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Joshua

—Sofía, despierta... —Toqué su hombro, pero no funcionaba. —Sofía... —Seguí.
—¿Qué pasa? —Dijo aún dormida. Uno de sus ojos apenas hacía el esfuerzo para abrirse.
—Es hora de despertar...
—¿Despertar? —Sacó las manos de entre la cobija y frotó sus ojos. —¿Qué hora es? —Preguntó seguido de un bostezo.
—Temprano. —Retiré un mechón de su cabello que tapaba uno de sus ojos. —¿Está cómodo el suelo? —Pregunté con una pequeña risa.
—Si está tu hombro, sí. —Sonrió mientras intentaba abrir los ojos, parecía ser que la luz todavía le molestaba.

El día anterior a ese fue bastante largo, y emocionalmente cargado. Los cinco estuvimos reunidos en la misma sala hablando, haciendo una especie de terapia, ayudando a las chicas a expresar cómo se sentían después de lo que había pasado en el Estadio de la Batalla de Gravedad. El saber que estaban destrozadas por dentro lo volvía más difícil, y con justa razón, no habían palabras que resultaran correctas para justificar que mataste a alguien, el pensar que era para sobrevivir por encima de ellos, solamente lo volvía peor. Todos estábamos cargados de emociones que hasta ese momento no habíamos expresado, habría deseado que los diez hubiéramos participado, tal vez hubiera resultado ser más sencillo. Fue evidente el progreso de las chicas, parecía que comenzaban a sentirse menos culpables. Tampoco era ingenuo, sabía que esa reacción se debía al traje. Ese traje que parecía mágico y te volvía alguien quien fuera de esa isla no eras. Si bien susodicho traje nos ayudaba y parecía mágico, no era milagroso, el sentimiento de culpa seguiría ahí, aún siendo pequeño, ahí estaba, yo lo sabía, entendía lo que era estar en esos zapatos, yo había asesinado a un jugador apenas en el primer día. Ese pesar jamás se iría.
Esa noche Sofía decidió hacerme compañía en la guardia y dormir a mi lado en el suelo y en la misma pared, recostada en mi hombro. Se refugió en mí, sabía que yo entendía cómo se sentía ella, esa noche tuvo una plática conmigo más profunda que con el resto del equipo, así fue hasta que el sueño le ganó. Ella me importaba, si se acercaba a mí para decirme cómo se sentía, yo quería escucharla.
Como le había dicho a Sofía, era muy temprano, no más de las siete de la mañana, pero debíamos planear una estrategia, sabíamos en dónde estaba nuestra Tabla: el Bosque de Gurth. Nos encontrábamos relativamente cerca de ese lugar, estaba al noroeste desde donde nos ubicábamos, como mucho íbamos a durar de una a dos horas en llegar. Teníamos una ventaja de que fuera en ese lugar donde estaba nuestra Tabla, y es que ese bosque era tal vez siete veces más pequeño que el Bosque de la Furia, por lo que no tardaríamos mucho en cubrir todo el terreno.
Los cinco estábamos en la habitación viendo las posibilidades, tratando de encontrar una buena estrategia para no correr peligro.

—¿Y qué si no está en una cabaña? —Supuso Ricardo.
—Eso va a ser un problema. —Dije. —Si está en campo abierto vamos a depender mucho de la suerte. Debe de haber mínimo mil arbustos en ese lugar. Podría estar hasta debajo de la tierra.
—¿No creen que es bastante arriesgado irnos directamente a ese lugar por campo abierto? —Marcos parecía preocupado. —Si nos vamos hacia el sureste podemos tomar la vía de los calabozos, tardaríamos menos tiempo en llegar y nos moveríamos bajo tierra. —Señaló el lugar en el Mapa.
—Es buena idea, de hecho. —Afirmó Ricardo. —Los calabozos tienen tres accesos, el que está cerca de nosotros, en los Grandes Condominios, y uno en el Bosque de Gurth. Saldríamos directamente en el lugar.
—Es demasiado arriesgado. —Desaprobé la idea con un gesto.
—¿Qué tiene eso de arriesgado? —Preguntó Dayanna confundida.
—Podríamos encontrarnos a otro equipo ahí abajo. Si vamos por los calabozos, tenemos el riesgo de toparnos con enemigos y tendríamos que enfrentarlos en un espacio sumamente reducido. Sería peligroso...
—Por favor no vayamos por ahí. —Pidió Sofía de inmediato, con una voz trabada por lo rápido que quiso hablar.
—Es mejor no ir por ahí. Debemos prever todas las posibilidades. —Dije después de mirar a Sofía para transmitirle la certeza de que no seguiríamos ese plan.
—En campo abierto vamos a estar expuestos. —Argumentó Ricardo.
—Si no se sienten seguros, no hace falta que vayan todos. —Sugerí. —Puedo ir yo, solamente necesito que alguien se ofrezca a acompañarme. —Los miré uno a uno.
—Ni lo pienses. —Reaccionó Sofía molesta. —No vas a ir solo, de ninguna manera vamos a permitir que arriesgues tu vida así.
—Sofía tiene razón, vamos a ir todos. No me gusta la idea de ir por campo abierto, pero tienes razón con lo de los calabozos. —Ricardo miró a Marcos desaprobando la idea que había propuesto.
—Sé que no es lo más seguro, pero si nos ponemos a pensar de manera racional, el simple hecho de salir de este lugar no es seguro. Debemos llegar al bosque, y, de las dos opciones que tenemos, irnos por campo abierto, sin atajos, es la mejor. —Solamente esperaba que mis palabras fueran acertadas, cuando nos fuéramos de ese lugar, la única manera en la que íbamos a estar seguros, era si la suerte así lo quería. —¿Están conmigo?
—Yo lo estoy. —Aseguró Sofía.
—Maldición... es una pena que no podamos ir de noche. —Marcos lanzó el comentario al aire mientras mordía su uña.

En ese momento todos lo miramos. Nuestro compañero había dicho algo que valía oro, y no entendía cómo es que a ninguno se nos había ocurrido antes.

—Esa es una brillante idea, de hecho. —Dije ante tal revelación que parecía divina.
—¿Podemos salir de noche? —Preguntó Marcos.
—Bueno, no encuentro ninguna razón por la cual no se pueda. —Miré a mis compañeros. —¿Qué piensan los demás? ¿Estamos todos a favor de salir por la noche?

Todos asintieron al instante.

—Todo estará oscuro, debemos encontrar la manera de seguir el camino correcto sin tener la necesidad de abrir el Mapa frecuentemente para ubicarnos. Si lo hacemos debemos ser sigilosos. —Expliqué.
—Necesitamos partir en la dirección adecuada y no desviarnos. Vamos, conocemos esta isla casi como la palma de nuestras manos. —Motivó Ricardo al equipo.
—¿Entonces tenemos un plan? —Sofía aún hablaba con un tono reservado.
—Lo tenemos... Como es costumbre, lo único que nos queda es esperar que ningún otro equipo esté pensando en lo mismo que nosotros. —Finalicé.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora