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Joshua

Aún faltaba para que fueran las ocho, hasta entonces no nos acercaríamos al Faro, no hasta que pudiéramos dejar nuestra luz. No estábamos muy adentrados en la playa, más bien camuflados en uno de los árboles que había cerca. Había silencio entre nosotros, todos esperábamos a que fuera la hora y terminar con el juego. Estaba harto de la isla, lo único que quería volver a la Base de Vida.

—Saldré un momento, necesito mover un poco las piernas. —Dijo Ricardo quejumbroso.
—No te alejes. —Dije sin despegar la cabeza del asiento, tenía mi mano sobre el volante.

Ricardo caminó unos metros frente al auto y comenzó a estirar todo su cuerpo. Después analizó el lugar.

—Pronto todo va a terminar. —Sofía estaba de copiloto. Tomó mi otra mano que descansaba en el reposabrazos.
—Cuando el Faro se active iré a dejar la luz yo solo. —Dije a todo el equipo. No respondí a Sofía.
—¡Salgan de los autos, ahora! —Gritó Ricardo con desesperación.

En el momento no entendí qué pasaba —Ricardo sabía eso—, así que sin pedírselo señaló hacia su izquierda y lanzó otro grito de advertencia. Dos cohetes estaban volando hacia nosotros a gran velocidad.

—¡Afuera, todos! —Grité de inmediato.

Todos salimos de los autos al mismo tiempo que di la orden. Apenas tuvimos tiempo para alejarnos lo suficiente como para no explotar con los vehículos, sin embargo la onda causada por la explosión nos alcanzó y todos caímos contra la arena al mismo tiempo que perdimos escudos, yo perdí dos de golpe.
Antes de poder reaccionar y lanzar nuestro ataque, los jugadores que nos emboscaron lanzaron granadas de humo cerca de sí para camuflarse, el humo era de color rojo. Cuando estaba apoyando mis manos en la arena para levantarme unas granadas salieron volando desde la capa de humo hacia nosotros, eran de hielo. Lograron paralizarnos a todos. Era una sensación detestable, como si todo mi cuerpo se entumeciera, no podía controlar ni siquiera los dedos de los pies. Pronto sentí el cañón de un arma sobre mi cabeza.

—Te dije que no te metieras en mis asuntos... —Era la voz de Elías. —Cuando el efecto de la granada acabe, ordena a tu gente soltar todas las armas que tienen, o sino los mataré a todos. —No titubeó al hablar. —Tres, dos, uno... —Finalizó la cuenta regresiva y el efecto de las granadas se fue. Al mismo tiempo la lluvia que tenía rato amenazando comenzó a caer del cielo.

Estaba con mi mejilla sobre la arena, sabía perfectamente que no teníamos nada que hacer, era imposible tener una reacción más rápido que cualquiera de ellos.

—¿Joshua...? —Marcos esperaba una orden, estaba en la misma posición que yo, contra la arena, a diferencia de mí él tenía el pie de un enemigo haciendo presión sobre su espalda.
—Muy bien... lo haremos. —Dije a Elías.
—Suelten todas las armas que tengan en el inventario. Después los dejaremos ponerse en pie. —Elías no iba a negociar, eran sus condiciones. —¡Y no lo olviden! Cualquier acto estúpido de su parte, significa la muerte. —Advirtió.

Todos comenzamos a soltar las armas, yo solamente solté mi fusil de asalto. No era una gran estrategia, pero al menos debía intentar algo con los recursos que tenía.

—¿En verdad crees que soy imbécil? ¿Realmente crees que me voy a tragar que tú, el capitán, solamente llevas un fusil? Suelta todo, Joshua. —Elías repitió la orden.

Cerré mis ojos y suspiré mientras terminé de vaciar mi inventario. Me sentía frustrado, impotente, sabía que había perdido.

—¡Bien hecho! ¡Eres un gran chico! —Felicitó con ironía. —¡Fernando, Cristina! —Llamó a los jugadores aliados que estaban un poco alejados para no ser afectados por las granadas de hielo. —Alejen las armas que los azules soltaron, los demás no dejen de apuntar.
—Entendido. —Dijo Fernando, el último jugador del equipo Marrón que quedaba en pie.
—¡Muy bien, Joshua! Es momento de la fase dos. —Su voz se notaba llena de emoción.

Elentroia: Un Juego Peligroso [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora