzó la mirada sin responder nada y suspiró.

—Cierto, tal vez tendríamos más posibilidades. —Agregó Diana.
—Ni él ni yo tenemos una oportunidad. —Respondió Mateo. —Son los Maestros, por algo fueron escogidos como tales, por algo aceptaron el desafío. Ellos inventaron el juego.
—O sea, ¿no hay esperanza? —Pregunté a mi hermano.
—Mientras tengamos vida, tenemos una oportunidad. —Dijo Alicia al ver la ausencia de palabras en Mateo.
—¿Qué haremos entonces? —Preguntó aún pálido Bryan.
—La única forma es ganar. —Afirmó mi hermano poniéndose en pie lentamente.
—¡¿De qué carajo hablas?! ¡¿Estás diciendo que vamos a jugar?! —Daniel se exaltó.
—¿Qué otra opción tenemos? —Respondió Mateo. —Los entiendo, ¿saben? También estoy asustado, y es difícil tener que mantenerme firme delante de mi hermana. Siento ganas de vomitar, de llorar, de huir, y de muchas cosas que estoy seguro ustedes también están sintiendo. Pero no hay mucho que podamos hacer, más que mantenernos juntos y ganar.
—Mateo tiene razón. —Se puso en pie Alicia. —Olvídense del premio por el que vinimos a este lugar. No podemos conseguir un mejor premio que vivir.
—No quiero matar gente. —Dijo Marianela sin dudar.
—Yo tampoco. —Se sumó Carlos.
—Nadie quiere matar a nadie, no somos asesinos. Pero escuchen —dijo Mateo tomando mucho aire —, debemos aceptar la realidad de la situación. Estamos atrapados, no podemos hacer nada más que seguir las reglas si queremos vivir. Ellos lo dijeron, si nosotros no los matamos ellos nos matarán a nosotros.
—¿Entonces mataremos a quien sea que se nos cruce en frente? —Preguntó Marianela abrumada.
—Solamente si es necesario. —Dijo Mateo con un rostro lleno de decepción por sus palabras.

Mateo había dejado de temblar, ya no se le veía nervioso. Parecía como si estuviera seguro de que teníamos la oportunidad de ganar, hablaba como un verdadero líder.
Teníamos cuatro jugadores del top diez en nuestro equipo, eso debía servir de algo.

—Bien, capitán, seguiremos tus órdenes. —Afirmó Bryan.
—¿Quién dijo que soy el capitán? —Dijo Mateo confundido.
—Mateo, eso es lógico, necesitamos que tú seas el que nos guíe. Eres el mejor jugador del mundo. —Alicia puso la mano en el hombro de mi hermano.
—Confiamos en ti, Mateo. —Marianela confiaba en Mateo. Todos lo hacían.
—Bien... —dijo Mateo digiriendo lo que estaba pasando —, si todos están de acuerdo, entonces creo que acepto.

No sabía qué iba a pasar después. El miedo no se iría, ni ese día, ni nunca. Estábamos atrapados en Elentroia y no había vuelta atrás, debíamos ganar, y nadie se iba a interponer en que mi hermano y yo volviéramos a salvo a casa, debíamos ver a nuestro padre una vez más.
Honestamente no sabía qué tan buenos jugadores eran los demás en toda la Base de Vida, pero sí sabía algo: siempre estuve bajo las alas de mi hermano, y ahora una vez más, me tocaba creer en él, en que podía sacarnos de ahí. El que Mateo fuera nuestro capitán, me hacía sentir esperanza.
Minutos después, el guía nos buscó. Por un momento en serio pensé en sugerir que nos fuéramos todos en contra de él y acabáramos con su vida, pero eso quedó sólo en un deseo.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora