Salvador

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Isabela

Pasó un mes desde que comenzó el descanso en Elentroia.
Todo cambió de forma drástica, por lo menos así fue para mí. No hablaba con ninguno de los jugadores del equipo Verde desde aquella cena en la Playa Principal, ni siquiera mi hermano me dirigía la palabra, no confiaba en mí, la única que en ocasiones intercambiaba palabras conmigo era Marianela, pero eso era muy de vez en cuando. Ahora pasaba casi todo mi tiempo con Elías.
La relación entre Mateo y Alicia se había vuelto pública, o sea, no es que hicieran una audiencia para avisar a todos en la isla que tenían algo, pero ya no les importaba ser vistos actuando como pareja.
Vivíamos una situación extraña, nos dieron un descanso del juego, pero no éramos ingenuos, todos sabíamos que aún debíamos mantenernos en forma para el momento en que todo volviera a ponerse en marcha. Todos seguíamos entrenando, practicando para ser mejores en la isla, aunque yo lo hacía con el equipo Rojo, ya no era bienvenida entre los que usaban el mismo color que yo. Ni siquiera el capitán azul me dirigía la palabra, dolía saber que lo había perdido. Con quien sí hablaba Joshua era con mi hermano, se habían vuelto grandes amigos en el último mes, era lógico, después de todo ambos tenían un enemigo en común: Elías. Aunque yo deseaba que no fuera así, si los tres unían sus fuerzas era un hecho que íbamos a ganar el juego... pero eso no iba a pasar.
Todos nos adaptamos a nuestra nueva vida, podíamos ser comparados con ratas de laboratorio, deambulando en nuestras jaulas día y noche, esperando a que las personas con más poder que nosotros decidieran qué hacer con su experimento. No teníamos otra opción.
Tenía un sueño recurrente en el que éramos rescatados de la isla, donde veíamos a nuestras familias nuevamente, donde toda esa pesadilla en la que vivíamos acababa. Normalmente despertaba de ese sueño con lágrimas en los ojos, llena de sudor, y con una voz en mi cabeza que me decía que esa esperanza debía morir. Era curiosa la vida, no sabíamos qué tan afortunados éramos de gozar la libertad hasta el momento en que la perdimos.
Al despertar la mañana siguiente después de la fogata algo peculiar había sucedido, una neblina cubrió por completo la isla de Elentroia, era sumamente densa, apenas se lograba apreciar la zona donde el mar besaba la arena de la Playa Principal, de no ser por eso podría haber jurado que la isla había desaparecido por completo. Todas la mañanas Mateo vigiló desde la ventana de nuestro salón si había algún movimiento en la isla, siempre con una taza de café en la mano, se quedaba atento por lo menos durante una hora.
Dos equipos se aliaron a Elías y los rojos: el equipo Naranja y el equipo Marrón. Los marrones no duraron más de una semana en aceptar la propuesta que Elías había lanzado en aquella dramática discusión en la Sala Principal, los naranjas lo pensaron durante una semana más para acceder.
Antes de ese día no habíamos tenido ninguna noticia de nada, simplemente vivíamos nuestro día a día, no había rastro del Vocero o de los Maestros pero eso no significaba que no supiéramos que seguíamos siendo vigilados.
Ese día todo cambió cuando el guía tocó nuestra puerta por la mañana para avisarnos que la cena sería nuevamente en la Playa Principal. Entendimos de inmediato que el descanso había finalizado.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora